Monday, 14 October 2019

El 3 de febrero Ramiro García de Dios Ferreiro se habrá jubilado tras treinta años ejerciendo al frente del Juzgado de Instrucción Número 6 de Madrid. 

Se retira preocupado “porque no se ha logrado una Justicia imparcial e independiente” y afirma que “el sistema judicial es beligerante con los débiles y muy complaciente con los poderosos”. 

Agudo en las críticas, cuestionado por los estamentos policiales en su función de juez de control del Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche (CIE), ha sido impulsor de garantías y derechos de las personas migrantes encerradas en estos “espacios de opacidad e impunidad policial”.


Ramiro García de Dios. ÁLVARO MINGUITO

Ramiro García de Dios Ferreiro (Palma de Mallorca, 1946) elige las palabras con la misma claridad y contundencia con que dicta y redacta sus autos. Quizá porque formó parte del primer grupo de estudiantes de periodismo de la Universidad Complutense, sabe de la importancia de comunicar, gesticula e interpreta “para que usted me entienda mejor”, explica.

Premio Derechos Humanos 2016 otorgado por la Asociación Pro derechos Humanos de España (APDHA), ha estado al frente del Juzgado de Instrucción Número 6 de Madrid desde 1996, y en los últimos ocho años como juez de control de CIE.

Recibe a El Salto en su juzgado apenas unos días antes de jubilarse. Habla de la criminalización de la pobreza, del conservadurismo en la carrera judicial y el elitismo en las oposiciones para jueces. Se retira, pero adelanta que no renunciará al “derecho como la lucha por los derechos”, pero desde la militancia. “También se puede hacer fuera del ejercicio de la jurisdicción”, aclara.


¿Cómo se marcha Ramiro García de Dios de la Justicia?

Me voy con cierta preocupación porque no se ha logrado una Justicia imparcial e independiente, tanto en el sentido de los propios jueces como de las conexiones de los aparatos del Estado con el sistema judicial. Y la mejor prueba es que recientemente el Consejo de Europa, el grupo GRECO, ha hecho la crítica que ha hecho tanto a las carencias en materia de independencia judicial como al papel tan subordinado del Ministerio Fiscal en relación con el Gobierno.

¿Hay algún momento clave que haya impedido avanzar hacia la independencia judicial?

El momento clave en el que se degrada el concepto de independencia en el sistema judicial es cuando el Parlamento opta por un sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) subordinado a los partidos políticos, porque se produce el “reparto de cuotas” entre los del régimen de la transición, es decir el Partido Socialista y el hoy Partido Popular.

Este sistema va a tener una traducción en la elección de los altos cargos del sistema judicial: de los magistrados de todas las salas del Tribunal Supremo, de los presidentes de los tribunales superiores, de los presidentes de las audiencias provinciales, de los magistrados de las salas de lo civil y penal de los tribunales superiores de justicia. Con lo cual “la cúpula judicial” va directamente cooptada, en cierto modo, por el sistema partitocrático.

Y lo más preocupante es cuando esa cooptación en el reparto de cuotas ni siquiera respeta los criterios elementales y objetivos de mérito y capacidad, cuando se coloca a dedo a quienes esperan que se comporten con agradecimiento al servicio. Por eso, las encuestas revelan entre la ciudadanía una creciente desconfianza en el sistema judicial, ven que es beligerante con los débiles, con los humildes, con los marginales, etc. Y muy complaciente con los poderosos.

¿Entonces es un problema de ideología u orientación política de los jueces?

Ideología todos los jueces tenemos, otra cuestión es que en base a ella decidas un caso. Eso es sencillamente prevaricar. El problema es que si tú no tienes una cultura garantista de la jurisdicción vas a tener una visión del derecho formalista, mecanicista, burocrática, que no va a tener en cuenta ni el contexto de las propias personas en el medio social, ni la influencia de ese medio en el hecho concreto a resolver.


Un juez que tenga una cultura garantista no solo va a aplicar la ley, sino que va a tener en cuenta el ordenamiento jurídico en su conjunto. En esa invocación a “la ley” hay que tener mucho cuidado, porque también es el conjunto de tratados internacionales firmados y ratificados por España. Y todo ese cuerpo lo tienes que manejar; si haces una interpretación mecanicista de la norma, no tendrás en cuenta el contexto y la posición débil del ciudadano frente a los poderosos.


Sin embargo, la sensación es que hay un conservadurismo notorio en los ámbitos judiciales... 

Son muchos años, tras la dictadura no hubo ruptura, sino un consenso claudicante que genera lo que genera. Y eso se ha notado también en la carrera judicial. No entra más el pluralismo en la carrera judicial porque el legislador socialista no se preocupó, pudiendo hacerlo de sobra, en cambiar el sistema de oposiciones.

Es un sistema elitista. ¿A ver quién aguanta cuatro o cinco años como mínimo estudiando y pagándote el preparador? Es un error no haber fomentado un mayor número de entradas por vía del tercer turno y del cuarto turno, es decir de profesionales del Derecho y de la universidad. El sistema de oposición después de una escuela que no contribuye a la formación de la cultura garantista de la jurisdicción es clave para comprender la persistencia del conservadurismo en la carrera judicial.

Podrían haber copiado el sistema holandés. Terminas Derecho y quieres ser juez, entonces te presentas a la escuela judicial y te someten a una batería de test de cultura y psicológicos. Y solo los que pasan esos test entran en la escuela. Y es una escuela con formación práctica y teórica crítica.


Aquí eres una máquina de repetir. Hay una frase que la cuenta un magistrado emérito del TS, en su día el preparador le dijo: “Perfecto, mira, tú apréndete de memoria tal y nada de pensar, que ya tendrás tiempo de pensar”. Y eso genera mecanicismo burocrático. Salvo que tú ya vengas con unas inquietudes distintas o te preocupes después.

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