Saturday 28 September 2019

José María Mena: "Es correcto hablar de presos políticos; el Supremo ha dado una dimensión política a la sedición"

Entrevista con el exfiscal superior de Catalunya José María Mena, que ve "desproporcionada" la sentencia a los líderes del procés y avisa de que en Navidad "no estarán en casa"

Mena cree que el fallo está "muy blindado" para los futuros recursos ante Estrasburgo y niega que restrinja los derechos de reunión y manifestación

"El Supremo se ha cargado las tesis de Llarena y la Fiscalía y es una de las certezas de que estamos en un Estado de derecho"

Oriol Solé Altimira




José Maria Mena, en una imagen de archivo SANDRA LÁZARO

El exfiscal superior de Catalunya José María Mena (Villarcayo, Burgos 1936) es una de las voces más relevantes del mundo del derecho que se ha posicionado en contra de las acusaciones de rebelión y sedición contra los líderes independentistas. Tras leer la sentencia del procés, se muestra crítico con el fallo porque, a su juicio, otorga una "dimensión política" a la sedición. Además, ve "desproporcionada" la pena y cree que el tribunal podría haberla rebajado. Si no lo ha hecho es porque, a criterio de Mena, el Supremo piensa que lo sucedido en el procés "merece una reacción punitiva muy severa porque afecta a los intereses centrales del Estado".

¿Es una sentencia dura?


No. Hay que pensar que la petición de la Fiscalía establecía penas que eran casi el doble por las que han sido condenados. El tribunal puede tener cierta perplejidad al ver la reacción social a la sentencia porque han hecho lo que en su estructura mental y jurídica era posible.

Los independentistas la ven injusta.

El adjetivo 'justo' para un penalista no existe porque para el condenado y su entorno social, que en Catalunya es extraordinariamente amplio, la condena nunca va a ser justa. Y hay muchos no independentistas que pensamos que la retribución penal que se ha dado a los hechos es desproporcionada. En este sentido, ¿la sentencia es injusta? Pues no lo sé, pero hay que tener en cuenta que la Fiscalía era sorprendentemente severa.

Desde sectores conservadores se tilda la sentencia de blanda, precisamente por negar la rebelión y rechazar que el objetivo del procés fuera la independencia.


El tribunal ha hecho algo sorprendente. La base del juicio era la violencia de la rebelión y el objetivo de quebrar la unidad de España. Las coordenadas eran estas. El tribunal lo ha resuelto de una manera absolutamente curiosa: ha negado las dos cosas. Ha dicho que sí hubo una violencia, pero puntual, ineficaz e insuficiente y no dirigida al fin. Y en segundo lugar que la finalidad de los condenados no era la independencia sino tensar la cuerda, basándose en el testimonio de Artur Mas y de Santi Vila.

Los magistrados ponen mucho énfasis en el momento patético en que Carles Puigdemont declara y suspende la independencia el 10 de octubre de 2017. Por lo tanto el tribunal ve que no hay una violencia determinante y eficaz ni una voluntad de separación, y le queda una movilización ciudadana tumultuaria para impedir el cumplimiento de unas órdenes judiciales. Y punto.

¿Cree que la sentencia justifica bien el delito de sedición?

Lo que es difícil de justificar es que en España, en nuestro Código Penal, la sedición históricamente siempre había sido una rebelión en pequeño. Pero en 1995 se cambia y se dice que la rebelión no tiene nada que ver con la sedición y que la sedición es un delito contra el orden público y no contra la Constitución. Un delito contra el orden público no puede merecer una pena superior al homicidio o la violación. Si los condenados cumplen la totalidad de la pena cumplirán más que un violador o un homicida y su actuación socialmente no merece el reproche de un violador o un homicida. Esto lo puede compartir cualquiera aunque no sea independentista.

El tribunal se encuentra, al no apreciar la rebelión, con que debe justificar la intensidad de las penas impuestas por un delito contra el orden público como es la sedición. Y entonces entra en una argumentación extensa para distinguir entre el orden público y paz pública. La paz pública es el funcionamiento normal de las cosas (que los autobuses y los semáforos funcionen), y el orden público son las instituciones. Llegan a decir que en Catalunya las órdenes judiciales fueron papel mojado y que los condenados buscaban la inexistencia de la autoridad judicial.

Con este tipo de expresiones, ¿se aprecia una suerte de orgullo herido de los jueces en la sentencia debido a la reiterada desobediencia de los condenados a las resoluciones del Constitucional?

No exactamente. Es más el sentido de Estado, no solo de la institución judicial. Son las grandes estructuras del Estado, lo que para ellos es el orden público en mayúsculas. Pero claro, de ahí sigue pendiente el tema de los presos políticos: si su comportamiento no era contra la paz social sino contra la normalidad del funcionamiento de las grandes instituciones del Estado, esto se inscribe en lo que tradicionalmente han sido estructuras del Estado y por lo tanto la estructura política del Estado. Por eso sigo convencido de que es correcto hablar de presos políticos.

¿Incluso después de la sentencia?


Es a lo que lleva el razonamiento del tribunal. Primero se decanta por la sedición, que no es un delito como la rebelión porque está contra el orden público y no contra la Constitución. Pero luego el tribunal razona de tal manera la sedición que le da una dimensión política para separarla del simple delito de desobediencia. Porque si no, estamos en el delito de desobediencia nada más.

¿La sentencia hace una interpretación restrictiva de los derechos de reunión y manifestación? ¿Cree que podría tener incidencia en futuras protestas o en las concentraciones que paran desahucios?

No. La sentencia no restringe sino que acota lo que es derecho de manifestación, insistiendo mucho en que el derecho a la disidencia, aunque sea alborotada, está en la Constitución. De la sentencia no se puede deducir en absoluto que a partir de ahora se vayan a limitar estos derechos o las protestas antidesahucios. No estoy en condiciones de criticar la sentencia por limitar los derechos que tenemos todos como ciudadanos. Sí estoy en condiciones éticas y jurídicas de hacer una crítica a la desproporción de la pena.

¿Por qué?

El tribunal podría haber resuelto apreciando que las penas impuestas son monstruosas e intentar solventarlo por las vías que permite el Código Penal. En estas circunstancias el Código Penal permite al tribunal proponer al Gobierno un indulto parcial de adecuación de la conducta a la pena que se pone. La propuesta puede pedir rebajar hasta la mitad de la pena.

