Thursday, 4 March 2021

La Policía ve delito de odio en el mensaje antisemita de la falangista Isabel Peralta

HASTA CUATRO AÑOS DE PRISIÓN

El informe policial considera que la principal oradora del acto de homenaje a la División Azul en Madrid infringió el artículo 510 del Código Penal



La joven nazi, Isabel Peralta, durante su reciente discurso antisemita en Madrid LV




La falangista Isabel Peralta, la principal oradora en el acto neonazi de homenaje a la División Azul en Madrid, cometió un delito de odio el pasado 13 de febrero cuando lanzó proclamas antisemitas, según revela el informe policial que ha avanzado El Periódico y confirmado La Vanguardia. Su discurso, con frases como "el enemigo siempre va a ser el mismo, (...) el judío... El judío es el culpable", le puede costar la libertad a esta hija de un exedil del Partido Popular.


De acuerdo con las conclusiones que la Policía ha enviado a la Fiscalía, la joven neonazi infligió el artículo 510 del Código Penal, que contempla penas de hasta cuatro años de prisión.


El informe llega después de que la Fiscalía de Madrid abriera una investigación sobre las "proclamas antisemitas" que efectuadas en el acto en el que unas 300 personas homenajearon a la división militar española que combatió junto a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

La fiscalía abrió diligencias posteriormente a la solicitud de investigación que hizo la Federación de Comunidades Judías debido a las "graves acusaciones" e "insultos" hacía la comunidad judía que se cometieron durante la marcha.

En el plano virtual, Twitter tomó las medidas necesarias para reprender a Peralta cuando le cerró su perfil en la red social pocos días después de que la joven adquiera notoriedad por su discurso. La cuenta de la falangista, que abrió en mayo de 2019, estaba repleta de mensajes machistas, homófobos y fascistas.

El perfil, por lo tanto, "incumplía las reglas de Twitter", entre las que se incluyen la prohibición de amenazar a individuos o colectivos y de usar un perfil para "expresar odio hacia una persona, grupo o categoría protegida".

Wednesday, 3 March 2021

The European Parliament today showed complicity in Spain’s abuse of human rights by lifting the immunity for MEPs

 

Tuesday, 2 March 2021

Los nazis que España nunca quiso extraditar



Imagen principal: Simons, a la izquierda de la imagen detrás de Hess y de Hitler / Fuente: Blog Enlace Judío


Marc Pons


Barcelona, 2 de mayo de 1945. Aeropuerto del Prat. En las postrimerías de la II Guerra Mundial y de la ocupación alemana de Francia (1939-1945) —París ya había sido liberado (25/08/1944)—, llegaban en un avión procedente de Vichy (sede del estado francés pronazi del mariscal Pétain), Pierre Laval, Abel Bonnard y Maurice Gabolde, destacadísimos dirigentes de aquel estado títere y destacadísimos colaboradores del régimen nazi alemán en la persecución, detención, encarcelamiento, torturas y deportación de miles de judíos franceses en el campo de exterminio de Auschwitz. También habían colaborado con el régimen de Hitler en la detención y deportación de miles de trabajadores franceses reacios al nazismo, en las fábricas de armamento de Alemania, donde serían tratados como esclavos.

Los nazis de Vichy

Laval, Bonnard y Gabolde habían tramitado y obtenido el asilo en España a través de José Félix de Lequerica —embajador español en París, primero, y en Vichy, después— que, curiosamente, había sido quien, en 1940 (poco después de la ocupación nazi de Francia y desde la sede diplomática española) había urdido la detención y deportación del president Companys, saltándose todos los protocolos internacionales de extradición. El régimen de Franco no pudo resistir la presión internacional y acabó entregando Laval a la justicia francesa, que lo condenaría a muerte. Pero, en cambio, Bonnard y Gabolde engrosarían una vergonzosa lista de 13.471 nazis franceses, condenados in absentia por crímenes contra la humanidad, que morirían tranquilamente, de viejos, refugiados en España.

Gabolde

Bonnard y Gabolde serían el paradigma de los nazis franceses acogidos y protegidos por España. Más concretamente, Gabolde ejercería como profesor del Centro de Estudios Friedendorff, situado en el Paseo de Gracia, 11 de Barcelona (una academia de comercio internacional creada en 1940 por el reconocido nazi alemán Ziedt Friedendorff, que presentaba el francés como un "prestigioso catedrático extranjero"). Gabolde, condenado por crímenes contra la humanidad, no sólo no fue extraditado, sino que no se escondió nunca. La prensa de la época (La Vanguardia Española, entre 1946 y 1954), publica que impartió conferencias, tanto en el Friedendorff como en la Universidad de Barcelona. Murió en Barcelona en 1972, a los ochenta y un años de edad, protegido por el régimen franquista.



