Thursday 17 November 2016

Hechos de Barcelona (mayo de 1937)

Historia contada con cierto intento de objetividad, aún y así, no se ha explicado todavía la "verdadera historia" de cada bando y de cada caso. Demasiados intereses globales de las potencias moviendo hilos e igualmente, dudosos gestos tremendamente crueles entre unos y otros por obtener el poder, sin pensar en el bien común.

Monday 14 November 2016

Los bombardeos químicos con los que España quiso civilizar el Rif

info: https://ymouled.wordpress.com/2016/07/17/los-bombardeos-quimicos-con-los-que-espana-quiso-civilizar-el-rif/

Bombardero de Havilland listo para entrar en acción (1921)

España bombardeo el Rif con armas químicas desde 1921 hasta 1927. Se trata de un armamento que estaba prohibido en el tratado de Versalles y por el Protocolo de Ginebra firmado tras la primera Guerra Mundial. Este hecho nunca ha sido reconocido oficialmente y España siempre ha contado con el silencio y la complicidad de Marruecos, que entre 1956 y 1959 utilizó Napalm contra la población rifeña.

La guerra del Rif fue de una gran crueldad y supuso la ante sala de lo que serían más tarde las guerras en el mundo, basadas en la destrucción total del enemigo.

Diversas asociaciones y agrupaciones rifeñas exigen todavía a España reconocer la autoría de estos ataques y la reparación del daño causado por los elevados casos de cáncer que siguen azotando la zona del Rif en comparación con el resto de Marruecos. Tanto para los familiares de las víctimas, como el resto de la población se trata de una deuda histórica y moral. Recuperar la historia del Rif que ha quedado en el olvido.

La venganza de Alfonso XIII

Con la expulsión de los españoles del Rif el 15 de julio del 1921 tras la batalla de Annual, que costó la vida a cerca de 13.000 soldados (españoles e indígenas) los rifeños proclamaron la Yemauría Rifia (República del Rif). Hecho que supuso la expulsión de una potencia europea a manos de una guerrilla “tribal”. Alfonso XIII con sed de venganza y de resarcirse de la cruel y humillante victoria ante los cabileños ordenó el bombardeo con armas químicas. Los aviones españoles gasearon los poblados con fosgeno, cloropicrina, difosgeno e hiperita (gas mostaza). España se convertía así en una de las primeras potencias en utilizar armas químicas contra población civil.


Alfonso XIII con sed de venganza y de resarcirse de la humillante victoria ante los cabileños ordenó el bombardeo en 1925 con armas químicas.

La guerra del Rif se encuadra entre los años 1921 y 1927, sin embargo en un conflicto bélico que se remonta años atrás. En 1906 la Conferencia de Algeciras supuso un reparto de Marruecos establecido por Francia e Inglaterra, a España no le quedó más que aceptar los designios de estas dos potencias ya que de alguna forma su presencia como potencia colonizadora mejoraba la imagen exterior y permitía explotar el sentimiento patriótico tras la pérdida unos años atrás de la últimas colonias en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Además, la presencia española permitía proteger los intereses económicos en la zona ocupada, el Rif era una zona con unos recursos minerales de mayor calidad que los de la península.

En este contexto en 1909 se inicia la conocida como la Guerra de Melilla que supuso una derrota española en Abarrán y Monte Arruit, y que culminaría en 1921 con Annual. Los españoles habían colonizado la zona oriental de Marruecos y los rifeños no aceptaban que una potencia extranjera usurpara su independencia.

La población rifeña, dirigida por el carismático líder Mohammed Abd El Krim El Jattabi, decidió combatir a la potencia ocupante, al contrario que sultán de Marruecos Moulay Yúsuf que aceptó el protectorado y subió al poder tras abdicar su hermano Abd al-Hafid en 1912. El protectorado que repartía Marruecos como si de un pastel se tratara quedó consumado en 1912 con el tratado de Fez y otorgaba el montañoso terreno del Rif a España, mientras que Francia se apoderaba del resto del país.


En el año 1924 España se convirtió en la primera potencia en rociar con gas mostaza sobre población civil, violando el Protocolo de Ginebra que prohibía el uso de gases asfixiantes tóxicos o similares durante la guerra.

Sería durante la guerra del Rif, cuando tendría lugar una de las épocas más negras de la historia de España, un hecho sin precedentes que ha quedado en el olvido con el paso de los años. El Ejército Español utilizó agentes químicos ante una desesperada acción de acabar con los rifeños.

En el año 1924 España se convirtió en la primera potencia en rociar con gas mostaza sobre población civil, violando el Protocolo de Ginebra que prohibía el uso de gases asfixiantes tóxicos o similares durante la guerra. El gas utilizado se producía en el complejo militar de los Cerros de la Malasoña, al suroeste de Madrid. Una planta construida en 1923 por Alfonso XIII para la elaboración de de estas sustancias, la fábrica fue creada con el apoyo de la inteligencia alemana y francesa.

El Ejército colonial español bombardeó de manera sistemática los poblados del Rif para acabar con la lucha independentista de Abdelkrim. Un crimen contra la humanidad que fue denunciado por prestigiosos historiadores de todo el mundo como así lo recoge el alemán Sebastian Balfour en su libro Dedly Embrace (Abrazo mortal).

Balfour, que estudió abundante documentación española, francesa y británica, sostiene que se lanzaron estas bombas de forma masiva entre 1924 y 1925 en los souks (mercados) y los poblados. La estrategia empleada por los militares coloniales españoles consistía en escoger las zonas más pobladas del Rif y convertirlas en el objetivo de las bombas tóxicas. Explica Balfour que fue posible bombardear a las tropas enemigas porque “los españoles habían retrocedido prácticamente hasta Ceuta y Melilla” tras la batalla de Annual.


Balfour: “Se aludió por parte de España a que no era lo mismo utilizar armas químicas sobre pueblos civilizados que sobre pueblos incivilizados como lo era el Rif”

Annual desencadenó un sentimiento de odio y venganza azuzado por la prensa española. Según Balfour “para justificarse ante el tratado de versalles que impedía la utilización de estas armas, se aludió por parte de España a que no era lo mismo utilizar armas químicas sobre pueblos civilizados que sobre pueblos incivilizados como lo era el Rif”. Para este historiador “el objetivo era la población civil porque los guerrilleros eran difícil de alcanzar, era una guerrilla móvil”.

La periodista e historiadora María Rosa de Madariaga defiende que la primera vez que se usaron los gases tóxicos fue durante la batalla de Tizzi Azza el 5 de junio de 1923. Unos bombardeos que según la historiadora durarían hasta 1927, pues el parte de fin de la guerra dado por el Teniente general José Sanjurjo el 10 de julio de 1927 exponía que pocos días antes se seguía bombardeando con gases tóxicos.

El historiador español Juan Pando reconoció el uso de gas mostaza a partir del año 1923. Una postura que comparte Carlos Lázaro Ávila que sostienen que España utilizó gases tóxicos durante la guerra del Rif, mientras que Francia lo hizo en 1925 en los alrededores de Fez.

Pedro Tonda Bueno, aviador militar español, dejó escrito en su autobiografía La vida y yo diversas referencias al lanzamiento de gases tóxicos que produjeron envenenamiento de los manantiales rifeños. Mientras que Ignacio Hidalgo de Cisneros, en su obra biográfica Cambio de rumbo se muestra protagonista de bombardeos con gases tóxicos al reconocer ser el primer piloto que arrojó 100 kilogramos de bombas de gas mostaza desde su Farman F60 Goliath, en el verano de 1924.

En un telegrama enviado por Dámaso Berenguer, el entonces Alto Comisario del protectorado español (figura de máximo poder en el Marruecos colonial), con fecha del 12 de agosto de 1921 y dirigido al entonces ministro de la Guerra español, Luis Marichalar y Monreal, Berenguer expone:


Siempre fui refractario al empleo de gases asfixiantes contra estos indígenas, pero después de lo que han hecho, y de su traidora y falaz conducta, he de emplearlos con verdadera fruición.

En otro telegrama del comandante General firmado durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera a fecha de 22 de marzo de 1925, propone:


En el zoco el arba de tauirirt de Beni Urriagel, se reúnen los miércoles gran cantidad de enemigos confiados en que nunca se ha bombardeado dicho zoco, ruego a vuestra excelencia me autorice a utilizar 100 bombas C5 (hiperita de 20kg) en el bombardeo que ordenaré para el primer miércoles bueno y con el cual seguramente se conseguirá hacer mucho daño al enemigo.