¿Por qué cree que el Supremo no lo ha hecho?


Porque la pena les parece suficiente. En el fondo el tribunal piensa que lo sucedido merece una reacción punitiva muy severa porque afecta a los intereses centrales del Estado. Está el argumento de que no es un delito de motivación política, que se usa por no hablar de delito político. Ya en los tiempos de Jiménez de Asúa se llamaban delitos altruistas. Aquí los condenados no ganaban nada, más bien perdían media vida y sufrían una catástrofe personal. Estemos o no de acuerdo con los condenados, hay que reconocer que su comportamiento fue etimológicamente altruista: no ganaban nada, no aspiraban a nada salvo la aspiración ordinaria de todos los políticos de ser líderes en el futuro.

Aunque legalmente el tribunal se aleja de la posición de los fiscales, después se acerca más de lo necesario a la Fiscalía: rebajan la pena pero podrían haber hecho un esfuerzo de rebaja superior. Además de esta vía del indulto parcial, si el propio tribunal dice que nunca se llegó a conseguir nada ni a actuar por la independencia, estaríamos ante los actos preparatorios o de ejecución insuficiente previstos en el Código Penal para la conspiración, proposición o provocación para el delito, y con esto se puede rebajar la pena en uno o dos grados. Con la legalidad vigente, sin hacer ninguna otra cosa, el tribunal tenía una horquilla en el caso de los 'Jordis' de 2 a 10 años, y han puesto nueve.

¿En qué situación quedan la Fiscalía y el juez Llarena después de haber defendido la rebelión?

El fracaso de la Fiscalía es espectacular. El tribunal se ha cargado la tesis de Llarena, que era la misma de la Fiscalía. No está de acuerdo con la tesis de Llarena y es una de las certezas de que estamos en un Estado de derecho porque Llarena forma parte de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y no coinciden siempre.

¿Cree que es una sentencia suficientemente blindada ante los futuros recursos a Estrasburgo? Dedica casi 200 páginas a rechazar vulneraciones de derechos fundamentales denunciadas por las defensas frente a 35 de hechos probados.

Sobre los hechos probados hay algo en la sentencia que no es correcto técnicamente porque en el apartado del juicio de autoría relata cosas que no están en el relato de hechos probados. Por ejemplo cuando habla de los incidentes de Jordi Cuixart con los municipales de Badalona. Eso no está en los hechos probados. ¡Muy mal! En los fundamentos jurídicos el tribunal solo tiene que hablar del derecho y del derecho aplicable a lo que ha relatado en los hechos probados. ¡No me lo mezcle!.

Queda claro y es evidente en la sentencia que lo que más preocupa al tribunal –y es lógico– es el Constitucional y Estrasburgo. La sentencia yo la veo muy blindada. Los abogados defensores cuando recurran seguro que piensan que no, porque es su oficio, pero no va a ser nada fácil.

Tras la sentencia ya se han podido hacer cálculos sobre el tercer grado y posibles permisos para los presos. Y además desde sectores conservadores se pronostican tratos de favor a los condenados. Usted que conoce las prisiones catalanas, ¿están fundadas estas acusaciones?

Esto que se dice sobre un posible trato de favor en el régimen penitenciario no es justo. Todo está supervisado por el ministerio fiscal, el juez de vigilancia penitenciaria y en última instancia el tribunal sentenciador. Al final Marchena tiene que poner una firma. No tienen razón en eso.

¿Y ahora qué? ¿Ve una posible solución al conflicto?

Yo soy optimista, aunque este tema no se va a resolver pronto. Catalunya es demasiado importante para ser igual que Soria pero no es lo bastante importante para ser igual que Portugal. Hay que dar tiempo al tiempo, los incidentes que estamos viviendo estos días se pasarán, y quedarán los presos. Esta Navidad no estarán en casa. A la otra pueden estar, con la ley en la mano. Y como contra la ley es peor, hay que ser pragmáticos, hay que pensar primero de todo en los que están presos porque para una desobediencia tumultuaria no se puede poner una pena como la de un violador.

Supersticiones y Retro-futurismo Regresivo Premonitorio: Rompamos España de una puta vez

