Tuesday, 14 April 2020

14 April 2020 anniversary of the República Española and Catalana

14 d'abril de 1931







Col·lecció de 30 cromos emesos per Chocolates Guillén, l'any 1931, amb escenes de la Història de la Revolució i Proclamació de la República. Els dibuixos són de Tínez (Juan Martínez Buendía, 2 d'octubre de 1893 - 17 d'abril de 1957), col·laborador habitual del TBO.


Retallable de la Proclamació de la República Catalana



Francesc Macià. Proclamació de la República
Catalana dins de la Federació Ibèrica
Retallable de la Proclamació de la República Catalana
Font: & piscolabis librorum
https://enarchenhologos.blogspot.com/2011/04/14-dabril-de-1931.html?fbclid=IwAR3GzLlM-eUHc9PaxtrpjtIiwPfM7s6IKiqGjqVKOiecvza9HrmhTtdKwGM

Monday, 13 April 2020

'Matones' A la luz como corresponde






Era una de las novedades destacadas de Pamiela para el Día del Libro, pero, dada la situación, la presentación pública del nuevo libro de Bingen Amadoz tendrá que esperar. 80 estremecedores relatos componen este volumen del que les ofrece un adelanto.
"Hay muchas personas cuyos crímenes han podido permanecer ocultos, cuando no han sido celebrados. Este libro trata de dar luz a esa oscuridad, a ese legado de crímenes tapados y negados casi cincuenta años después de que finalizara la dictadura, cuya violencia deja sus huellas en las memorias de las familias".
JACQUELINE URLA
Profesora de la Universidad de
Massachusetts, EE UU
Los testimonios recogidos en Matones son tan solo una muestra. En Navarra hubo unos 3.500 asesinados y, por tanto, otros tantos dramas. Este es el elemento más trágico de la represión, pero son incontables los demás aspectos de la feroz política de humillación, robo, pérdida de empleos llevada a cabo durante la guerra, la postguerra y la dictadura. Le sucedió un período de reciclaje interesado, de pseudodemocracia tan largo como la dictadura. Los dueños del poder se dedicaron a tapar, a poner todas las dificultades posibles para no enseñar. Hay un largo rosario de órdenes primero y de desidia después, que afectaron directamente a los perdedores. No cabe todo en lo que, sin embargo, sí puede ser un compendio que resume un total inabarcable.
El objetivo final del trabajo, el ¿para qué?, es fácil de explicar. Se trata de divulgar lo ocurrido para sacarlo a la luz asuntos tras décadas de silencio.
1. El miedo, esa cerrada niebla
El miedo, esa cerrada niebla que se pega a la piel para contagiar su fría humedad. El miedo, ese fantasma que paraliza los músculos del cuerpo, esa tenaza pesada que acogota el alma, la entraña del que lo padece. ¿Qué hacer con el miedo sembrado por las peores pasiones de las gentes? Hay miedos que acompañan toda una vida. ¿Cómo desasirse del miedo que nos atrapa con sus verdades crueles hasta hacernos indefensos, débiles, vulnerables? Cuando la tiranía del miedo emponzoña a toda una sociedad víctima de la injusticia€ convierten a los perdedores en esclavos de la dictadura o de los que la defienden en una interminable agonía a la que denominan transición y democracia, sabiendo todos que es mentira, que no han cambiado más que la envoltura para que bajo falsas apariencias no se cambie lo fundamental, lo realmente necesario. Imponen monarquía, amejoramiento del fuero, sin consultar al pueblo. Y al miedo le dan alas para que siga aplastando.
40 años y luego 39 más. Y en agosto de 2014 en Valcardera, nuestro Delphos particular, el oráculo de los dioses rojos nos muestra su mensaje de esperanza. Viene surcando los cielos a lomos de 53 parlanchinas cigüeñas. Las cosas van a cambiar, ¡por fin! Vamos a abrir puertas para expulsar al miedo. Y ciertamente ocurre. Es mayo de 2015.
Reunimos a tres hermanas que fueron vecinas de la calle de la Merced, en el casco viejo de Iruña. Las tres son huérfanas de padre desde 1936. La Merced€ tan lejos de la justicia, tan cerca de la pobreza. El fascismo se ensañó con sus vecinos. Masacraron al barrio para "limpiarlo» de rojos. 80 años después, en 2016, las tres mujeres hablan del miedo. Se citan personajes, penurias, encuentros, insultos, y vuelven al miedo. Y al silencio inevitable provocado por el terror del nuevo orden que odia las palabras.