Laval, Bonnard y Gabolde / Fuente: Wikipedia

Buyse

Pero los nazis franceses no fueron los únicos que fueron acogidos y estuvieron protegidos en España. La vergonzosa lista se amplía a nazis alemanes y belgas que —en algunos casos— fueron resituados en Catalunya. Jan Buyse fue el Léon Degrelle de Catalunya. El belga Buyse era un entusiasta del régimen nazi, y cuando las tropas de Hitler invadieron Bélgica (1940), fue nombrado jefe de las SS en Bruselas, y entre 1943 y 1945 dirigió el departamento Rasse und Siedlung (Raza y Repoblación), uno de los aparatos del programa Endlösung der Judenfrage (la Solución Final al problema judío). Después del conflicto mundial, la justicia belga lo condenó a cadena perpetua y trabajos forzados (1945), pero consiguió escaparse (1950), y poco después aparece en España acogido por el régimen franquista.



Jan Buysse / Fuente: Archives Generales du Royaume. Bruselas

El nazi de Siurana

Buyse —como todos los nazis que huyeron a España— no se vio en la necesidad de vivir oculto, ni se tuvo que alimentar removiendo entre la basura. Pasó de la prisión belga a la dirección de una empresa alemana denominada Defries, radicada en Barcelona y dedicada a la venta de maquinaria. Y no sólo eso. Buyse —aficionado al alpinismo y conocido popularmente como el nazi de Siurana-, fue miembro destacado de un grupo alpinista que publicaría varios trabajos sobre la montaña. Y a pesar de la condena que pesaba sobre su cabeza (por detenciones, torturas, secuestros, asesinatos y fuga), la justicia española ni lo interrogó, ni lo detuvo, ni lo entregó a las autoridades belgas. Murió en su chalet de Siurana (Priorat), en 2002, a los ochenta y nueve años de edad.



Siurana. A unos quinientos metros del pueblo, en un chalet aislado, vivía y murió Buyse / Fuente: Turismo de Siurana

La Odesa española

Gabolde y Buyse sólo son dos ejemplos de los centenares de criminales nazis que el régimen franquista español alojó en Catalunya. Pero ponen de relieve la existencia de una estructura de acogimiento y recolocación de estos criminales en lugares relevantes en aquel paisaje de miseria de la posguerra. En este sentido, se ha hablado sobradamente de las Ratlines (la red de fuga y resituación de estos criminales) que dibujan un eje clarísimo entre las cenizas del nazismo, el Vaticano, España y Argentina. Incluso se han rodado algunas películas que lo ilustran, como Odesa (1974). Sin embargo, en cambio —exceptuando algunos estudios— no se ha puesto de relieve la red de complicidades entre las cenizas del nazismo y el aparato político, militar, policial y judicial de la España franquista.

España, refugio seguro de los fugitivos nazis

Efectivamente, varios estudios prueban que los criminales nazis fugitivos encontraron en España los medios para eludir la acción de la justicia de los países aliados y para iniciar una nueva vida sin complicaciones económicas. Un artículo publicado por la revista de historia Hispania Nova detalla que, en algunos casos, estos criminales se incorporaron al ejército, a las fuerzas paramilitares o a la policía españolas, y en otros, a empresas privadas vinculadas al régimen. Incluso, en algunos casos, la recomendación personal estaría firmada por Franco. En su petición de asilo, los méritos que esgrimían eran, curiosamente, siempre los mismos: su participación personal en el conflicto civil español (1936-1939) en el bando franquista, en tareas llamadas de inteligencia.

Urraca, el reverso de la Odesa española

En este punto cobra una fuerza especial la figura de Pedro Urraca Rendueles, el policía que detuvo e interrogó al presidente Companys en la Francia ocupada por los nazis (1940) y lo entregó al SMPI (Servicio Militar y Policial de Información) en Madrid. Concluido el conflicto mundial, Urraca fue condenado a muerte in absentia por la justicia francesa (1946) acusado de dirigir una red de delación y de espolio a judíos franceses y en territorio francés durante la ocupación nazi (1940-1945). Urraca no fue nunca entregado a la justicia francesa, pero lo más relevante de su caso es que pone de manifiesto la reciprocidad en pretendidas tareas de inteligencia entre las policías española y alemana posteriormente al conflicto civil español y durante la ocupación nazi de Francia.