Rompamos España de una puta vez

Yo creo que ya va siendo hora de que rompamos España. De una puta vez. En pedazos. Lo más pequeños posibles. En unidades políticas mínimas. Este es un país podrido que sólo se merece ser desaguazado y repartidos sus despojos formando unidades cada una de ellas entre la menor cantidad posible de sus habitantes con la tal vez vana, pero necesaria, esperanza de que en alguno de ellos se consiga sacar algo más que la miseria moral que siempre ha sustanciado sus cambios, sus aconteceres, sus empeños colectivos. Rompamos España en pedacitos. Tal vez resulte el remedio peor que la enfermedad y al igual que el espejo de la madrastra cada trocito acabe devolviendo su imagen torva multiplicada, pero hay que intentarlo, y además hacerlo al tuntún, sin buscar divisiones por asimilación ni por afinidades, ni por hechos diferenciales ni lingüísticos, ni históricos, ni folklóricos. Como hicieron los ingleses con la India: un mapa, un lápiz, una regla y una venda en los ojos. Y que salga lo que salga porque lo principal es que al país o lo que sea resultante no lo conozca ni la puta reina que lo parió y que para celebrar su bautizo organizó una bonita fiesta etnocida en la que expulsó de sus fronteras recién pintadas a cientos de miles de sus habitantes que practicaban otros ritos supersticiosos distintos a los suyos y que competían con los de la Iglesia que pastoreaba con mano de hierro candente y potro de tortura a sus súbditos.
Un país que para lograr mantenerse unido, uniforme y homogéneo puso en pie la primera maquinaria totalitaria moderna, la Inquisición, que vigilaba que la pureza de la ortodoxia oficial, religiosa, cultural y política, no se desviara ni un ápice, y en cuyas garras fueron minuciosamente torturados y asesinados las mejores mentes pensantes del país. Y las que se salvaron tuvieron que plegarse al disimulo perpetuo, al horror del pensamiento clandestino. Un país que vivió la terrible esquizofrenia de que siendo la mayoría de sus habitantes descendientes de judíos y moros tuvieran que demostrar en tribunales de limpieza de sangre que no lo eran, o bien mostrar a las claras en el juicio de la mesa que estaban dispuestos a mezclarla inmisericordemente con toda las grasa de cerdo que pudieran.
Un país que conquistó a base de sangre, fuego, acero y virus todo un continente, destruyendo minuciosamente todas las culturas que encontró tal como aprendió hacer en sus fronteras originales, esclavizando y obligando a los habitantes supervivientes a convertirse a un credo extraño, preñado de imágenes macabras y leyendas de inaudita crueldad. Y del que sacó toda la riqueza que pudo para mantener a las innumerables clases ociosas de la metrópoli.
Un país que para seguir siendo estrictamente homogéneo volvió a cometer etnocidio expulsando a otros varios cientos de miles de sus habitantes cien años después del primero. Y que sumergió a los súbditos de su Majestad Católica restantes a un permanente estado de terror religioso durante siglos en el que una simple delación de un vecino podía llevar a cualquiera a la hoguera por hereje.
Un país cuyos mejores logros de sus mejores obras literarias del siglo que llaman “de Oro” se deben a precisamente a la piruetas estilísticas a que tuvieron que lanzarse sus autores para tratar de mostrar su pensamiento burlándose de la férrea censura impuesta por la Inquisición y librarse de morir en la hoguera.
Un país por el que la Ilustración pasó de puntillas y que mientras en otros lugares daba cumbres del pensamiento como Spinoza, Newton, Hume, Leibniz, Descartes, Kant, etc, que lucharon contra la tiranía intelectual de la religión aquí el que pasa por su máximo representante fue un sucio cura de apestosa sotana, el padre Feijoó, profundamente antiracionalista tras su apariencia conciliadora.
Un país que expulsó a punta de navaja a los franceses que les traían la Ilustración y los llamó unos años más tarde para que restauraran “las caenas” que las fuerzas progresistas trataban de abolir.
Un país cuya historia del siglo XIX y parte del XX está jalonada por una alternancia de gobernantes de la más rancia casta caciquil que se sucedían unos a otros a base de golpes de estado llevados a cabo por rijosos espadones incapaces de ganar una batalla fuera de sus fronteras.
Un país dominado por el catolicismo de Trento, la contrarreforma, la cerrazón en banda a espiritualidades más acordes con los nuevos tiempos y aires que corrían por Europa a partir del fin de la Edad Media. Mientras en Europa la Modernidad evolucionaba hacia las Luces, en España lo hacía hacia atrás hacia las épocas más negras del irracionalismo medieval.
Un país cuyas mayores glorias intelectuales de la bisagra del XIX al XX, que tan fructífero fue en Europa fueron unos acomplejados y lloricas lamentadores de la pérdida de nervio inquisitorial de España. El que un tipo como Ortega y Gasset, adorador del aristocratismo militarista alemán, se alce con la palma de la filosofía patria dice mucho de la calidad del “pensamiento español”.
Un país en el que cuando por fin parecía que se abría a la luminosidad de la verdadera libertad de pensamiento, se liberaba de las cadenas políticas del caciquismo y se lanzaba a la consecución de una justicia social más acorde con los nuevos europeos, se alzaron de nuevo las fuerzas terribles, crueles, genocidas de la alianza entre la corona y la Iglesia, el nacionalcatolicismo que unificando, siempre unificando a sangre y fuego, en uno a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis lanzó la llamarada del segundo peor genocidio europeo del siglo XX y regresó al país a los peores momentos del siglo XVI en todos, en absolutamente todos los aspectos.
Un país que tras la muerte del caudillo de los genocidas, cuando las esperanzas de cambio y de restauración de la legalidad de la República asesinada y la reparación moral de los cientos de miles de asesinados y arrojados a las fosas de las cunetas, cuando todo el mundo esperaba que las fuerzas progresistas limpiaran las cloacas apestosas del franquismo y lo convirtieran en un país normal, se encontró con que una raza de malnacidos, trepas sin escrúpulos más o menos hijos díscolos de los genocidas, se hacían con las riendas del poder y pactaban con los asesinos y ladrones, o sea con sus propios mayores, su reparto. Y mantenían entregado el control de la educación de múltiples maneras en manos del mismo centenario nacionalcatolicismo que lo fundó.
Un país en el que, al igual que en el siglo XVII el pensamiento racional –su vacío- y la justicia por los genocidios fueron escondidos por el aparador barroco que cubrió la terrible herida, en los 80 y 90 del siglo XX la cultura que debía florecer tras la barbarie fascista fue conscientemente sustituida por sus élites por el espectáculo neobarroco hueco e inane de la Movida, el relativismo infame del posmodernismo y el consumismo sin medida de la era postindustrial. Y además, como aquel barroco original, sirvió para tapar la injusticia que se cometía echando paletadas de olvido sobre las fosas de las víctimas del franquismo y manteniendo intocables y gozando del botín de su pillaje a sus asesinos.
Un país que convirtió las más o menos legítimas aspiraciones al autogobierno de sus distintas partes históricas en diecisiete cortijos donde esos cabrones bicolores pudieran, en la segunda restauración borbónica, robar mejor jugando con una apariencia de democracia basada en la tradición alternante del rancio caciquismo de la primera. Por usted, señora España, como ya le decía Larra, no pasan los años. Y en el que en estos días estamos asistiendo al hipócrita escándalo general por el descubrimiento de la verdadera profundidad del pozo de putrefacción y miseria en que lo han convertido. Una profundidad que cualquiera que se hubiese parado un minuto a sospechar en serio podía adivinar.
Acabamos de dejar pasar en los últimos 40 años la última oportunidad de que ese país atroz que llamaron España, unificado y homogeneizado siempre a la fuerza, se convirtiera en un país normal, en el que los lazos entre sus habitantes que siempre se basaron en la crueldad de los poderosos uniformizadores y homogeneizadores fueran sustituidos por los de la solidaridad y la convivencia comúnmente consentida. Hubo esperanza. Los que vivimos aquel cambio la tuvimos. Pero una vez más sus élites políticas y culturales han demostrado que el aire que se respira en él es mefítico y venenoso y que los fantasmas del pasado, las mal tapadas manchas de la sangre salpicada a lo largo de los siglos en sus paredes, la falta de nervio intelectual, unas veces matado con hierros candentes y otras por propia carencia natural y el caciquismo, esa roña moral enquistada secularmente en todos los rincones del país, siguen apareciéndose cada uno de sus días y de sus noches. Tanto que ha sido posible -y natural- que la mayor colección de delincuentes con corbata de toda la Europa del siglo XXI lo hayan convertido en estos días en la organización mafiosa más perfecta del mundo, tan perfecta que no necesita ni matar, como los chapuceros italianos, y que tras desmantelar en connivencia y al servicio de los poderes financieros internacionales las fuentes de riqueza del país impusieron el monocultivo del ladrillo y las cajas de ahorro, que son la actividades donde el robo a manos llenas del dinero público se reveló pronto como más fácil. Y que lo ha saqueado impunemente y ha enviado a pastar a los tristes campos de la pobreza a la mitad de su población. Con la complicidad de las altas instancias judiciales y, lo que es más triste, las intelectuales, las primeras compradas mediante el estricto control político de los nombramientos y a puro y simple golpe de talonario las segundas.
Por eso, sin malos rollos, sin aspavientos, por pura higiene vital e histórica, rompamos de una puta vez España, recomendando a nuestros descendientes que, en caso de caer en esa temeridad, ni se les ocurra volverse a unificar al menos en doscientos años. E incluso entonces y cometida la estupidez que al menos ni se les ocurra volver a llamarla con la palabra maldita, la maldita palabra ESPAÑA.