En el año 2005 la Asociación para la Defensa de las Víctimas de la Guerra del Rif emitió un informe en el que explicaba que todavía se seguían sintiendo los efectos de las armas químicas utilizadas, estableciendo una relación con el elevado número de casos de cáncer que se dan en la región del Rif. Algo que no se ha podido demostrar por la falta de estudios.

En el año 2007, Esquerra Republicana de Catalunya expuso una proposición no de ley al Congreso de los Diputados, para que el estado español reconociese el uso de armas químicas contra la población del Rif. Un proyecto que fue rechazado con el voto en contra del PP y del PSOE.

Arrhas: veneno

Ochenta años después un periodista rifeño Tariq El Idrissi y el madrileño Javier Rada, rescataron en “Arrhas” los testimonios de los últimos supervivientes de aquellos ataques. Tariq en una entrevista a TVE explicó que “en su época los rifeños no eran conscientes del hecho sin precedentes que había supuesto este ataque, sin embargo, hoy día somos conscientes que quisieron exterminarnos”.

Se ha demostrado científicamente que la hiperita es una sustancia cancerígena y que causa irritación en la piel, quemaduras, ceguera, e inhalado en grandes cantidades provoca la muerte. Así lo explican en el documental los supervivientes entrevistados por Tariq.



Mohammed Salah Faragi gaseado con gas mostaza explica: “se pegaba a la piel, era de un color amarillo y negro, parecido al azufre”.



Laarbi Mohamed Chouaib “el manco” comenta que les Bombardearon desde el Peñon de Alhucema “nos rociaron con veneno en 1925”.

Mohmmed “Santiago” recuerda cómo sus hermanas quedaron ciegas “tosían y tosían hasta que murieron, mi madre corrió la misma suerte”. Explica que también fueron contaminadas las aguas y las fuentes de donde había caído el armamento “quemaban la piel al entrar en contacto con el agua, corroía la piel. Mi hermano bebió de la fuente y murió al instante. Desde entonces la tierra es infértil. El líquido tenía un olor fuerte y era amarillo”.

Elevado número de casos de cáncer

Entre los testimonios recogidos en el documental, Balfour comenta que la incidencia de cáncer en las zonas bombardeadas es mayor que el resto de lugares, “se ha establecido científicamente que el gas mostaza afecta genéticamente al genoma en ratas y conejos, y que se transmite de generación en generación, no obstante, no se ha demostrado en los humanos”, añade.

Abdesslam Boutayeb del Foro Hispano Marroquí por la Memoria Común y el Porvenir denuncia que la mayoría de los casos de cáncer en Marruecos se encuentran en la zona del Rif. Explica Boutayeb que: “España cometió dos crímenes de estado, por un lado la coloniación, por el otro, la guerra química”.

Said Aichir de la Asociación Memoria del Rif denuncia que no es casual que “tengamos datos sobre que el 80% de los casos de cáncer que hay en el hospital oncológico de Rabat procedan del Rif”.

Según Madariaga no hubo un seguimiento de los afectados mantenido en el tiempo, por ello es peligroso establecer esa relación causa efecto. “Sin embargo”, añade Madariaga, “es evidente que España tiene una responsabilidad y que debe realizar un reconocimiento de que esto se llevó a cabo”, opina.

España marcaría un precedente histórico por el que nunca ha rendido cuentas, el pueblo rifeño lejos de recibir apoyo por parte de Marruecos sería de nuevo objetivo de armas prohibidas, sucedió durante las revueltas rifeñas en 1958, cuando el ejército marroquí utilizó napalm contra la población rifeña. España y Marruecos nunca han reconocido estos crímenes de guerra.

Explica Ilias El Omari de la Asociación de Víctimas de los Gases Tóxicos que “para Marruecos lo importante es el comercio y la pesca, mantener una buena relación con España antes que enturbiar las relaciones exigiendo esclarecer la historia. Además, pocos recuerdan ya a Abdelkrim”, lamenta El Omani.

Sunday 30 October 2016

Saint Simone Simone Weil and Revolutionary Politics


Saint Simone
Simone Weil and Revolutionary Politics

Lisabeth DuringOctober 27, 2016



Simone Weil (1909–1943) – a French philosopher, Christian mystic and political activist of Jewish origin. Simone Weil, a soldier during the Spanish Civil War (1936)


In the November 1933 issue of the dissident communist journal La Critique Sociale, two nonconformists of the French left took sharply opposed positions on the “catastrophic” character of revolutionary struggle. Both connected to the Communist Democratic Circle, both friends of its founder Boris Souvarine, they disagreed about action. And they disagreed about theory.

Revolutionary agitation is glorious, Georges Bataille wrote, or at least it can be; the militant can throw his life away in a form of “ecstatic sacrifice,” a death-drunk excitation that makes political agitation a worthwhile and transcendent kind of experience. Of course, the effort can also contribute to the improvement of the condition of the oppressed. The right outburst of rapturous violence might push the crisis of capitalism to a head. But that benefit can well be treated as incidental. The real victory is the escape from the self, from the flat and empty existence lived by ordinary people.

Nonsense, responded Simone Weil. If it’s a matter of fleeing from oneself, it’s simpler to gamble or drink. Is this the future of socialism? What are Bataille and I doing in the same revolutionary organization?


The revolution is for him the triumph of the irrational, for me of the rational; for him a catastrophe, for me a methodical action in which one must strive to limit the damage; for him the liberation of the instincts, and notably those that are generally considered pathological, for me a superior morality.[1]

Is revolution a sickness, she wonders rhetorically?

Weil, I believe, was right in this dispute. In any case, the Souvarine circle disbanded shortly after, its dissolution hastened by Bataille’s running off with Colette Peignot, Souvarine’s lover and collaborator, and the source of the funds that kept the journal alive.[2] Simone Weil remained a militant, a critic of capitalism and of Marxism. She volunteered in the Spanish Civil War and on the factory floor, and tried to get herself killed in the Resistance.

Torn between her loyalty to the lucidity of the Cartesian mind and her passion for self-renunciation, Weil can look a lot like the revolutionary Bataille was describing. If her death was not the kind of “ecstatic sacrifice” Bataille imagined, it was not the selfless surrender to a just cause Weil would have preferred. As her friends insisted, she had “sound political judgment.” Qua activist, she was as dogged and methodical as could be desired. But we are not wrong in seeing in her something excessive, something of the abandon of the saint or the Bataillean libertine.

A few years after the 1933 blow-up in in the Democratic Communist Circle, her attraction to mysticism took on sharper contours: attending Easter services at a Benedictine abbey in the Loire, she wrote afterwards, “the thought of the Passion of Christ” entered into her being once and for all. Christianity was pre-eminently the religion of slaves, and slaves cannot help but belong to it.

Bataille also took a mystical turn after 1939, although his notion of ecstatic sacrifice was less altruistic than Weil’s. What renunciation of the self was to Weil, abandon and violence was to Bataille. Her notion of vocation — increasingly spiritual in its formulation and practice — continued to justify political engagement, struggle and action. His, for various reasons, did not. I contrast them, as they did themselves, to raise a question on the fringes of political theory, yet one with a certain amount of resonance at a time when religion has defied the Enlightenment’s expectations, emerging from the private sphere with an appetite for intervention and drama that would have been difficult to predict. Politics and salvation, the City and Heaven, have come back together with a jolt. This leaves us with a question St Augustine thought he had already answered for Christianity (until Luther disrupted the status quo): Can the desire for otherworldly salvation — membership in the invisible and immaterial Kingdom of God — be compatible with political participation here and now, among the principalities and powers? Can a saint be a citizen? The dispute between Weil and Bataille allows us to frame this question for the present.

Simone Weil, who immersed herself in Plato, Rousseau and Marx, concluded that justice was a supernatural virtue, equivalent to Plato’s Idea of the Good, or the Sun. She threw herself into radical syndicalist movements, and believed that no politics was worth supporting if it did not take as its central plank the obligation to the oppressed, an obligation she believed communism in the first part of the 20th century had failed to honor. In an early essay of 1932, “Are we heading for the proletarian revolution?”, she sees in the “crisis of capitalism” few “premonitory signs of the advent of socialism,” and even fewer indications that the “stinking corpse of social democracy,” in Rosa Luxembourg’s words, will cease to infect the political atmosphere any time soon.


Throughout history men have struggled, suffered and died for the oppressed. Their efforts, when they did not remain sterile, have never led to anything except the replacing of one oppressive régime by another. (2)

The fervor of the saint fits awkwardly with the practical imperatives of politics. The violence of the sacred differs from political violence, or political resignation. Political life, Hannah Arendt explained in The Human Condition, is about being in the world, sharing a world. The saint offends against that. Not persuaded by the benefits of the social contract, the saint, like the early Christian in the late Roman city of the Empire, mocks “the normative routines of citizenship.” Obedient to a different conception of value and aspiration, the saint can only stand out as exception or excess. The saint is superfluous to the needs of civil society. As a figure in the public sphere, the saint is too noisy, her behavior too awkward, her obsessions too self-righteous. Which is another way of saying that her way of appearing is unmodified by the norms and conventions the rest of us share, hence much that is “saintly” strikes us as abrasive, graceless, impolite and, if you like, narcissistic. Arendt was not herself tempted to become a saint.


