Tuesday, 9 February 2021

La Transición española fue una operación encubierta de la CIA

Los distintos gobiernos de Adolfo Suárez reportaban a la Embajada de Estados Unidos todos los movimientos que se iban realizando para la democratización de España

Por José Antonio Gómez
- 01/11/2020

Juan Carlos I, con un whisky en la mano, saluda a Henry Kissinger ante la mirada del presidente Gerald Ford


Diario16 ha tenido acceso a un documento de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) del 11 de septiembre de 1976 en el que se muestra cómo los distintos gobiernos de Adolfo Suárez reportaban a la embajada norteamericana todos los movimientos políticos que se iban a realizar de cara al proceso de democratización de España tras la muerte de Franco.

La Transición era un hecho tan importante para los Estados Unidos que la CIA no dudó en enviar a su estación de la calle Serrano de Madrid a expertos oficiales de Agencia, hombres curtidos en operaciones encubiertas en Latinoamérica, como R. E. Gahagen, Néstor Sánchez, R. Kinsman, L. Therry o Ronald Estes, quien, por cierto, tuvo participación en la Primavera de Praga o en Beirut, donde financió a la Falange Libanesa.

El 11 de septiembre de 1976, en el informe de inteligencia diario que recibe el presidente de los Estados Unidos, la CIA señala claramente la información recibida por parte del Ejecutivo español. Dicho documento, por desgracia, está todavía muy censurado, lo cual indica que el nivel de información era muy elevado y aún hoy podría afectar a la seguridad nacional de Estados Unidos.


Esa mañana Gerald Ford se desayunó en la Casa Blanca con un documento que contenía información sobre Egipto, Libia, China, Siria, Irak, Líbano, Sudáfrica, Israel, España y Yugoslavia. En referencia a nuestro país se señala en el índice que el discurso de Suárez sobre la reforma política es el mayor paso hacia un acuerdo con la oposición antifranquista:

El apartado dedicado a España es el más extenso de todo el documento y está muy censurado. Es muy probable que esas partes ocultas contengan fragmentos de un informe remitido por el gobierno a la Embajada o a la estación de la CIA en el que se detallaban los movimientos previstos e, incluso, la propia Ley de Reforma para tener la aprobación de los Estados Unidos.

En las tres páginas dedicadas a España, además de hacer un resumen del discurso televisivo de Suárez presentando las líneas generales del Proyecto de Ley de Reforma Política que el gobierno iba a llevar a las Cortes, se señalan puntos muy importantes de los planes del Ejecutivo una vez fuese aprobado.

«El papel del actual gobierno será preparar la elección legislativa. Suárez no especificó cómo se haría, pero según un informe previo enviado a la Embajada de Estados Unidos, el gobierno tiene la intención de presentar sus propuestas para la realización de las elecciones y el establecimiento de una legislatura bicameral al parlamento actual y posteriormente a un referéndum. Armado con un mandato popular, Suárez dictará leyes electorales por decreto», afirma el documento de la CIA.

Para entender la importancia del informe que recibió Ford en la mañana del 11 de septiembre de 1976, hay que entender que el Proyecto de Reforma Política no se aprobó en las Cortes hasta el mes de noviembre de ese año y, además, adelanta acontecimientos que ocurrieron en diciembre de 1976 y en los primeros meses de 1977 hasta que fueron convocadas las elecciones, como, por ejemplo, el hecho de que Suárez gobernara por decreto tras los resultados del referéndum para la reforma política.

Todo esto indica que los norteamericanos estaban supervisando, a través de sus servicios de inteligencia, todo el proceso de democratización de España. Los Estados Unidos estaban, en determinados sentidos, ejecutando una «black op», una operación encubierta de la CIA, como hicieron durante la Guerra Fría en países como, por ejemplo, Chile, Irán o Panamá.

Durante la Transición, gran parte de los movimientos que se realizaron para convertir a España en una democracia tras 40 años de dictadura, estuvieron controlados por los agentes y los jefes de estación de la CIA. Para ello, los espías norteamericanos lograron captar como activos a importantes miembros del Ejército –en actividades paralelas a la colaboración con la inteligencia militar española–, destacados líderes políticos, grandes empresarios, banqueros, personajes de la cultura y periodistas.

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