Tuesday 24 September 2019

Salvar la unidad de España más allá de la ley

El objetivo de la política española es ahora evitar que los jueces asuman un papel que no es el suyo
JOAQUÍN URÍAS Exletrado del Tribunal Constitucional
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El presidente de la sala segunda del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, en una sesión del juicio al Procés / EMILIO NARANJO / EFE



Desde que hace unos años las instituciones autonómicas catalanas emprendieron el camino del soberanismo en lo que se conoce como el Procés, los poderes centrales del Estado optaron por la respuesta judicial. En vez de abrir ningún tipo de negociación política se prefirió desde el principio que fuera el Tribunal Constitucional el que prohibiera no ya la realización de un referéndum consultivo sino incluso que en el Parlament se pudiera hablar, incluso sin efectos jurídicos, nada relacionado con la eventual autodeterminación de Cataluña. El cerrojazo judicial llevó a unas decisiones muy discutibles por parte de los líderes independentistas que hicieron que el Procés se fuera radicalizando hasta salirse definitivamente de la senda legal y constitucional. Ahora es el Tribunal Supremo el que ha venido a enjuiciar los hechos de hace dos años. No hay ninguna duda de que con la organización del referéndum inconstitucional del uno de octubre se cometió un delito de desobediencia. Lo reconocieron los propios encausados. Lo sorprendente ha sido que el Alto Tribunal va mucho más allá.

La sentencia está especialmente trabajada en la primera mitad que dedica a intentar despejar dudas sobre la vulneración de numerosos derechos fundamentales. Como ha sido dictada en primera y única instancia por el Tribunal Supremo, ningún otro tribunal va a poder revisar la decisión relativa a la culpabilidad o inocencia de los acusados. Sin embargo, sí que es previsible la intervención tanto del Tribunal Constitucional como del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Estos tribunales han de limitarse a verificar si en el proceso judicial se han lesionado derechos fundamentales de los acusados. Así, el empeño del Supremo en argumentar sobre el respeto a los derechos no obedece seguramente tanto a la preocupación de sus siete magistrados por mantenerse en el estricto marco de la Constitución como al temor a una posible revocación. Argumentan especialmente sobre las cuestiones que podrían llevar a una condena europea, porque a estas alturas no queda ni un alma cándida en España que imagine siquiera la posibilidad de que el Tribunal Constitucional corrija algún detalle de lo dicho por el Supremo.




Los capítulos de la sentencia en los que se aborda el meollo de la decisión están llamados a dejar insatisfecho a cualquier jurista mínimamente exigente



Frente a ello, los capítulos de la sentencia en los que se aborda el meollo de la decisión están llamados a dejar insatisfecho a cualquier jurista mínimamente exigente. Los argumentos para explicar por qué cometieron los delitos de sedición y malversación son endebles. Quizás porque el supremo sabe que en este punto nadie podrá corregirlo.

Comienza este apartado descartando que se haya incurrido en un delito de rebelión. Y lo hace con evidente desgana. Sustentar la condena en una rebelión negada de manera masiva por la doctrina jurídica española debilitaría la autoridad moral del fallo. Al mismo tiempo parece que el Tribunal quiere contentar especialmente a ese público unionista convencido de que el Procés fue un golpe de Estado. Por eso, como el mejor de los trileros, se inventa el argumento de que hubo violencia pero que no fue rebelión porque los líderes del Procés eran tan chapuceros que con violencia y todo no tenían fuerza ni determinación suficiente para doblegar al Estado. Los absuelve de rebelión por inútiles y mentirosos: ni valen para rebeldes, ni querían realmente la independencia. Pocas veces se ha visto una absolución construida tan desde el desprecio y la humillación política de las personas absueltas.

Sin embargo, esa pirueta sitúa a los jueces ante el abismo. Si no hubo rebelión y todo el Procés fue un farol o una simple algarada, resulta complicado justificar una condena tan dura como exigían desde el primer día los poderes fácticos españoles. Ahí es donde la sedición sale al rescate. Se trata de un delito definido de modo ambiguo, pero castigado con una pena severa. La lógica nos dice un castigo tan duro no puede aplicarse a cualquier acto masivo destinado a impedir la aplicación de las leyes o que las autoridades ejerzan sus funciones. La clave no está en la finalidad, sino en la acción castigada: un alzamiento tumultuario. En buena lógica un alzamiento significa un levantamiento masivo de la población: un movimiento que aspire a la subversión definitiva del orden jurídico vigente. Sin embargo, en la línea de menospreciar el Procés, nuestro Tribunal rebaja los requisitos; pasa por alto la idea de alzamiento y define la rebelión en base a la mera intención tumultuaria de inaplicar las leyes. Es, tal y como aparece en la sentencia, una desobediencia o resistencia a la autoridad (delitos castigados con una pena ínfima) que se organiza mediante una pluralidad de actos concertados. No bastaría desobedecer un día a la policía o protestar una vez por un registro, es necesario que se haga de manera coordinada en distintos momentos y lugares con el fin último de conseguir que no se apliquen las leyes. Está definiendo, sin decirlo, la estructura de cualquier movimiento popular de desobediencia civil.