Historically, we know of only one principle that was ever developed to keep a community of people together who had lost their interest in the common world and felt themselves no longer related and separated by it. To find a bond between people strong enough to replace the world was the main political task of early Christian philosophy, and it was Augustine who proposed to found not only that Christian ‘brotherhood’ but all human relationships on charity… charity… while it is incapable of founding a public realm of its own, is admirably fit to carry a group of essentially worldless people through the world, a group of saints or a group of criminals, provided it is understood that the world itself is doomed.[1]

Working on The Human Condition, Arendt was struck by the incongruity of the virtue to which the Christian is supposed to dedicate their life, the virtue of impersonal “love” which, far from intending to improve the world and the conditions of its inhabitants, turns away into an unworldly preoccupation with the self in its privacy. How can saints occupy a common world? How can there be community among and between those whose souls are always ready to leave their bodies, whose passage through space and time is meant to be fleeting, weightless, almost indifferent?

The saint and the revolutionary have some things in common, and they made common cause at various moments in history, in the millenarian uprisings of the Middle Ages and the revolutionary movement started by Thomas Müntzner among the peasants in 16th century Bohemia: against the injustice and corruption of the world and its powers and its principalities, nothing less than violence will do. Christian militancy has a long tradition, trained as it has been in the early cult of the martyrs and the ongoing prestige of sacrifice. Yet mysticism seems an unstable foundation for political action. Its aims are difficult to sustain under the pressure of collective mobilization, which requires skills of organization and discipline, rather than self-abnegation and rapture. European history registers the burnt-out traces of those visionary leaders Norman Cohn nicely calls the “elite of self-immolating redeemers.” They blazed for a moment. They called for a total and unforgiving overturning of all social orders and privileges, for war against the nobility and the landowners; they called for the poor to rise up against their oppressors and come into their spiritual inheritance. Moral rules no longer applied, given that the world suffered from an injustice so degrading that it could only have been sanctioned by the Antichrist. Politics would be spiritual, or they would not be at all. Murder and mayhem were acceptable, some said, for those who had “entered the state of primal innocence.”[3] When the deputies to the Paris Convention of 1793 gave their decree: “War to the palace, peace to the cottage,” they tapped this spirit, and the exaltation that goes with an antinomian conviction of absolute justice. Modern socialism did not, for a number of years, fall too far away from these roots. When it did, according to Simone Weil and others like her, it did so all too abjectly, in the dangerous years between two European wars, and it was the task of clear-headed thinkers to call it to account, even if that meant re-thinking a major theoretical support in the Marxist structure — one on which the revolutionary socialism she favoured had always drawn.

The reputation of political thinkers is a tricky thing. Sometimes your greatest supporters are your worst nightmare. At other moments your best friends can see you more clearly than is comfortable. While Weil was connected to the Souvarine group, her comrade Édouard Liénert described her in this way:


She was an unusual individual. Gifted with exceptional intelligence and erudition, her political judgment was very sound… But she had a strange taste for vain gestures, senseless risks, even for useless sacrifices. [4]

Vain gestures, senseless risks, and useless sacrifices. It forms a certain picture, of a willful and self-absorbed drama queen, performing the high-wire act of political martyrdom for motives hard to reconcile with responsibility for social justice. Why the ardor for sacrifice? Why the use of terms like “supernatural” to describe the need for justice in a world of class division and unchecked domination? Her comrades were puzzled. But at the same time they were impressed by her “sound political judgment,” her lucidity and her precision. “The best mind the workers’ movement has had since Rosa Luxemburg,” wrote Souvarine. Trotsky admired her reports from 1932 Germany, and debated with her at her parents’ comfortable apartment, supposedly saying upon leaving, “You can be proud that the Fourth International was begun in your house.”

Weil’s life story introduces a romanticism that political theory might well want to avoid: the poignant gesture, the indifference to outcomes, the impractical generosity or squandering of life and resources — these are all features that give the aura of counter-culture to such figures as Bataille, Artaud and Benjamin. Politics, we might complain, should be able to carry on without saints and sacrifices. Revolutions and political mobilizations do better without the individualistic fervor and certainty we hear in Weil. If we are tempted to admire her, isn’t there something patronizing in our interest? Aren’t we indulging a taste for morbidity and the dysfunctional, taking a vicarious pleasure in the spectacle of risk, the refusal of safety, the grandeur of what Bataille would call “expenditure”? Can we, doing justice to Weil, keep our critical instincts immune from the appeal of the clinical and the pathological?

A mystic who hated her ancestral Judaism and refused baptism because the Church did not recognize the implicit Christianity of the ancient Egyptians, Homer and the Buddha, Weil doesn’t fit into the canon. Is she a political thinker worth discovering? Part of the problem is, as I said, her friends. Weil has for a number of years been the property of unconventional religious thinkers and philosophers of an Anglo/Wittgensteinian inclination like Iris Murdoch and Peter Winch; she has been admired by cultural reactionaries like TS Eliot and claimed for the anti-bourgeois avant-garde by Susan Sontag. An awkward saint and a self-destructive ascetic, Weil remained loyal to the working class, an enemy of all masters, and convinced that the social world for over 2000 years has protected servitude and idealized oppression. Yet she is, like Bataille, a troublesome gift to philosophers and political thinkers.

Despite the power of her political thinking, Weil failed to attract the attention of the left, who understandably shrunk from her mysticism and that of her admirers. This has changed with the interest of people like Roberto Esposito and Jacques Rancière, and her subliminal presence in the thinking of Giorgio Agamben. Recognition of parallels between Weil and Hannah Arendt has helped the turn towards intellectual respectability. Esposito welcomes her distrust of the notion of “rights,” and notes in her “the tragic confirmation of the inexorable dialectic between rights and force.” “Rights,” Weil wrote in her remarkable essay of 1943, “are by their nature dependent on force.” In seeking to defend themselves against their fellows, individuals make themselves yet more subordinate to the collective. And the collective is a “fiction,” a meaningless and degrading one.

Borrowing Plato’s use of the image “a Great Beast,” a selfish and stupid “social animal,” from Book VI of the Republic, Weil made the same polemical argument throughout her life, from her earliest socialist writings of 1932-3, to her manifesto commissioned by the Free French government in exile in London 1942-3 — her effort to provide a map for the reconstruction and “spiritual renewal” of the French Republic after the fall of fascism. Her tone was emphatic. “If we consider a society as a collective being” it is a “great beast…The social order, though necessary, is essentially evil, whatever it may be.” (OL, 133, 138) All collective entities and collective “minds” are relatives of that “Great Beast.” Political parties, bodies of “public opinion,” nationalist and cultural organizations, all the institutions of identification and social cohesion that crowd the modern world, are enemies of thought and liberty, “marvelous mechanisms” for ensuring that “not a single mind can attend to the effort of perceiving, in public affairs, what is good, what is just, what is true.” “If one were to entrust the organization of public life to the devil, he could not invent a more clever device.”[5]


If there is one thing in the world which is completely abstract, wholly mysterious, inaccessible to the senses and to the mind, it is the collectivity….Man is not made to be the plaything of the blind collectivities he forms with his fellows, any more than he is made to be the plaything of a blind nature. (OL, 92)

What Weil’s thinking leaves no place for is a common framework in which men and women can have a number of common purposes, that is to say, under the best possible conditions, an unalienated framework for social action. Weil saw in her times no hope for such an unalienated framework. Yet her objections go further. Cultural pessimism was, to be sure, both common and comprehensible in the 1920s and 30s, in occupied France and in wartime London. But for Weil, there is nothing in history that would support a belief that justice can be achieved through collective life. Liberty, which she defines as the power to direct with the mind the actions one takes, is incompatible with almost any kind of dependence on others. And it is supremely rational. The absolutely free person is the one in whom every action proceeds from a preliminary judgment concerning the end set for oneself and the sequence of means suitable for attaining that end. Short of that lucidity, no one is free. The community is not the sort of body the mind can inhabit freely. If we are at home there, so much the worse for us. We have learned to love our servitude. We are addicted to our dependence. We get the society we deserve.
Footnotes

[1] ibid, 53

[1] Simone Petrement, Simone Weil, A Life (New York: Schocken, 1988), 208.