En el cine Príncipe de Viana mientras los asistentes esperan a que empiece la función alguien esta criticando al dictador. Un hombre se levanta y echa mano del pistolón que guarda entre la ropa y lo empuña ante el público empequeñecido, tembloroso. Todo el cine escucha su amenaza: "Al que hable mal de Franco lo mato". Y se hace el silencio. Y el miedo se inmiscuye en lo más profundo de las mentes infantiles, juveniles, adultas, allá donde ya han encontrado su sitio el dolor, la angustia y las carencias.
Se escuchan en los adoquines las grandes zancadas de Pasos largos, el requeté Benito Santesteban. Se desplaza desde el taller de la calle Dormitalería, donde se fabrican santos y se deciden matanzas, hasta la tienda de artículos religiosos abierta al público en la avenida de Carlos III. Es alto, de cara desgraciadamente fea, pero en el recuerdo destaca ante todo el miedo que sembraba a su paso.
Las hermanas nunca pudieron hacer el duelo por su padre al que apresaron cuando trabajaba alicatando las paredes de lo que pronto sería el garage de Unsain en la plaza ahora de las Merindades. Sus captores le dijeron: "No hace falta que te pongas la chaqueta. No la vas a necesitar". Se lo llevaron y aun hoy es un desaparecido. A su familia ni siquiera le permitieron que lamentara su ausencia. En su casa no pudieron expresar dolor ante nadie. Tampoco hubo posibilidad de superarlo, de paliar la pena, de encontrar consuelo. A sus hijas se les olvidó para siempre llorar. El miedo ocupó el lugar de las lágrimas. El miedo se alargó más y más en el tiempo, anuló la capacidad de reacción e incluso se intentó colar de refilón entre las transmisiones heredadas por la siguiente generación. Pero ahí se pilló los dedos. Se transmitieron el dolor, el trauma pero el miedo no. El miedo hubiera querido generar olvido entre los perjudicados pero ahí también fracasó estrepitosamente. Siempre hubo memoria. Cada vez hay más memoria.
En la Merced había rojos y también azules, seguramente menos, pero los había. "Saludaba todos los días a la señora Babila que vivía debajo –dice una de las hermanas–, y ella solo contestaba con portazos. La escuchábamos gritar apoyada en el alféizar de la ventana: "Hay que matar también a los hijos de los rojos!". Y nosotros niños, hijos de rojos ¿que podíamos esperar? ¡Ay!, qué miedo!". Pero las ganas de matar se avinagran o se pasan. ¡Vaya usted a saber! Nadie sabe qué le pudo ocurrir a la señora Babila pero un día en vez de contestar a los buenos días con un portazo hizo pasar a la niña a su casa. "Me cogió aupas –cuenta la niña ahora viejecita–, y me dio más besos de los que me había dado mi madre en toda su vida".
La niña tuvo que trabajar muy pronto. Era vendedora de leche a los ocho años. Unos la insultaban: "¡Culo tomate!", "Hija de rojo" y otros le pedían perdón. Algunas mujeres que habían acudido a la Vuelta del Castillo para aplaudir las ejecuciones no tenían la conciencia tranquila. Se arrepentían de sus risas y aplausos. Imploraban a las niñas huérfanas que les perdonasen. Tal vez lamentaban la miseria que habían ayudado a levantar porque la tenían delante de sus ojos. Además, entre los vencedores también había miedo. Había peticiones de perdón que más bien parecían egoísmos interesados. Por si acaso. Aquella lecherita cuenta: "Había quien pedía perdón y a continuación me decía: 'Ya nos protegerás si esto da la vuelta, no?".
La madre de las tres hermanas que ahora recuerdan no perdió la cordura ni la dignidad y aún le escuchan decir: "Hijas mías encontraréis gentes buenas y malas tanto entre los izquierdas como entre los derechas». Sin embargo le partía el alma saber que a los genocidas se les había elevado al nivel heroico de los guerreros merecedores de laureles de triunfo. "¿A jugar a los Caídos? –les contestaba a sus nietas–, no, ¡ahí no os llevaré nunca!».
Las instituciones mantuvieron el monumento funerario que glorificaba la memoria de Mola y de Sanjurjo para mayor oprobio de las víctimas. Sí. Allí estaba, en medio de la ciudad el elogio de la ignominia hecho piedra, panteón excelso para recordar las ordenes estrictas de Emilio Mola Vidal, director de la sublevación:
"Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo».
"Hay que sembrar el terror€ Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros».
Durante 57 años han permanecido enterrados en la cripta del Monumento a los Caídos de Iruña dos de los mayores genocidas: José Sanjurjo Sacanell y Emilio Mola Vidal. En noviembre de 2016 han podido ser exhumados y sus restos han sido entregados a sus familiares. Eso ha ocurrido merced a la gestión decidida de un gobierno municipal que ya no está en manos ni de los vencedores de la guerra civil ni de sus herederos ideológicos, de sus defensores, o de los que han mirado para otro lado, manteniendo a Mola y a Sanjurjo en el lugar de honor que no les correspondía. La sola presencia del monumento ha sido una afrenta continua, una espada sangrienta colgada en el aire para escarnio de las víctimas.
Las mujeres de la Merced demuestran con su testimonio hasta qué punto resulta vinculante la actitud de las instituciones civiles y eclesiásticas con el miedo de las viudas y de los huérfanos.
Ellas reconstruyen paso a paso los 79 años de persecuciones, con sus momentos de luz gracias a mayorías políticas puntuales que lograron reconocimientos en medio de polémicas dolorosas y los escasos meses de luz, de verdadera protección.
En 2003 el Parlamento navarro, el PSOE, IU, CDN, EA, PNV, la disuelta Batasuna y Batzarre apoyaron una declaración, propuesta por la asociación de familiares de asesinados y desaparecidos de la comunidad, en la que se expresaba el recuerdo y reconocimiento hacia los millares de republicanos (socialistas, nacionalistas vascos, anarquistas e izquierdistas de todas las tendencias) asesinados por los sublevados franquistas. Los 22 parlamentarios de UPN se negaron a apoyar aquel texto que encauzaba una primera reparación hacia las víctimas de las matanzas del 36. UPN gobernaba la comunidad y su presidente Miguel Sanz ejerció como representante de su grupo para justificar la negativa a la declaración. Esta postura provocó la indignación y los abucheos de los familiares de las víctimas que asistían a la sesión.
Hubo, además, otra intervención pública que tuvo su efecto directo en el corazón de las víctimas navarras del fascismo. El arzobispo de Iruña Fernando Sebastián, en vísperas del pleno, amenazó al Parlamento con denunciarlo ante los tribunales por injurias si aprobaba la declaración en los términos en que estaba escrita. En el texto se incluía una consideración según la cual las ejecuciones se habían llevado a cabo no solo con el beneplácito de la jerarquía católica, que se manifestó públicamente en favor del Alzamiento, sino en algunos casos con su participación directa. Ciertos sectores progresistas de la Iglesia ya habían tratado de influir en las asambleas de la asociación para suavizar el texto, pero los familiares rechazaron la propuesta por práctica unanimidad.
Estos hechos mencionados en la declaración parlamentaria fueron corroborados por el testimonio de innumerables personas que vivieron bajo el terror de los victimarios y de sus colaboradores directos. Sin embargo, para el arzobispo Sebastián ese párrafo del manifiesto que refería el papel jugado por la Iglesia no respondía a la verdad histórica y era gravemente injurioso. En su opinión los fusilamientos y atropellos que tuvieron lugar en Navarra en los primeros meses de la guerra civil se encuadraban en una situación general de debilitamiento de las instituciones públicas y duros enfrentamientos entre la población.
En lugar de pedir humildemente perdón por las responsabilidades que corresponden a la institución que en ese momento presidía, prefirió hurgar en la llaga de las víctimas. Estas recuerdan muy bien, porque lo asumieron como un hito más en la larga e injusta persecución padecida durante casi toda su vida.
No conforme con esto, el arzobispo Sebastián poco antes de la celebración de elecciones, invitó a sus feligreses a tener muy en cuenta opciones políticas como la Falange, la Comunión Tradicionalista Carlista y otras agrupaciones fascistas.