El Supremo viene a establecer mediante su interpretación creativa un nuevo delito, nunca antes aplicado así, que persigue con extrema dureza los movimientos de desobediencia civil



Así, la controvertida decisión, viene a establecer mediante la interpretación creativa un nuevo delito, nunca antes aplicado así, que persigue con extrema dureza los movimientos de desobediencia civil. A partir de ahora el ciudadano que en una manifestación desobedece la órdenes policiales de irse a su casa, o el que impide la entrada a un domicilio de la comisión judicial que viene a desahuciar a sus ocupantes, estarán cometiendo a lo sumo un delito de desobediencia o resistencia. Castigados sin penas de cárcel. Pero si hace eso mismo en el marco de un movimiento organizado que aspira a presionar a las autoridades para cambiar alguna ley o promueve la desobediencia contra ellas estará incurriendo en delito de sedición y podrá acabar entre cinco y quince años en la cárcel.

Es cierto que el Tribunal Supremo pone especial énfasis en el castigo a los que organizan o convocan la desobediencia masiva, pero eso no es sino una estrategia utilitarista: en este tipo de movimientos no es eficaz encarcelar a miles o millones de activistas, sólo se reprime a los líderes.

Con todo lo dicho, es evidente que la sentencia plantea muchos problemas. Problemas jurídicos, pero también políticos. No se trata sólo de la pena impuesta, aunque no sea éste un asunto baladí: a los líderes de dos organizaciones sociales que se limitaron a convocar manifestantes para protestar por un registro judicial y a llamar a resistirse pacíficamente a que la policía retirara los efectos de una consulta popular los castiga con nueve años de prisión. Junto a ellos, a la Presidenta del Parlamento catalán la condena a once años y medio sin que por mucho que uno relea la decisión sea capaz de encontrar una explicación razonable para ello. Uno se queda con la impresión de que la sentencia se construye para justificar unas penas que cumplieran determinada función política, demostrando la dureza del estado, y no al revés. Pero eso tiene que ver con la función política de la decisión y con su efecto desalentador del ejercicio de derechos fundamentales como el de reunión.



El Tribunal Supremo reinterpreta el precepto de la sedición con la finalidad específica de poder castigar a los líderes independentistas i al hacerlo introduce una nueva norma penal en el ordenamiento



Desde el punto de vista jurídico lo más llamativo es la disociación entre la ley y la voluntad democrática reflejada en el Parlamento español. Dice la Constitución española que la ley es la expresión de la voluntad popular. Ello se concreta en que son las Cortes las únicas legitimadas, en virtud de su legitimación democrática popular para establecer por mayoría absoluta los delitos y las penas. Cuando el legislador español redacta y aprueba la descripción de la conducta castigada como rebelión, atribuyéndole una pena determinada, no busca la criminalización de los movimientos de desobediencia civil pacífica. En ningún momento el órgano legítimo para ello ha establecido que los líderes de un movimiento civil organizado que busca la inaplicación de determinadas leyes mediante la desobediencia masiva a las mismas puedan ser encarcelados en torno a una decena de años.

Es el Tribunal Supremo el que reinterpreta el precepto de la sedición con la finalidad específica de poder castigar a los líderes independentistas. Al hacerlo introduce una nueva norma penal en el ordenamiento y proscribe movimientos políticos que hasta el momento eran merecedores de penas ligeras y sanciones esencialmente económicas. Ha cambiado la ley, sin que intervenga el Parlamento y eso, hay que decirlo ya, es una quiebra del Estado de Derecho.

El Estado de Derecho se basa en el imperio de la ley, no en el imperio de los jueces. Si el poder judicial no consigue autolimitarse y restringir su competencia sin invadir la del resto de poderes del Estado, toda la estructura democrática corre el riesgo de convertirse en una mera forma vacía. Difícilmente puede exigir legítimamente a la ciudadanía respeto a sus decisiones un poder judicial que se extralimita y manipula las normas jurídicas a su antojo con objetivos propios.

Dicho esto, la amenaza a nuestro Estado de Derecho por parte de un Tribunal Supremo que asume funciones que no le corresponden sólo tiene remedio desde la estricta observancia por el resto de actores, incluida la ciudadanía, de las mismas normas marco que ellos vulneran. Fuera del Estado de Derecho sólo hay violencia y miseria. Aunque la sentencia abra una grieta en la distribución constitucional de poderes nuestra obligación ahora es volver a cerrarla y revertir la situación. El objetivo esencial de la política española en este momento no debe ser sólo resolver el conflicto en Cataluña, sino evitar que los jueces asuman un papel que no es el suyo. 

Sunday 22 September 2019

A website with all the videos of police misbehaviours against Catalans

Catalan Repression

Videos of the Catalan Repression caused by the Spanish Police in October, 2019

#SpainIsAFascistState #ThisIsTheRealSpain
Madrid has exercised State terrorism on Catalonia for over 300 years, since the devastation of Barcelona by the imposed Bourbon King Felipe V.
Alfred de Zayas

Friday 20 September 2019

Un Policía cómplice de un neonazi: Le avisa para que se tape su tatuaje Nazi. El Fascismo en España hoy !!

JOHN CARLIN: La ley es un burro

Algunos políticos españoles quieren creer que Barcelona se ha convertido en Beirut y que lo que hay que hacer ahora es enviar los tanques. (Reciba un aplauso, Albert Rivera, que compite en cinismo –si no en inteligencia– con Boris Johnson). Casualmente recibí un mensaje el lunes desde Beirut, el día en que el Tribunal Supremo español condenó a nueve líderes independentistas catalanes a cien años de cárcel. Un amigo que vive en la capital libanesa me mandó un extracto del discurso de un líder independentista irlandés en 1915, cuando Irlanda aún pertenecía al Estado británico, durante el funeral de un mártir de la causa.

“Los defensores de este reino han trabajado bien, tanto en secreto como en público. Creen haber pacificado Irlanda. Creen haber comprado a la mitad de nosotros y haber intimidado a la otra mitad. Creen haber previsto todo, creen estar preparados para todo; pero ¡necios, necios, necios! Nos han dado nuestros fenianos muertos”.

Los defensores del Reino de España no han regalado ningún muerto a los fenianos catalanes aún, pero se empeñan en entregarles mártires. A las grotescamente desproporcionadas sentencias para los nueve por “sedición” (término apropiadamente medieval), se suma la incluso más escandalosa decisión de los jueces, si cabe, de haberles mantenido un par de años en prisión antes de condenarlos. Eso es lo que Amnistía Internacional llama “cárcel sin juicio”.