[2] Laure Adler, L’Insoumise: Simone Weil (Paris: Actes Sud, 2008), 233-241.

[3] Norman Cohn, The Pursuit of the Millennium (London: Oxford University Press, 1957), 182.

[4] Michael Surya, Georges Bataille (New York: Verso, 2010), 521 n2.

[5] Simone Weil, On the Abolition of all Political Parties (New York: NYRB Classics, 2014), 24.

Monday 24 October 2016

"La represión franquista en Andalucía fue un genocidio"

Genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.

La definición del término es tan clara (según muestra el diccionario de la lengua española) como la deriva terrorista de los rebeldes tras el golpe de Estado del 36. Una matanza que dejó a España, todavía, convertida en la segunda mayor fosa común del mundo con más de 150.000 desaparecidos forzados. Un tercio yace en suelo andaluz. "La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio"


ENTREVISTA | Leandro Álvarez Rey
"La represión franquista en Andalucía fue un genocidio"

El alzamiento militar contra la República dejó en suelo andaluz una muestra voraz de la táctica de terror rebelde con más de 60.000 asesinatos políticos
Las cifras de la violencia extrema buscaban romper el "empate" en la región tras el golpe de Estado que provocó la guerra civil
España es la segunda mayor fosa común del mundo o tiene golpistas enterrados en iglesias gracias al uso de la educación como herramienta de la desmemoria, según el catedrático de Historia Contemporánea Leandro Álvarez Rey 
Juan Miguel Baquero

21 comentarios
15/10/2016 - 19:56h




El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Leandro Álvarez Rey. JUAN MIGUEL BAQUERO


más INFO

En doce años solo se han abierto 332 de las más de 2.000 fosas comunes que hay en España
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GENOCIDIO



Fosas del franquismo en Andalucía: cartografía inacabada de una tragedia


Genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.

La definición del término es tan clara (según muestra el diccionario de la lengua española) como la deriva terrorista de los rebeldes tras el golpe de Estado del 36. Una matanza que dejó a España, todavía, convertida en la segunda mayor fosa común del mundo con más de 150.000 desaparecidos forzados. Un tercio yace en suelo andaluz. "La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio", anota en una entrevista para eldiario.es/andalucia el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Leandro Álvarez Rey.

Dice que los sublevados, o una gran parte, no esperaban una guerra civil.

Preparar una guerra no lo querían ni los más conspicuos conspiradores de julio del 36. Buscaban algo que casi forma parte de la historia de España, un golpe de Estado y la intervención de los militares. Pero saben que encontrarían resistencia y debían extremar la fuerza, que el alzamiento fuera intenso, cruento… en realidad la guerra civil es un empate.

¿Un empate?

Ni el Gobierno (de la Segunda República) tiene fuerza suficiente para aplastar la sublevación en todos los lugares donde se ha producido ni los rebeldes la tienen para que el levantamiento triunfe en todas partes. Esa situación de empate desemboca en una guerra civil.

Es evidente que al final hay desempate. ¿Qué vuelca la balanza?

Lo que tumba esa situación es la llegada de tropas de África y la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Por Cádiz entran dos banderas de la Legión y tres tabores de regulares, unos 3.000 hombres bien adiestrados, aguerridos, que siembran de terror amplias zonas de Andalucía, apoyados por falangistas y requetés, con las tácticas de violencia extrema ya utilizadas en la guerra del Rif.

¿Y por qué esa necesidad rebelde de apelar al terrorismo?

El terror es una necesidad cuando eres consciente de que los más no están contigo. No era un objetivo, era un medio. En lugares donde se asesina a gente de derechas, la represión contraria es absolutamente desproporcionada. ¿Por qué? Esto radiografía la estructura de los pueblos andaluces y, no nos engañemos, es lo que está detrás de la guerra civil: impedir las reformas que la República intentó poner en marcha. El viejo orden que la República amenazó, el de los poderosos sobre los débiles, un mercado laboral donde la única ley era la ley del amo.



Imagen de la exposición 'El Golpe. 80 años (1936-2016)'.



No ha dicho propietarios o terratenientes, dice 'amos'.

A veces no nos damos cuenta de esos detalles. Cuando hablamos de las relaciones sociales y laborales en el campo andaluz no son patronos y trabajadores. Hablamos de amos y jornaleros. Eso lo sitúa en otro nivel.

Y todo deja, tras el alzamiento militar, una Andalucía partida en dos.

Casi hasta el final de la guerra y como escenario de una brutal represión. Asesinatos, expolio, presos… condenar a los sectores más pobres y necesitados de la sociedad andaluza a una supervivencia prácticamente imposible. Hay que remontarse muy para atrás para ver una catástrofe de esa magnitud. Ni siquiera la ocupación francesa a comienzos del siglo XIX dejó ese resultado en Andalucía.

¿Qué cifras maneja?

Unos 54.000 andaluces asesinados por la represión franquista, cifra que aumentará cuando culminen estudios en algunas provincias. Y 8.743 víctimas de la represión en zona republicana. Como comparación, el Chile de Pinochet se llevó por delante la vida de 3.000 personas y en Argentina se calculan en torno a 30.000 desaparecidos. La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio. Uno de cada cinco diputados electos fue asesinado, hay decenas de miles de procesados y muertos en combate, en prisión o trabajos forzados, otros 40.000 condenados al exilio o afectados por la labor depuradora… y en todo este proceso las mujeres fueron un sector de la población especialmente castigado. Muchas fueron vejadas, violadas e incluso asesinadas.



Trabajo arqueológico en la fosa de Puerto Real (Cádiz). JUAN MIGUEL BAQUERO

¿Hay figuras representativas de la comisión sistemática de delitos contra la humanidad?

Queipo de Llano, Díaz Criado, Cascajo en Córdoba, Haro Lumbreras en Huelva, fulano en Granada… en cada provincia. Son los que practican la ‘limpia’.



En Italia el fascismo desapareció en 1944, en Alemania y Japón en 1945, y en España el general Franco duró hasta la época que lo hizo. Durante 40 años se consolidó una memoria de los vencedores.

Queipo sigue enterrado en una iglesia, ¿qué le parece?

Mi opinión es muy radical: en su casa uno puede tener lo que quiera. Y que yo sepa, la Basílica de la Macarena pertenece a la Hermandad de la Macarena. Aunque suscite rechazo, hay que distinguir entre el espacio público y el privado. Pero lo normal sería que a estas alturas la Hermandad de la Macarena considere que no está bien mantener a cualquier personaje bajo cuyo mandato se han cometido estos crímenes.

¿Es una muestra del denominado 'franquismo sociológico'?

Quien crea que el franquismo se sostuvo en España durante 40 años gracias al apoyo del Ejército al general Franco es que no se ha enterado del país en el que vive. En España existe una gran masa de población que por razones culturales, religiosas o las que sean vivió muy a gusto y se sintió muy identificada con lo que fue el régimen franquista.

¿Las administraciones públicas deben ser taxativas con la parafernalia simbólica del fascismo?

Lo que se pueda corregir y resulte ofensivo, para los descendientes de las víctimas y cualquier persona con cultura y valores democráticos, se debe ir restringiendo. Incluso por la fuerza. Ahora, si en mi casa quiero tener un retrato de Franco, ¿quién es el Estado para impedirlo? Es una labor de educación social, no sólo de imposición.

¿Y ha sido la educación una herramienta de la desmemoria?

Sí. A veces el problema radica en el tipo de historia que se explica. De acontecimientos, fechas… la historia tiene otra función además de recordar el pasado: educarnos en nuestro propio presente.

¿Incluso en las facultades?

Es que además la historia no es algo que se transmita solo en las aulas, también se trasmite en el seno de las familias, en el callejero, en las plazas… es todo lo que nos rodea. Y si la que se pretende mantener es aquella que ensalza a los golpistas frente a los que defendieron el régimen legítimo de su país, poco puedes hacer en un aula.

¿Por esto España es la segunda mayor fosa común del mundo?

Que sea un país con una situación así, que haya un personaje como Queipo enterrado en una iglesia, estatuas dedicadas, calles… No debemos olvidar que en países como Italia el fascismo desapareció en 1944, en Alemania y Japón en 1945, y en España el general Franco duró hasta la época que lo hizo. Durante 40 años se consolidó una memoria de los vencedores que incluso, creo, llegó a calar entre los propios descendientes de los vencidos.