Pedro Urraca / Fuente: Blog Iñaki Anasagasti

Urraca, la macabra burla a las víctimas del nazismo

Según algunas informaciones, Urraca se acogió a una especie de indulto (que no es lo mismo que una amnistía) dictado en 1953 por el gobierno francés. No obstante, había quedado más que probado que había urdido y se había beneficiado —profesional y económicamente— del robo y el asesinato de centenares de judíos franceses. Y, sorprendentemente, el régimen franquista le encomendó —de nuevo— tareas de inteligencia, esta vez en Bélgica. Y, por si no era suficiente, en una maniobra que no sería más que una macabra burla a sus víctimas, lo condecoró con la máxima distinción policial. Urraca murió el año 1989, en Madrid, a los ochenta y cinco años, once después de la promulgación de la Constitución del 78, sin haber pagado por sus terribles crímenes.

Degrelle i Simons, la macabra burla a la justicia belga

Tampoco pagaron nunca los nazis belgas Léon Degrelle (colaborador del régimen nazi en la persecución y deportación de miles de judíos belgas en el campo de exterminio de Auschwitz y, en los últimos compases de la guerra, general de las SS) y Paul Simons De Aerschot (responsable de la detención y deportación de miles de jóvenes belgas disidentes en las fábricas de armamento alemanas). Bélgica reclamó su extradición durante décadas; pero Degrelle moriría en Málaga en 1989, a los ochenta y siete años; y Simons moriría en San Sebastián en 1994, a los ochenta y nueve. En este punto es importante destacar que cuando murieron estos dos criminales ya no gobernaba Franco, sino que el jefe de estado era Juan Carlos I y el presidente del gobierno era Felipe González (PSOE).

https://www.elnacional.cat/es/cultura/marc-pons-los-nazis-que-espana-nunca-quiso-extraditar_437274_102.html

Ni los nazis ni los fascistas: Texaco fue el aliado crucial de Franco en la Guerra Civil

Cuando los Junkers Ju 52 de Hitler bombardearon Madrid nadie se preguntó de donde sacaban el combustible, pero esta fue una de las claves de la victoria franquista


A la izquierda, Torkild Rieber. A la derecha, Francisco Franco. Como uña y carne.
Por Miguel Ayuso


Aunque se trata del conflicto que ha definido la historia de España en el último siglo, quizás por ignorancia –¿interesada en ocasiones?– seguimos desconociendo muchos detalles de nuestra Guerra Civil. Es común dar por hecho que los mayores aliados de Franco fueron la Alemania nazi y la Italia fascista, al igual que la Unión Soviética ofreció ayuda a la Segunda República, pero muy pocos saben que, en realidad, el mayor aliado internacional con el que contó Franco durante la contienda tenía su despacho a más de 5.500 kilómetros del Gobierno de Burgos: en el edificio Chrysler de Nueva York.

Como cuenta el historiador y periodista estadounidense Adam Hochschild en su nuevo libro 'Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936–1939' (Houghton Mifflin Harcourt) –del que 'Salon' ha ofrecido un adelanto–, ninguno de los cientos de periodistas extranjeros que presenciaron los bombardeos de Madrid se preguntaron de dónde salía el combustible que utilizaban los Junkers Ju 52 que Hitler envió a Franco, habida cuenta que el Generalísimo no contaba en principio con ningún suministro de petróleo y Alemania e Italia eran países importadores. El bando sublevado contaba con el mejor aliado que podía tener: un empresario filofascista que dirigía una de las mayores petroleras del mundo.
No es personal, solo negocios

Torkild Rieber nació en Noruega, pero a los 15 años emigró a San Francisco. Durante años trabajó como marinero de cubierta en barcos que transportaban empleados contratados en Calcuta a las plantaciones de azúcar de las Indias Occidentales Británicas, y fue ascendiendo en el escalafón de las navieras. A los 22 años, tras sobrevivir a una reyerta a navajazos contra un colega borracho, logró la nacionalidad estadounidense y, en poco tiempo, se convirtió en el capitán de su propio petrolero.