Y ahora se escandalizan de que haya violencia en las calles de Barcelona. Como el jefe de policía en la película Casablanca cuando le informan de que la gente juega en el casino por dinero. “I’m shocked, sho­cked!”, exclama el capitán Renault, burlón e hipócrita a la vez.

La violencia genera violencia, señores y señoras, y si encarcelar a los líderes independentistas con y sin juicio no es violencia, habrá que reinterpretar el significado de la palabra. Los chicos de Barcelona ponen las cerillas, pero los adultos de Madrid suministran la gasolina.

La única sorpresa es que no haya habido más violencia. Lo cual no significa justificar la delincuencia de un pequeño sector de los manifestantes catalanes, sino poseer un conocimiento elemental de cómo se comporta el animal humano. Los jueces y políticos en Madrid llevan una década provocando, periodo en el que –oh, sorpresa– el voto independentista se ha triplicado. Si Mariano Rajoy y sus señorías no existieran, los secesionistas catalanes tendrían que inventarlos.


Los chicos de Barcelona ponen las cerillas, pero los adultos de Madrid suministran la gasolina

Hoy lo único que se sabe es que el lío catalán va a más. Que lejos de haberse previsto todo y resuelto todo, lo único que se ha logrado al haber abandonado la política por la ley, el diálogo por la trasnochada judicatura española, es fomentar el conflicto y calentar el ardor del sentimiento independentista.

Océanos de tinta han fluido sobre el porqué de todo esto, pero la respuesta se puede reducir a una palabra: referéndum. A diferencia del desmadre del Brexit, un invento de la cúpula de un partido político inglés, en Catalunya ha habido un clamor mayoritario tanto entre independentistas como entre españolistas por celebrar un referéndum que resuelva de una vez y por todas (o al menos por una generación) la cuestión soberana. Si se hubiera hecho hace siete, seis, cinco años, incluso quizá hace un par de semanas, cualquiera con un mínimo conocimiento de la política catalana sabe que hubiera ganado el voto remain , el de quedarse dentro de España. Hoy no habría disturbios, no habría políticos presos, la imagen internacional de la joven democracia española no estaría por los suelos.

Condenar el trato a los encarcelados no significa desear que Catalunya se separe de España. A la mayor parte de la gente de fuera de España horrorizada por las condenas le importa un pepino si Catalunya es in­dependiente o no. El error es imaginarse que el que opina que meter a esas personas en prisión es una salvajada debe estar a favor de sus ideas políticas. Yo, por ejemplo, detesto a los líderes nacionalistas ingleses que han impulsado el Brexit, pero si me­tieran a uno de ellos en la cárcel sin juicio me manifestaría en las calles a favor de su liberación.

En cuanto a Catalunya, mi segundo hogar, preferiría que se quedase dentro de España, tanto por motivos prácticos como sentimentales. Pero lo de los presos no es una cuestión ideológica. No está abierta al debate. Es una cuestión de derechos humanos. Y si la ley española exige que se encarcele por doce o más años a individuos que no mataron, ni predicaron la violencia, ni hicieron daño material a nadie –a políticos cuyo mayor pecado es la ineptitud, la irresponsabilidad y vivir en un mundo de fantasía–, entonces, como dice un personaje de Dickens en la novela Oliver Twist , la ley es un burro.

¿Por qué tanto empeño en complicar un problema que hasta hace no mucho hubiera sido de fácil resolución? Porque la prioridad de los que han mandado en la política española no ha sido acabar con el problema más grande que asola a su país. La prioridad, como bien me comentó hace unas semanas un político socialista andaluz, es “conseguir votos en Teruel”, o sea en el resto de España. Y se ganan más votos en España dando hostias a los independentistas catalanes, y a los catalanes en general, que dialogando con ellos.

Me enternecen mis amigos catalanes que no han querido detectar la inquina generalizada que hay en el resto de España hacia los suyos. Los catalanes son para el resto de España como los argentinos para el resto de América Latina. Mario Vargas Llosa lo retrató con delicioso humor en su novela La tía Julia y el escribidor . El protagonista boliviano, Pedro Camacho, siente lo que el narrador llama un “odio a los argentinos… más vehemente que el de las gentes normales”. Para el disparatado Camacho existe “una abundancia proliferante” en la orilla sur del Río de la Plata “de oligofrénicos, acromegálicos, y otras subvariedades de cretinos”.


Se ganan más votos en España dando hostias a los catalanes que dialogando con ellos

En los casos de ciertos políticos catalanes, la descripción no se aleja tanto de la verdad, pero sería una leve exageración decir que el boliviano ficticio ofrece un reflejo de cómo los demás españoles ven a los catalanes, con la posible excepción de los fieles de Vox. Sin embargo, sí existe aquí el germen de cómo piensan muchas gentes normales , lo que ha abierto una vena electoral que demasiados políticos españoles no han querido desaprovechar.

¿Cuándo se resolverá el lío catalán? Cuando llegue al poder en España un gobierno, probablemente de izquierdas, con una mayoría lo suficientemente holgada como para permitirse el lujo de anteponer los problemas nacionales a los vaivenes electorales. Esperemos mientras tanto que los necios que tanto pululan en los mundos políticos y judiciales se resistan a inventarse más mártires.

Infiltrados policiales provocaron violencia en torno a la Delegación del Gobierno en Barcelona

Público' ha obtenido vídeos, fotografías y testimonios que demuestran que al menos tres encapuchados ajenos a los manifestantes de los CDR derribaron la larga valla que separaba a independentistas y mossos en Pau Claris con València, y después comentaron entre ellos: "Ya está, ya hemos tirado la valla y ahora se va a liar" / "Ahora ya podemos hablar castellano, ya no hay problema" / "Y destaparse; yo me destapo". Tras su intervención se produjeron algunos incidentes y los antidisturbios acabaron disparando pelotas de goma y de foam a los congregados, que sólo lanzaron unas latas vacíaspublicidad.



Manifestantes de los CDR, sentados pacíficamente con velas encendidas ante las vallas que después derribarían los infiltrados, provocando incidentes y cargas policiales. SERGI CAMARA

BARCELONA
18/10/2019 08:13 Actualizado: 18/10/2019 08:13


CARLOS ENRIQUE BAYO @tableroglobal


El Tsunami Democràtico que organiza las grandes protestas callejeras en Catalunya contra la sentencia del procés insiste una y otra vez en que todas sus convocatorias llaman a ejercer una "desobediencia civil pacífica", y en sus comunicados reiteran sus llamamientos a la no violencia, como se puede leer en el que fijó "las prioridades para los próximos días" –a través del canal de Telegram que contaba 325.301 miembros a la hora de redactar esta crónica– y que reproducidos a continuación:



Comunicado de Tsunami Democràtic llamando a la no violencia a sus 325.000 seguidores en Telegram.