Thursday 20 October 2016

"La represión franquista en Andalucía fue un genocidio"


"La represión franquista en Andalucía fue un genocidio"


El alzamiento militar contra la República dejó en suelo andaluz una muestra voraz de la táctica de terror rebelde con más de 60.000 asesinatos políticos

Las cifras de la violencia extrema buscaban romper el "empate" en la región tras el golpe de Estado que provocó la guerra civil

España es la segunda mayor fosa común del mundo o tiene golpistas enterrados en iglesias gracias al uso de la educación como herramienta de la desmemoria, según el catedrático de Historia Contemporánea Leandro Álvarez Rey 

Juan Miguel Baquero

21 comentarios
15/10/2016 - 19:56h



El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Leandro Álvarez Rey. JUAN MIGUEL BAQUERO


FOSAS En doce años solo se han abierto 332 de las más de 2.000 fosas comunes que hay en España
MEMORIA "Es lo más duro que he visto": la fosa de Puerto Real como ejemplo del terror franquista
PERFIL ¿Quién era Queipo de Llano?
ETIQUETAS: Andalucía, Memoria Histórica, franquismo, derechos humanos, genocidio

GENOCIDIO



Fosas del franquismo en Andalucía: cartografía inacabada de una tragedia


Genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.

La definición del término es tan clara (según muestra el diccionario de la lengua española) como la deriva terrorista de los rebeldes tras el golpe de Estado del 36. Una matanza que dejó a España, todavía, convertida en la segunda mayor fosa común del mundo con más de 150.000 desaparecidos forzados. Un tercio yace en suelo andaluz. "La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio", anota en una entrevista para eldiario.es/andalucia el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Leandro Álvarez Rey.

Dice que los sublevados, o una gran parte, no esperaban una guerra civil.

Preparar una guerra no lo querían ni los más conspicuos conspiradores de julio del 36. Buscaban algo que casi forma parte de la historia de España, un golpe de Estado y la intervención de los militares. Pero saben que encontrarían resistencia y debían extremar la fuerza, que el alzamiento fuera intenso, cruento… en realidad la guerra civil es un empate.

¿Un empate?

Ni el Gobierno (de la Segunda República) tiene fuerza suficiente para aplastar la sublevación en todos los lugares donde se ha producido ni los rebeldes la tienen para que el levantamiento triunfe en todas partes. Esa situación de empate desemboca en una guerra civil.

Es evidente que al final hay desempate. ¿Qué vuelca la balanza?

Lo que tumba esa situación es la llegada de tropas de África y la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Por Cádiz entran dos banderas de la Legión y tres tabores de regulares, unos 3.000 hombres bien adiestrados, aguerridos, que siembran de terror amplias zonas de Andalucía, apoyados por falangistas y requetés, con las tácticas de violencia extrema ya utilizadas en la guerra del Rif.

¿Y por qué esa necesidad rebelde de apelar al terrorismo?

El terror es una necesidad cuando eres consciente de que los más no están contigo. No era un objetivo, era un medio. En lugares donde se asesina a gente de derechas, la represión contraria es absolutamente desproporcionada. ¿Por qué? Esto radiografía la estructura de los pueblos andaluces y, no nos engañemos, es lo que está detrás de la guerra civil: impedir las reformas que la República intentó poner en marcha. El viejo orden que la República amenazó, el de los poderosos sobre los débiles, un mercado laboral donde la única ley era la ley del amo.



Imagen de la exposición 'El Golpe. 80 años (1936-2016)'.



No ha dicho propietarios o terratenientes, dice 'amos'.

A veces no nos damos cuenta de esos detalles. Cuando hablamos de las relaciones sociales y laborales en el campo andaluz no son patronos y trabajadores. Hablamos de amos y jornaleros. Eso lo sitúa en otro nivel.

Y todo deja, tras el alzamiento militar, una Andalucía partida en dos.

Casi hasta el final de la guerra y como escenario de una brutal represión. Asesinatos, expolio, presos… condenar a los sectores más pobres y necesitados de la sociedad andaluza a una supervivencia prácticamente imposible. Hay que remontarse muy para atrás para ver una catástrofe de esa magnitud. Ni siquiera la ocupación francesa a comienzos del siglo XIX dejó ese resultado en Andalucía.

¿Qué cifras maneja?

Unos 54.000 andaluces asesinados por la represión franquista, cifra que aumentará cuando culminen estudios en algunas provincias. Y 8.743 víctimas de la represión en zona republicana. Como comparación, el Chile de Pinochet se llevó por delante la vida de 3.000 personas y en Argentina se calculan en torno a 30.000 desaparecidos. La represión franquista puede ser calificada, en Andalucía al menos, como genocidio. Uno de cada cinco diputados electos fue asesinado, hay decenas de miles de procesados y muertos en combate, en prisión o trabajos forzados, otros 40.000 condenados al exilio o afectados por la labor depuradora… y en todo este proceso las mujeres fueron un sector de la población especialmente castigado. Muchas fueron vejadas, violadas e incluso asesinadas.



Trabajo arqueológico en la fosa de Puerto Real (Cádiz). JUAN MIGUEL BAQUERO

¿Hay figuras representativas de la comisión sistemática de delitos contra la humanidad?

Queipo de Llano, Díaz Criado, Cascajo en Córdoba, Haro Lumbreras en Huelva, fulano en Granada… en cada provincia. Son los que practican la ‘limpia’.



En Italia el fascismo desapareció en 1944, en Alemania y Japón en 1945, y en España el general Franco duró hasta la época que lo hizo. Durante 40 años se consolidó una memoria de los vencedores.

Queipo sigue enterrado en una iglesia, ¿qué le parece?

Mi opinión es muy radical: en su casa uno puede tener lo que quiera. Y que yo sepa, la Basílica de la Macarena pertenece a la Hermandad de la Macarena. Aunque suscite rechazo, hay que distinguir entre el espacio público y el privado. Pero lo normal sería que a estas alturas la Hermandad de la Macarena considere que no está bien mantener a cualquier personaje bajo cuyo mandato se han cometido estos crímenes.

¿Es una muestra del denominado 'franquismo sociológico'?

Quien crea que el franquismo se sostuvo en España durante 40 años gracias al apoyo del Ejército al general Franco es que no se ha enterado del país en el que vive. En España existe una gran masa de población que por razones culturales, religiosas o las que sean vivió muy a gusto y se sintió muy identificada con lo que fue el régimen franquista.

¿Las administraciones públicas deben ser taxativas con la parafernalia simbólica del fascismo?

Lo que se pueda corregir y resulte ofensivo, para los descendientes de las víctimas y cualquier persona con cultura y valores democráticos, se debe ir restringiendo. Incluso por la fuerza. Ahora, si en mi casa quiero tener un retrato de Franco, ¿quién es el Estado para impedirlo? Es una labor de educación social, no sólo de imposición.

¿Y ha sido la educación una herramienta de la desmemoria?

Sí. A veces el problema radica en el tipo de historia que se explica. De acontecimientos, fechas… la historia tiene otra función además de recordar el pasado: educarnos en nuestro propio presente.

¿Incluso en las facultades?

Es que además la historia no es algo que se transmita solo en las aulas, también se trasmite en el seno de las familias, en el callejero, en las plazas… es todo lo que nos rodea. Y si la que se pretende mantener es aquella que ensalza a los golpistas frente a los que defendieron el régimen legítimo de su país, poco puedes hacer en un aula.

¿Por esto España es la segunda mayor fosa común del mundo?

Que sea un país con una situación así, que haya un personaje como Queipo enterrado en una iglesia, estatuas dedicadas, calles… No debemos olvidar que en países como Italia el fascismo desapareció en 1944, en Alemania y Japón en 1945, y en España el general Franco duró hasta la época que lo hizo. Durante 40 años se consolidó una memoria de los vencedores que incluso, creo, llegó a calar entre los propios descendientes de los vencidos.

Thursday 22 September 2016

Violaciones, humillación y tortura: así trató el franquismo a las mujeres detenidas


Violaciones, humillación y tortura: así trató el franquismo a las mujeres detenidas







Durante el franquismo, muchas mujeres sufrieron represión solo por el hecho de ser mujeres. Entre las torturas a las que fueron sometidas, están la violación, los abortos forzados, las descargas eléctricas en zonas genitales, las purgas con aceite de ricino y el robo de bebés.




Ahora, por primera vez se presenta una querella por aquellos crímenes de género cometidos por los falangistas.


La organización Women's Link ha pedido a la jueza argentina María Servini de Cubría, que instruye el único proceso abierto en la actualidad contra los crímenes franquistas, que investigue también los crímenes cometidos contra las mujeres.


La querella presentada incluye los testimonios de seis mujeres. Cinco de ellas fueron asesinadas después de sufrir las vejaciones. La sexta, es la abogada feminista Lidia Falcón, superviviente del horror franquista que fue detenida siete veces entre los años 1960 y 1974.