“Piensa que a un autócrata sólo tienes que sobornarlo una vez. Con las democracias hay que seguir haciéndolo una y otra vez”

Su embarcación fue adquirida por la Texas Company, más conocida por el nombre de las gasolineras que la empresa tenía por todo Estados Unidos, Texaco. Probablemente, Rieber habría sido otro empleado más de la petrolera si no hubiera dado el braguetazo: se casó con la secretaria de su jefe, fue escalando en la compañía y, en 1935, justo en el gran momento de expansión de la empresa, fue nombrado CEO.

Decía Thomas Jefferson –al que cita Hochschild en su libro– que “los mercaderes no tienen país”, pues “el lugar en el que están no constituye un vínculo tan fuerte como el sitio del que obtienen sus ganancias”. Se tratas de una afirmación muy acertada, máxime en estos tiempos globalizados, pero resulta especialmente acertada para definir la actitud de Rieber a cargo de Texaco, una compañía que ya era famosa antes de su ascenso por ser la más descarada y agresiva de las petroleras.

Y, cuando se trata de hacer negocios, es mucho mejor tratar con dictaduras que con democracias. “Piensa que a un autócrata sólo tienes que sobornarlo una vez”, aseguró un amigo de Rieber sobre el empresario. “Con las democracias hay que seguir haciéndolo una y otra vez”.
Sí pasaran (mis petroleros)

En 1935, la República Española firmó un contrato con Texaco que convirtió a la compañía de Rieber en su principal suministrador de combustible. Pero pasado un año, cuando Franco dio su golpe de Estado, al empresario estadounidense no le importó en absoluto cambiar de bando.

“Sabiendo que los camiones militares, tanques y aviones no sólo necesitan combustible, sino una amplia gama de aceites de motor y otros lubricantes, el CEO de Texaco ordenó rápidamente a un petrolero de la empresa que cargara un suministro en el puerto francés de Burdeos y lo enviara a los nacionalistas, que estaban pasando por dificultades”, cuenta Hochschild. “Fue un gesto que Franco nunca olvidaría”.

“No os preocupéis por los pagos” fue la respuesta de Rieber cuando los sublevados le dijeron que iban justos de efectivo

En pleno inicio de la contienda, el empresario en persona viajó a Burgos para reunirse con Franco y aceptó cortar el suministro de petróleo a la República para apoyar sin reservas al bando nacional. La ayuda de Rieber fue fundamental en los primeros días de la guerra, y no sólo por su traición al orden democrático establecido, sino por darle a Franco todo lo que pedía sin esperar nada a cambio.

“No os preocupéis por los pagos”, fue la respuesta de Rieber cuando los sublevados le dijeron que iban justos de efectivo. Como reconoció más tarde un ejecutivo de Campsa –que desde 1927 era la compañía nacional que monopolizaba el suministro de petroleo–, “pagábamos lo que podíamos cuando podíamos”.
Una ayuda ilegal

Pese a que la Guerra Civil era portada casi a diario en los grandes periódicos estadounidenses de la época, nunca se hizo público que uno de los grandes empresarios de América estaba ayudando de forma descarada a los franquistas, incumpliendo por el camino la legislación sobre neutralidad del país.

Las Leyes de Neutralidad de 1930 limitaban la acción de las empresas estadounidenses al comerciar con un país en guerra. En teoría, estaba prohibido que los petroleros de Texaco llevaran combustible a Franco (y el bando nacional carecía de este tipo de naves) y, además, era ilegal vender suministros a crédito (y el oro del Estado español estaba en manos republicanas).

No pasó mucho tiempo hasta que los funcionarios de aduanas estadounidenses se percataron de que los petroleros de Texaco estaban incumpliendo la ley: supuestamente, salían de la terminal de Texaco en Port Arthur (Texas) con dirección a Rotterdam o Ámsterdam, pero a mitad del camino, los capitanes cambiaban su rumbo y se dirigían a los puertos que controlaba Franco.

El FBI llegó a interrogar a Rieber, pero el presidente Franklin D. Roosevelt, que no quería participar de forma alguna en la Guerra Civil española, ni siquiera persiguiendo una violación tan evidente de la ley estadounidense, solucionó el asunto por lo bajini con un tirón de orejas. Texaco tuvo que pagar una multa de 22.000 dólares por extender crédito a un Gobierno en guerra, pero nada se hizo por detener el suministro de petróleo a los golpistas.