La primera prioridad que se fijan los coordinadores del Tsunami es que "las marchas de hoy, mañana y pasado mañana, la huelga de estudiantes, la huelga general del viernes y la manifestación unitaria sea un éxito absoluto".

"La segunda prioridad es que la app [con la que se organizan los participantes en las movilizaciones a través de los móviles] esté instalada y validada en el máximo número posible de teléfonos", para lo cual hay que conseguir un código QR en círculos independentistas. "La aplicación nos permitirá actuar con mucha más precisión y eficacia en el largo camino de desobediencia civil no violenta que comienza".

"La tercera prioridad es que, pese a la brutalidad policial de estos días, totalmente inaceptable y por la cual exigimos que se asuman responsabilidades políticas, siempre hay que impedir, en cualquier acción, que alguien pueda promover la violencia o transformar la acción en actos violentos. Tsunami Democrático sólo impulsa acciones en el marco de la disciplina no violenta. La no violencia es la estrategia fundamental de nuestro movimiento, por convicción y por efectividad: lo demuestran repetidamente los movimientos de desobediencia civil de las últimas décadas".Nos reafirmamos en la convicción de Gandhi, que compartimos:
"La no violencia es la fuerza más grande a disposición de la humanidad"

"Hay que recordar, además, que la no violencia es la herramienta más potente que tenemos para poner en evidencia la demofobia del Estado español, que hasta ahora sólo ha utilizado la fuerza, la violencia y la represión para abordar este conflicto político. El Estado y las fuerzas de seguridad trabajan para fomentar y provocar la violencia. Por eso, hay que oponer la fuerza no violenta de la gente movilizada en defensa de los derechos y libertades".

Más adelante, el comunicado termina con una solemne proclama:

Nos reafirmamos en la convicción de Gandhi, que compartimos:
"La no violencia es la fuerza más grande a disposición de la humanidad".

Sin embargo, después de ese comunicado –difundido a las 13.30h del miércoles– se han multiplicado los incidentes cada vez más violentos en las manifestaciones de Barcelona, donde encapuchados presuntamente pertenecientes a los Comités de Defensa de la República (CDR) han llegado a lanzar cócteles molotov contra contenedores, provocando incendios de vehículos cercanos, a cortar las arterias de la ciudad con barricadas en llamas y a atacar a los antidisturbios con todo tipo de objetos contundentes e incluso ácido, según las denuncias policiales.

Al mismo tiempo, la totalidad de los integrantes y simpatizantes de los CDR consultados por Público aseguran no conocer –y condenar– a los integrantes de los miembros de esos comandos de guerrilla urbana, que suelen actuar al final de las movilizaciones pacíficas con una coordinación y violencia inusitadas.
Denuncias sobre infiltrados violentos pagados para ello

Incluso se están difundiendo en redes sociales mensajes de personas que afirman haber visto cómo algunos de esos encapuchados reciben sobres con dinero después de sus actuaciones violentas.

En casi todos los casos, las denuncias de que ese vandalismo está siendo cometido por "infiltrados" ajenos a las organizaciones independentistas de desobediencia civil –como también ha asegurado el president Torra– son inverificables. Pero en la noche del martes, en el céntrico entorno de la Delegación del Gobierno en Barcelona, se produjo un muy sospechoso incidente que fue filmado por uno de los testigos de los hechos que se encontraba haciendo fotos de una sentada pacífica, con velas encendidas, en el cruce de las calles València y Pau Claris.

Se trata de Sergi Camara, quien primero fotografió la protesta, ante unas vallas encadenadas que bloqueaban por completo la calle Pau Claris, separando a los manifestantes de los mossos d'Esquadra, como se puede ver en la imagen que encabeza este artículo. En la siguiente foto se comprueba que los indepes no pretendían emprender ninguna acción violenta, tal como estaban sentados tranquilamente en el suelo con las velas:

Escena de la protesta ante las vallas policiales, poco antes del extraño incidente con "infiltrados" que acabó generando violencia. SERGI CAMARA
"Ya está. Ya hemos tirado la valla y ahora se va a liar"


Las cadenas que sujetaban las vallas de contención en Pau Claris. S.C.

De pronto, un encapuchado muy corpulento se abalanzó contra las vallas y logró derribarlas, a pesar de que formaban una larga hilera de sólidos cierres metálicos, extendidos de una a otra pared cortando los cuatro carriles de calzada y las dos anchas aceras, y fijados con gruesas cadenas entre elementos, como se puede ver en la foto que reproducimos en este margen izquierdo.

"Me sorprendió que ese encapuchado hubiera sido capaz de derribar todo ese conjunto de vallas encadenadas, a pesar de su envergadura, pues debía medir como uno-noventa de altura", explicó al día siguiente a este diario el propio Camara. "Pero lo que me extrañó todavía más fue oír a continuación cómo otros dos encapuchados, tapados con sudaderas grises, que estaban a mi lado, decían: "Ya está, ya hemos tirado la valla y ahora se va a liar".

La verdad es que la aparatosa y ruidosa caída de la valla había hecho correr hacia atrás a los que antes estaban sentados o quietos, y algunos habían empezado a arrojar las velas o latas vacías a los mossos, que ya no contaban con la barrera defensiva. Pero justo en ese momento apareció desde la calle València un nuevo destacamento de antidisturbios de la policía catalana que ocuparon en formación el lugar que antes ocupaba la valla caída.

"De inmediato, cogí el móvil y me puse a filmar, sólo para grabar así el audio de los que hablaban junto a mí, fingiendo que hacía las fotos con el teléfono, en vez de con la cámara", continúa Camara su relato.

Aquí abajo se muestran los primeros instantes del vídeo que grabó, en los que se aprecia la llegada de los refuerzos policiales y cómo se dispara de pronto una tensión que antes no existía:


Camara siguió grabando y en el siguiente fragmento de vídeo se escucha perfectamente cómo los dos presuntos CDR que habían dicho lo de "ahora se va a liar" comentan:
–"Ahora ya podemos hablar castellano, ya no hay problema", dice uno.
–"Y destaparse; yo me destapo", apunta el otro.