Durante el franquismo, las mujeres que participaban en actividades políticas, eran parte de partidos o habían combatido en el bando republicano, fueron duramente reprimidas al igual que los hombres. Pero sus castigos fueron diferentes porque además llevaban implícito un componente de género que los hombres no sufrían.


Estas mujeres habían cuestionado el papel que los falangistas habían reservado para ellas: el de buena esposa, sumisa, ama de casa dedicada exclusivamente a cuidar del hogar y de los hijos.


Sus castigos debían servir de ejemplo para el resto de las mujeres que quisieran salirse de la línea marcada por la dictadura. Además, muchas sufrieron el llamado "delito consorte". Es decir, eran hijas, esposas, compañeras o hermanas de hombres republicanos.


Una vez que eran detenidas, se les rapaba el pelo y eran sometidas a abusos como violaciones, golpes en el bajo vientre a las mujeres embarazadas y todo tipo de insultos sexistas. A algunas, les quitaban los bebés y los daban en adopción a familias falangistas para "eliminar la semilla marxista". Otras acabaron siendo fusiladas y sus cuerpos siguen en las fosas comunes que el Gobierno no quiere investigar.


Este es el caso de las seis mujeres de la querella presentada en el Juzgado de Buenos Aires.


Margalida Jaume Vendrel, una relojera de Mallorca, vio como en 1936 los falangistas se llevaban a su marido. En unos días ella también fue arrestada. Fue violada por uno de los falangistas del cuartel, torturada y finalmente ejecutada. Estaba embarazada de 7 meses.


Las hermanas Daria y Mercedes Buzadé Adroher se unieron en Mallorca a una expedición republicana como personal sanitario. Fueron detenidas por los falangistas que quisieron "comprobar" su virginidad.


En el cuartel fueron brutalmente violadas. Después las obligaron a tomar aceite de ricino, que provocaba diarreas constantes, y fueron "paseadas" por las calles por su captores.


Pilar Sánchez Lladrés militaba en el Partido Socialista cuando en 1936 las tropas falangistas detuvieron a su marido y sus 4 hijos. Ella logró esconderse pero días después fue arrestada cuando salió del escondite. 4 hombres abusaron de ella repetidamente y le propinaron numerosas palizas hasta finalmente matarla y arrojarla a la fosa común del cementerio de Sencelles.


Matilde Lanza Vaz militó en el Partido Comunista y fue parte activa del mismo desde la proclamación de la Segunda República. En 1939 fue detenida y juzgada en un consejo de guerra. Las autoridades iniciaron una labor de adoctrinamiento para convertirla al catolicismo. En 1941 la aíslan y obligan a bautizarse. Antes del bautizo, la joven se arroja desde lo alto de la prisión prefiriendo el suicidio. Aún así, tras 45 minutos de agonía, y todavía inconsciente, las autoridades carcelarias la consiguen bautizar.


La sexta mujer de la querella, Lidia Falcón O'Neil, fue detenida y procesada en varias ocasiones por la publicación de artículos de opinión. Sufrió torturas claramente dirigidas a su condición de mujer, que consistieron en golpes en el estómago y en el hígado al grito de "ahora ya no parirás más, puta bruja".


Estos seis casos son solo una pequeña muestra de los miles de casos de violencia contra la mujer que se produjeron durante la época franquista.


Miles de casos que aún no han sido investigados.


Miles de cuerpos enterrados en fosas comunes que aún no han sido abiertas.


Toneladas de tierra que aún pesan sobre las víctimas y asfixian el avance sano de toda la sociedad.


Fuente: Playground Magazine



Title : Violaciones, humillación y tortura: así trató el franquismo a las mujeres detenidas
Posted by : Eco Republicano
Date : 18.3.16
Labels : MEMORIA HISTORICA

Sunday 18 September 2016

España No Existe

Extracto de entrevista a mujer Gitana super Sabia: Que falta incorporar un poco la cultura y la historia gitana a la española. Totalmente, es que no salimos. Hay mucha influencia, en la música, la cultural, el arte. En la guerra civil había gitano en los dos bandos. Artistas. En Andalucía, el tema de la identidad también se diluye, no se sabe dónde empieza lo andaluz y dónde acaba lo gitano. Al final la marca España se crea en base a la identidad gitana. ¿Qué pensamos como marca España? En el traje de flamenca, el exotismo. Hay una historiadora sevillana, María Sierra, que a mí me gusta mucho, que tiene una ponencia titulada “España, la patria que devora”, sobre cómo ha construido España su identidad, que no la ha tenido. España como tal no existe, el Franquismo tenía que crear una identidad.  


mas: http://www.lamarea.com/2016/07/02/la-izquierda-masculina-blanca-se-olvida-las-reivindicaciones-la-realidad-las-comunidades-gitanas/

Wednesday 14 September 2016

La grupación anarquista Mujeres Libres entre 1936 Y 1939


Educar para liberar a la mujer


La grupación anarquista Mujeres Libres consiguió, entre 1936 Y 1939, que 20.000 mujeres se formaran profesionalmente, conociesen su cuerpo y cuestionasen su papel en la sociedad.

Mujeres de la época que trabajaban como mecánicas. CNT

http://www.publico.es/sociedad/educar-liberar-mujer.html


Mujeres de la época que trabajaban como mecánicas. CNT

http://www.publico.es/sociedad/educar-liberar-mujer.html

El cine fantástico y de terror también tiene nombre de mujer
Mujeres contra el patriarcado: la lucha de las republicanas por la emancipación
Neus Català, 100 años de resistencia antifascista


JENNIFER TEJADA DEWAR

@JENNTEJADA92


MADRID.- Acabar con la ignorancia, la esclavitud y la sumisión sexual eran los principales objetivos de Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón, las impulsadoras de Mujeres libres, una revista cultural y de documentación social que vivió entre los años 1936 y 1939. Poco después crearían la agrupación anarquista vinculada a la CNT con el mismo nombre, a través de la cual llevarían a cabo diferentes proyectos para luchar por la emancipación de la mujer frente a la relación jerárquica que sufrían en la sociedad.

Este fin de semana en el Ateneo de Madrid se celebraron las jornadas Mujeres libres y feminismo en tiempos de cambio, organizadas por La Fundación Andreu Nin y la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, vinculada a la CNT. En la mesa redonda La educación como vía de la emancipación de la mujer, se contó con la participación de Laura Sánchez Blanco, profesora de Historia Moderna en la Universidad de Salamanca, que destacó el papel que tuvo Mujeres Libres en la lucha por la igualdad en los años 30.

“Miles de mujeres tienen que reconocer su propia voz porque ha sido silenciada por la historia”. Las palabras de Sánchez Saornil describen el objetivo de la publicación nacida en una época en la que el analfabetismo femenino superaba el 47% y la mujer se veía obligada a estar en un segundo plano, siempre subordinado al hombre. La revista pretendía atraerlas al movimiento libertario y enseñarles los pasos que tenían que seguir para ser libres. La agrupación, con clases teóricas y prácticas, capacitaba a la mujer con la formación que requería para ser más independiente.

La educación triple vs la triple esclavitud

La escritora y periodista María Ángeles García-Maroto también estuvo en la mesa redonda, donde defendía la idea de que la educación “puede hacer esclavos, pero también puede hacernos libres”. “Es más”, añadía, “es un arma revolucionaria”.

El proyecto de Mujeres Libres se planteó con la idea de una triple educación para abolir la triple esclavitud a la que estaban sometidas las mujeres. En primer lugar, se luchó por acabar con la ignorancia: “si no podemos hacer uso de la palabra, no podemos defendernos, por lo que somos esclavas de aquellos que nos dicen lo que tenemos que hacer”, explicaba Sánchez Blanco.

El segundo paso era ofrecerles una formación de esa revolución social que se perseguía. En la revista se explicaban los principios básicos del anarquismo: “Había que abolir el Estado, el Gobierno, y toda autoridad que nos convierta en esclavas” aclara la profesora.

Según Sánchez Blanco, otro de los temas en los que se centraron es en la condición sexual de la mujer: “Estaba destinada a ser una buena madre y dueña de su hogar”. Lo que se pretendía desde la agrupación era reeducar a la sociedad y que fuese la mujer la que decidiese si quería ser madre o no. También desarrollaron una campaña importante sobre la maternidad consciente, es decir, en la cual se lanzó el mensaje de “procrear con cabeza”.
Los proyectos educativos para las mujeres

Mujeres Libres creó 147 agrupaciones, a las que estaban inscritas 20.000 mujeres. “Comparada con otras agrupaciones femeninas podemos considerarla pequeñita”, dice Sánchez Blanco, refiriéndose al número de inscritas, “pero si consideramos todos los proyectos que han desarrollado podemos considerarla grande, por todas las buenas ideas e intenciones que tenían y los logros que consiguieron, a pesar de las barreras que se encontraron en el camino”.