En años recientes, el historiador Guillem Martínez Molinos estudió los archivos de Campsa para conocer los entresijos del suministro de hidrocarburos durante la Guerra Civil y realizó otro descubrimiento: la compañía cobró a Franco solo por los hidrocarburos, no por su transporte, lo que ahorró al bando sublevado cientos de miles de dólares.
Un espía al servicio de Franco

Por si fuera poco, Texaco no sólo prestó ilegalmente petróleo a Franco, además trabajó como servicio de inteligencia para los sublevados. Como es sabido, Mussolini dispuso submarinos italianos en el Mediterráneo para impedir que los republicanos recibieran suministros de sus aliados. Y Franco, en cuanto pudo, hizo lo propio con su flota. Los nacionalistas fueron increíblemente eficaces al capturar o derribar los cargueros que llevaban combustible a la República, logrando que al menos 29 barcos no llegaran a su destino. Ahora sabemos la razón de tamaño éxito: Franco tenía acceso a la red de inteligencia marítima de la petrolera.

William M. Brewster coordinó todo un operativo de inteligencia que aportó a Franco hasta el último detalle del suministro de petroleo a la República

Rieber ordenó a la oficina de Texaco en París que recabara información sobre los petroleros que se dirigieran a puertos republicanos. El dirigente de ésta, William M. Brewster, coordinó todo un operativo de inteligencia que aportó a Franco hasta el último detalle del suministro de petroleo, incluida la cantidad y el tipo de fuel que transportaba cada embarcación y cuánto se había pagado por él. Y, siempre que se podía, se ofrecía información útil a los bombarderos y submarinos que pudieran atacar el objetivo.

Como cuenta Hochschild a modo de ejemplo, el 2 de julio de 1937 Brewster envió un telegrama al jefe de la Campsa franquista sobre el SS Campoamor, un petrolero republicano que un agente de Texaco había visto en Le Verdon, un puerto francés cercano a Burdeos. La tripulación había cubierto el nombre y el casco con una capa de pintura negra y se dirigía a Santander bajo bandera británica, donde debía entregar 10.000 toneladas de queroseno. Además, explicaba el telegrama, la tripulación solía descuidar el barco “casi todas las noches”. Cuatro días más tarde, cuando la mayor parte de los marineros estaban de fiesta en la playa, un pequeño destacamento franquista tomó la embarcación y la llevó a uno de los puertos de Franco.
España paga traidores

Al finalizar la contienda, España devolvió a la petrolera estadounidense todo el combustible prestado por valor de unos 20 millones de dóalres (unos 325 millones de hoy en día). Dado la inestimable ayuda que Rieber ofreció a Franco no es de extrañar que el CEO de Texaco se convirtiera en un VIP del régimen. El empresario fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, uno de los mayores honores que puede recibir en España un civil.

Tras finalizar la Guerra Civil española, Rieber continuó con su política exterior, ahora ayudando al Tercer Reich. Texaco estuvo vendiendo petróleo a los nazis incluso tras estallar la II Guerra Mundial. Rieber, de hecho, se reunió con Hermann Göring tras la invasión de Polonia y visitó varias intalaciones militares de los nazis. Pero, logicamente, estas amistades peligrosas acabaron pasándole factura.

El empresario fue despedido de forma fulminante pero enseguida encontró trabajo: Franco le nombró jefe de compras de Campsa en América

En 1940 las autoridades estadounidenses descubrieron que varios de los alemanes que había contratado Rieber eran espías nazis que estaban usando la red de comunicación interna de Texaco para transmitir información a Berlín. El empresario fue despedido de forma fulminante pero enseguida encontró trabajo: Franco le nombró jefe de compras de Campsa en América. Tras este empleo fue alternando otros puestos directivos muy bien pagados en la industria y murió rico en 1968, con 86 años.

“El petróleo de Texaco ayudó a Franco a ganar la Guerra Civil española y así estar en posición de apoyar a los nazis en la gran guerra que llegó después”, concluye Hochschild. “Un incontable número de marineros americanos perdieron su vida en manos de los 21 U-boats alemanes que tenían su base en la costa atlántica española. 45.000 españoles se enrolaron voluntariamente en el ejército de Hitler y España supuso un flujo incesante de minerales que necesitaba la industria de guerra alemana”. Todo por no haber aplicado la legislación vigente ante tanaña corruptela empresarial.

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-03-24/ni-hitler-ni-mussolini-texaco-fue-el-aliado-crucial-de-franco-en-la-guerra-civil_1172972/