Después se pusieron a hablar sobre el armamento que portaban los antidisturbios, puesto que tras la prohibición de que los mossos empleen balas de goma han cambiado aquellas escopetas por unos lanzadores de bolas de foam. Y, aunque no se les escucha bien en el vídeo por los gritos de los manifestantes, decían algo así como: "Mira, mira ése. Una cosa... píllate el arma. Ya, ya, y la de... esto... la de bolas".
Encapuchados protegidos por los antidisturbios

Porque lo verdaderamente extraño es que los mossos habían parado e interpelado a Camara tras la estruendosa caída de la valla, igual que hicieron con otros miembros de la prensa, y sólo les dejaron permanecer tras las filas policiales al ver que eran periodistas. Pero a los dos encapuchados presuntamente indepes ni siquiera les preguntaron nada cuando se refugiaron detrás del cordón de antidisturbios. Estaba claro que los policías les conocían y protegían.

En cualquier caso, tampoco había una situación de gran violencia, y la multitud ya se había retirada a mucha distancia de los antidisturbios. Sin embargo, de pronto se produjo una carga policial que todos los periodistas presentes consideraron innecesaria e inexplicable. En el vídeo se ve perfectamente cómo en el centro del cruce han quedado en el suelo las velas encendidas que han abandonado los manifestantes con la llegada de los antidisturbios:


Pero enseguida llegaron más antidisturbios, esta vez de la Policía Nacional y equipados con escopetas de pelotas de goma, que uno de ellos disparó pese a que los manifestantes ya se habían alejado mucho. Tan disparatado era abrir fuego en aquel momento que uno de los periodistas incluso le increpó, llamándole "subnormal". Como se ve en el vídeo, ningún manifestante estaba en ese momento creando una situación de riesgo o destrozando mobiliario urbano:


Poco después se vuelve a producir otra descarga de pelotas de goma, igualmente innecesaria:


Sergi Camara no vio a ningún manifestante cometer más violencia que el lanzamiento de velas o latas vacías, pero de pronto descubrió que en el centro del cruce estaba ardiendo un cartón, arrojado por alguien sobre las velas, y junto a ese conato de incendio había aparecido un contenedor. Tampoco había visto a ningún manifestante empujando contenedores, así que se puso a repasar el contenido de la tarjeta de memoria de su cámara... y encontró esta imagen:


No cabe duda de que se ha producido una gravísima escalada de violencia por parte de grupos incontrolados en las calles de Barcelona, pero hechos como éste muestran que en ocasiones se ha querido provocar comportamientos violentos que los manifestantes no buscaban en absoluto.

Wednesday 18 September 2019

Oust Spain from EU:Spain and Article 7 of the Treaty on European Union procedure EDM #26

Spain and Article 7 of the Treaty on European Union procedure
EDM #26
Tabled 15 October 2019
2019-20 Session

That this House calls on the Government to press the relevant EU institutions to consider launching a procedure under Article 7 of the Treaty on European Union in response to the Spanish state's actions in relation to the Catalan crisis, which include the prosecution and sentencing of Catalan political and civic leaders, on the grounds that there is a clear risk that Spain has committed a serious and persistent breach of the EU's founding values of respect for freedom, democracy, justice and human rights outlined in Article 2 of the Treaty on European Union.

Signatures (11)

Supporters (11)
Withdrawn Signatures (0)

The first 6 Members who have signed to support the motion are the sponsors. The primary sponsor is generally the person who tabled the motion and has responsibility for it. The date shown is when the Member signed the motion.
1

Williams, Hywel
Plaid Cymru
15 October 2019
Primary
2

Edwards, Jonathan
Plaid Cymru
15 October 2019
3

Saville Roberts, Liz
Plaid Cymru
15 October 2019
4

Lake, Ben
Plaid Cymru
15 October 2019
5

O'Hara, Brendan
Scottish National Party
15 October 2019
6

Chapman, Douglas
Scottish National Party
15 October 2019

Tuesday 17 September 2019

Monday 16 September 2019

EmilyThornberry: House of Commons issues a sharp criticism of Spanish treatment of the Catalan independence movement

Aamer Anwar: Spain acts like a dictatorship, real Spain jumps to tune of Franco’s ghost.

Sunday 15 September 2019

Alfred de Zayas

@Alfreddezayas

The narrative of the Spanish establishment, as faithfully reflected in the sentence of the Tribunal Supremo, is a kind of "hate speech" against the Catalans #Spain #Catalonia #CatalanPoliticalPrisoners
"The law is the law" is a poor recipe. Apartheid was also the "law". What matters is to do justice #Spain #Catalonia #FreeCatalonia #FreeCatalanPoliticalPrisoners

Saturday 14 September 2019

Discourse on rational and coherent basis about the Catalonian Crisis

14-O A small documentary from the BBC that everyone should see

Friday 13 September 2019

“España es un Estado fascista” se convierte en trending topic mundial tras la sentencia del ‘procés’


Llegó el día y, como se esperaba, la sentencia no ha dejado a nadie indiferente. El Tribunal Supremo ha condenado por sedición a la cúpula del ‘procés’ catalán. Descarta la rebelión pero impone duras penas de entre 9 y 13 años de cárcel para Oriol Junqueras, Raül Romeva, Josep Rull, Joaquim Forn, Carme Forcadell, Jordi Turull, Dolors Bassa, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart e inhabilita por desobediencia a Santiago Vila, Meritxell Borrás y Carles Mundó.
La jornada de este lunes en las redes ha estado protagonizada por este asunto. Para empezar el día, el Gobierno difundió un vídeo preparando el terreno, en el que la vicepresidenta y varios ministros aparecen explicando en varios idiomas que España “es una de las democracias más consolidadas del mundo”. El clip termina con el lema “España, la casa de todos” y el hashtag “Spain #Everybodysland”. Pedro Sánchez lo publicó en su cuenta de Twitter a las 7.45 de la mañana.
Poco después de conocerse la decisión del Alto Tribunal, #SentenciaProces y #SpainIsAFascistState (“España es un Estado fascista”) se convirtieron en el primer y el segundo tema más comentado en Twitter en España y ambos se colaron entre las tendencias de la red social a nivel mundial llegando a estar en tercer y cuarto puesto.
Estas son algunas de las reacciones en la red social:
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