Para demostrar esta idea, la profesora universitaria destacó algunos de los trabajos importantes que se fueron expandiendo por los diferentes barrios de Madrid, que fue el foco inicial del proyecto.

Se impartieron clases elementales de cultura general y de idiomas para acabar con la ignorancia. Se creó una escuela teórico-práctica de automovilismo para que las mujeres aprendiesen a conducir. Y, en algunos barrios, hacían charlas dominicales para que entendiesen que “la política era la tiranía que las había hecho esclavas”. Además, las mujeres no tenían ninguna independencia económica ya que estaban bajo la tutela del padre si estaban solteras o del marido si estaban casadas. Por ello, Mujeres libres les ofrecía una formación que las capacitaría profesionalmente, lo cual les permitiría ser realmente libres.

Sin dejar de lado la lucha de la mujer, por las circunstancias bélicas del momento, mostraron apoyo en la retaguardia: “Crearon una lechería, un huerto donde hacían prácticas agrícolas, tenían talleres de confección de ropas y recibieron formación en asistencia sanitaria”.

Las agrupaciones avanzaron tanto que decidieron crear un instituto de cultura para recibir a más mujeres. Fue entonces cuando incorporaron una oferta de enseñanza superior de contabilidad, anatomía y fisiología.

Amparo Poch y Gascón era la encargada de impartir lecciones de anatomía. No conocían ni su propio cuerpo femenino porque era un tema tabú. En las clases se hablaba abiertamente sobre el aparato genital de la mujer y la prevención de enfermedades. La prostitución fue otro tema que se abordó: “No queremos tener hijas. Es una preocupación porque pueden acabar siendo prostitutas”. Así reflexionaban las mujeres embarazadas con las que trabajaba Poch y Gascón. “Sin embargo no se preocupaban cuando era el hombre o los hijos los que iban a los prostíbulos”, destaca Sánchez. Por ello, las clases de Poch y Gascón fueron fundamentales para entender la liberación de la sumisión sexual de la mujer.
La mujer en la actualidad

A pesar de toda la lucha que hicieron mujeres como Sánchez Saornil, Poch y Gascón o Comaposada, la mujer actual todavía se encuentra con una triste realidad: “Todavía estamos más en casa que los hombres, cuando hay un enfermo en casa somos normalmente las cuidadoras, a los niños somos nosotras quienes le damos el biberón…”, lamenta la periodista García-Montoro. Recuerda, además, que la revista Mujeres Libres abogó siempre por una maternidad libre, y por desgracia, en la actualidad todavía parece que las mujeres tienen asignado el papel de madres en esta sociedad. “A los hombres no se les exige casarse o ser padre”, zanja.

Durante la exposición de ideas en la mesa redonda, Laura Sánchez Blanco mostró una fotografía de mujeres que trabajaban de mecánicas para ilustrar el avance social que se consiguió en esos años, pero añadió: “Es muy triste que a día de hoy fotos como éstas sigan sorprendiendo”.

Monday 12 September 2016

La raza hispana de Franco


Las dos grandes obsesiones del franquismo en los estudios sobre la naturaleza humana eran las mujeres y la igualdad. No entendía ni una cosa ni otra
Ilustración: Martínez
JAVIER CARABALLO

14/08/2016 05:00 - ACTUALIZADO: 15/08/2016 02:03

La crisis económica y política ha provocado un auge del populismo en todo el mundo. No es la primera vez en la historia que sucede; cada periodo de incertidumbre es caldo de cultivo para un populismo que acaba derivando en totalitarismo. En sus delirios, los mayores populistas de la historia acaban dejando una impronta que, con el paso de los años, se convierte en tragicomedia que no oculta ni disimula la tragedia que provoca en la ciudadanía



El 23 de agosto de 1938, el mítico motorista de Francisco Franco, ese que llevaba en el zurrón la carta que el dictador le mandaba a sus ministros para cesarlos, tocó con los nudillos la puerta del despacho del doctor Antonio Vallejo-Nájera, en Burgos. Un sobre cerrado y un mensaje corto del Generalísimo: “En contestación a su escrito del 10 del actual proponiendo la creación de un Gabinete de Investigaciones Psicológicas cuya finalidad primordial será investigar las raíces psicofísicas del marxismo, manifiesto que de conformidad con su mencionada propuesta, autorizo la creación del mismo”. Vallejo- Nájera leyó el comunicado, cerró el sobre, miró al techo y suspiró de alegría. Comenzaban sus estudios sobre la inferioridad mental de los rojos con los que fortalecería su tesis sobre la necesidad de regenerar la raza hispana.

Antonio Vallejo- Nájera era por aquel entonces jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del régimen franquista y con el papel que le entregó el motorista, y que ha documentado el historiador Ricard Vinyes, profesor de la Universidad de Barcelona, le pudo dar rienda suelta a las atrocidades que había mamado años antes en la Alemania nazi. Fue nombrado director de Investigaciones Psicológicas de los Campos de Concentración y comenzó sus terribles experimentos con dos grupos de presos, brigadistas internacionales y presas políticas que estaban encerradas en la cárcel de Málaga.

No hace falta extenderse mucho sobre los delirios del comandante Vallejo-Nájera porque sus conclusiones, leídas hoy, parecen sacadas de la ficción o de la parodia; llamarían muchas veces a la carcajada si detrás no se intuyera la brutal represión y humillación a las que sometió a todos los que pasaron por su laboratorio. Las dos grandes obsesiones del franquismo en los estudios sobre la naturaleza humana eran las mujeres y la igualdad. No entendía ni una cosa ni otra. Sobre la lucha por la igualdad, el comandante Vallejo-Nájera concluyó, en el artículo que publicó en una revista médica, que existía “inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política”, sobre todo de “los marxistas que aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a causa de su inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia”.

Más cruel aún lo fue con las mujeres que ‘analizó’ en la cárcel de Málaga. Si un marxista se explicaba por su inferioridad mental, una mujer marxista evidenciaba una inferioridad redoblada. “Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad (…) Además, en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes”.

Vallejo-Nájera publicó 'Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza' en la que abogaba por “una supercasta hispana, étnicamente mejorada”

Como se entenderá, esa última frase, de quien hablaba bien era del autor, de sus obsesiones y complejos sexuales, y los de tantos capitostes del régimen con el dictador a la cabeza, más que de las pobres mujeres a las que humilló el franquismo, incluso arrebatándoles sus hijos porque “la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible”. En la escala de desprecios, el franquismo, en su demencia, sólo colocaba por encima de las mujeres a los homosexuales, a los que consideraba “degenerados superiores”. Como exclamaron al expirar la contienda: “España, tras la Guerra, es finalmente viril”.

La cuestión es que Vallejo-Nájera, no sólo empeñó su labor científica a la demostración de que el marxismo y la lucha por la igualdad eran una clara muestra de debilidad mental; ya antes, siguiendo los pasos de la Alemania nazi, había publicado, en 1937, la obra 'Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza’ en la que abogaba por “una supercasta hispana, étnicamente mejorada, robusta moralmente, vigorosa en su espíritu”. Y es ahí, en ese ensayo que tanto entusiasmó al dictador, donde la perversión alcanza su mayor cota, jaleada, renglón a renglón, por una verborrea fascista que, tantos años después, todavía asusta. Una breve demostración final utilizando párrafos de ese ensayo con la fórmula de aprendizaje de los colegios franquistas, cuando el profesor preguntaba a la clase por los valores de la patria y los niños cantaban de corrido los textos propagandísticos que habían memorizado.



Ahí van, preguntas y respuestas: ¿Qué es la raza española? “La esencia de la raza hispana radica en el patriotismo”. ¿Cómo se puede mejorar la raza hispana? “La raza que no quiere estar subyugada por los inferiores y débiles de cuerpo y de espíritu debe engrandecer los biotipos de buena calidad hasta lograr que predominen en la masa total de la población”. ¿Quiénes son los enemigos de la raza? “El hombre estúpido, holgazán, inconstante, inatento, voluble, caprichoso o amoral no tiene derecho a recibir una educación cultural superior, porque la desperdiciará. Ni los mediocres y los inferiores intelectuales. Nivelar la cultura general del pueblo constituye una quimérica ilusión: Los intelectuales han de ser siempre la aristocracia de la raza”.

Friday 26 August 2016

Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936–1939

Spain in Our Hearts

The front cover of the first edition (hardcover)
Author Adam Hochschild
Country United States
Language English
Subject Spanish Civil War
Publisher Houghton Mifflin Harcourt

Publication date March 29, 2016
Media type Print (hardcover and paperback), e-book
Pages 464 (2016 US edition)
ISBN 978-0-547-97318-0
OCLC 913924490
[1][2]


Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936–1939 is a non-fiction book by Adam Hochschild that was first published by Houghton Mifflin Harcourt on March 29, 2016.[1][2] The book is an account of the American volunteers who participated in the Spanish Civil War from 1936 to 1939. The story centers around several American volunteer fighters and journalists, tracing their motivations for joining the war and their experiences during the war which left many disillusioned. The book explains the involvement of foreign leaders including Adolf Hitler, Benito Mussolini and Joseph Stalin, and explains why the Republican faction ultimately lost.

Hochschild knew several American volunteers personally, and was partly inspired by them to write the book. Most of Hochschild's archival research on the subject was carried out at the Tamiment Library and Robert F. Wagner Archives.

Spain in Our Hearts was generally well-received by critics. Hochschild's writing in particular, was praised for being compelling and well-researched. Many reviewers also commended the book's balanced perspective that covers the atrocities committed by both factions in the war. In his lukewarm review, William Deresiewicz felt that the book did not provide adequate context for the war, leaving many of the questions the book raises unanswered.[3]


Contents
1Background and development
1.1Title
2Content
3Critical response
4References
5External links
Background and development[edit]

George Orwell's (pictured)Homage to Catalonia spurred Hochschild's interest in the Spanish Civil War

Adam Hochschild is an American author and co-founder of the progressive American magazine Mother Jones.[4][5] Much of his writing focuses on historical social injustices and the individuals who campaigned to end them.[5][6] Hochschild said of the overarching theme in his work: "To me there's nothing more interesting than trying to evoke moments when men and women risked their lives to battle horrendous injustice [...] It's hard for me to imagine spending four or five years working on a book if there isn't some pressing moral issue at the core of the story."[7] A popular historian,[2] Hochschild has stated that his intention is not to provide new analyses of historical events with his books, but rather "to bring a period of time alive by focusing on 10 or 12 people who lived through it, and whose lives intersected in some way."[7] Hochschild's previous books include the acclaimed King Leopold's Ghost, an account of the colonial atrocities committed in the Belgian Congo;[8][9] The Unquiet Ghost: Russians Remember Stalin, an account of the effects of Joseph Stalin's dictatorship on contemporary Russians;[10] and Bury the Chains, an account of the anti-slavery movement in the British Empire.[11]

Hochschild was first drawn to write about the Spanish Civil War due to his personal associations with several Americans who had volunteered in the war. Hochschild's interest in the topic was deepened by his high regard for Homage to Catalonia, George Orwell's personal account of his experiences in the war, as well as Hochschild's observation that the war was the only time that many Americans had risked their lives in another nation's civil war.[7]

Hochschild began his research for Spain in Our Hearts by spending months reading books and articles about the participation of American volunteers in the Spanish Civil War, so as to determine the main characters in his book. After narrowing down the focus of his book, Hochschild conducted extensive archival research, particularly at the Tamiment Library and Robert F. Wagner Archives, whose collection includes the writings of hundreds of the American volunteers. While visiting the Hoover Institution Library and Archives, Hochschild was introduced to the writings of Lois Orr who then became a major character in his book.[7]
Title[edit]

The title for the book is taken from a quote by French philosopher Albert Camus on the Spanish Civil War: "Men of my generation have had Spain in our hearts. It was there that they learned ... that one can be right and yet be beaten, that force can vanquish spirit and that there are times when courage is not rewarded."[12]
Content[edit]

General Francisco Franco was the leader of the Nationalist faction

Spain in Our Hearts is an account of the American volunteers who participated in the Spanish Civil War.[13] The civil war was fought between the left-leaning Republicans who were loyal to the democratically-elected Second Spanish Republic, and the right-wing Nationalists who were led by General Francisco Franco.[13] While the Nationalists were backed by foreign fascistleaders Adolf Hitler and Benito Mussolini, the Republicans were not supported by other Western democratic governments due to their communist-leaning ideologies.[14] Despite this, many left-wing Americans volunteered to fight on the side of the Republicans, forming the Lincoln Battalion of the International Brigades.[15] The book is told as a collective biography[16] of several American volunteers and journalists, namely, Robert Hale Merriman, an Economics doctoral student who commandeered the Lincoln Battalion; George Orwell, a novelist and volunteer fighter; Lois Orr, a member of the POUM female militia; and journalists Ernest Hemingway, Louis Fischer and Virginia Cowles. Jason Gurney, a British sculptor who fought in the International Brigade, is also a major character. Merriman serves as the central figure and the book begins with his disappearance during battle in April 1938.[15][17]

Hochschild explains the motivations of the American volunteers, who fought on the side of the Republicans due to their opposition to fascism and their support of communism. Severely lacking in equipment and training, the Lincoln Battalion suffered heavy losses such as in the Battle of Brunete in 1937. While the Republicans received limited aid from Joseph Stalin's Soviet Union, the arms embargo that the United States, United Kingdom and France had imposed on Spain meant that they could not buy the weapons needed to fight against the Nationalists, who were being armed by Hitler's Germany and Mussolini's Italy.[14][17] As such, Hochschild explains that many of the Republicans' attacks and strategies were not made for the purpose of direct victory, but instead were meant to convince Western powers to commit to supporting them.

Hochschild discusses the impact Texaco chairman, Torkild Rieber, had on the civil war. Rieber was sympathetic to fascist regimes and illegally supplied cheap oil on credit to the Nationalists in direct violation of the American arms embargo.[3] Hochschild explains how Stalinist repressed the non-communist leftists and anti-Stalinist POUMmembers, which in turn disillusioned many of the American volunteers.[17][18] George Orwell was inspired by the experience to write Homage to Catalonia,[13] and anti-Stalinism was a key theme in his later works such as Animal Farm and Nineteen Eighty-Four.

Hochschild points out that Hitler and Mussolini used the Spanish Civil War to test out weapons and strategies that they would later employ in World War II.[14][15] This includes the 1937 bombing of Guernica which was the first ever aerial bombing of civilians by a military air force.[3] Hochschild concludes that Western intervention would have prevented the Nationalist victory in the civil war, but ultimately would not have prevented World War II. The book's final chapter details Merriman's death, with quotes from his widow's letters, and ends with an American woman travelling in 2012 to an old battleground site to honor her uncle's death in 1938.[17][19]
Critical response[edit]

Adam Hochschild in 2017

Spain in Our Hearts received many positive reviews for its "exceptional"[2][20] and "moving"[12][13][20] narrative, particularly its prose that historian Michael Kazin described in The New York Times as "consistently vivid yet emotionally restrained."[16] In a lukewarm review, Harper's Magazine's William Deresiewicz was critical of the book for not providing sufficient background and context to the war, citing its "rush narrative" that left many questions unanswered.[3] Rich Benjamin, writing for The Guardian, felt that while the book sheds little new information about the war, overall, Hochschild provides new insight into the conflict through his gifted storytelling, deep knowledge of military history and "beautiful sense of private hurt."[17] Other reviewers enjoyed the pace of the book[2][13][20] and felt that it was well-researched.[21][22]

Many reviewers also praised the book for providing a "nuanced"[1] and "unromantic"[16] perspective of the war that does not gloss over the atrocities both sides committed despite Hochschild's clear sympathy for the Republic's cause.[14][23] The book's focus on the perspective of the American volunteers in an "often overlooked"[20] conflict was described by Kazin as unique[16] and by journalist Bob Drogin as "long-overdue".[15] Hochschild's revelations on the little-known involvement of Texaco chairman Torkild Rieber in bankrolling the Nationalists was also commended.[17][18][24] Author Kevin Baker wanted Hochschild to cover a wider perspective, but conceded that doing so would have meant losing the "shining courage and tenacity" that Hochschild evokes from his characters' personal stories.[25]On the other hand, the World Socialist Web Site's reviewer considered Hochschild to have a poor grasp on the wider political issues surrounding the Spanish Civil War, asserting that the book perpetuates pro-Stalinist propaganda and understates the Republic's repression of POUM members.[26]

The main characters, many of whom are little known, were considered compelling by reviewers.[16][17][22] Hochschild's use of writings from the war–ranging from reports by writers such as Ernest Hemingway and André Malraux, to letters between Martha Gellhorn and Eleanor Roosevelt–was seen as a strength that enhanced the book.[17][20] The Los Angeles Review of Books also gave Hochschild credit for "giv[ing] voice" to obscure writers through his comprehensive archival work that unyielded the previously unpublished writings of numerous American volunteers.[20]

The New Republic was very complimentary of the book, declaring that it surpasses George Orwell's Homage to Catalonia as the "best introduction" to the Spanish Civil War written in English.[13]