Suma y sigue. Su sucesor, Francisco Pérez no se mostró conforme en 2016 con la exhumación de los genocidas y promovió una apelación contra la decisión del Ayuntamiento de Iruña.
Las mujeres huérfanas de la Merced viven ahora un momento ilusionante en el que por fin han logrado superar el miedo. La más joven de las tres relata: "Conseguí llevar en mis manos un clavel rojo desde la plaza del Ayuntamiento hasta la plaza de la Libertad y desde allí hasta mi casa. Nunca hubiera tenido el valor de expresar en la calle este sencillo gesto si el gobierno siguiera estando en manos de UPN. Si así fuera, probablemente, ni siquiera me hubiera atrevido a estar aquí ofreciendo mi testimonio».
Bienvenidos sean los tiempos que hacen desaparecer el miedo.
2. Fumar mata
En años que cabalgaban entre dos siglos Francisca Armendáriz de casa Lanako de Obanos se pone a servir en la casa de un matrimonio que vivía en la calle San Antón de Iruña. El marido es militar y sus obligaciones de servicio lo mantienen las más de las veces lejos del domicilio conyugal. Presta servicio en las guerras de la época: Filipinas, Cuba y más tarde en destinos más cercanos, pero generalmente lejos del domicilio fijo establecido por la pareja en la capital navarra. La esposa morirá en su primer parto. Así, el niño recién nacido, Alberto Lorenzo Lamas, nunca conocerá a su madre y tampoco convivirá por largo tiempo con su padre. Las visitas paternas no serán frecuentes. Pero Alberto no está solo. Francisca se ocupará de él y lo criará como si fuera su propio hijo. En ausencia del padre, Francisca retorna a la casa nativa de Obanos donde vive su hermana Leocadia con su cuñado Balbino Vélaz y sus tres hijos. Alberto será uno más de la familia y solo regresará a la ciudad, con su amatxo de Valdizarbe, cuando venga el padre a visitarlo. Pronto será definitivamente huérfano de madre y padre y la familia obanesa será en adelante la única que le arropará en todo lo necesario. No le faltarán ni cariño, ni cuidados. Clara Vélaz Armendáriz, que heredará al pasar el tiempo la casa Lanako, lo querrá como a un hermano que le supera en edad por unos pocos años.
Alberto estudia Letras en Zaragoza y una vez licenciado vuelve a Iruña y dirige por un tiempo el periódico La Voz de Navarra, órgano del Partido Nacionalista Vasco. Sin embargo, sus diferencias con el PNV no se hacen esperar dadas sus inclinaciones ideológicas, más identificadas con opciones de izquierda. Junto al tipógrafo pamplonés Ramón Bengaray, dueño de una conocida imprenta, funda la revista Abril, en la línea de pensamiento de Izquierda Republicana. Salen a la calle muy pocos números porque el golpe de Estado corta de raíz las posibilidades de toda prensa libre. Debido a su condición de periodista Alberto Lorenzo puede acercarse al Gobierno Militar en vísperas de la sublevación y lo que ve no le gusta nada. Se disparan todas sus alarmas hasta el punto de refugiarse en Lanako de Obanos mientras se decide el rumbo de la historia. "Si el golpe fracasa vuelvo a mi quehacer –piensa–, y si las cosas se ponen feas, tomo el camino hacia Francia.» En Obanos nadie, salvo su familia, sabe de su presencia, porque dadas las circunstancias, conviene pasar totalmente desapercibido. A partir del 18 de julio se desatan las malquerencias y los inesperados odios. La discreción de un principio pasa a ser para el huido escondrijo que defiende su vida ante el peligro real de los requetés, que se han hecho dueños del pueblo. En el cuarto donde duerme hay una ventana que da a la huerta. Alberto es fumador empedernido y, apoyado en el alféizar, apura calada tras calada el cigarrillo que mata su ansiedad y entretiene un obligado ocio de far niente, sin advertir que en la oscuridad de la noche la brasa del tabaco toma fuerza con cada aspiración y está siendo observada por los vecinos carlistas que viven al otro lado de la huerta. "En esa casa no fuma nadie –certifican los delatores–, el que fuma solo puede ser Alberto.»
Emilio Jaurrieta preside la Junta de Guerra Carlista y recibe la denuncia de los vecinos cercanos a casa Lanako. El Caco Del Río es un personaje chiquito y malencarado de Garés que de la noche a la mañana se ha convertido en jefe comarcal del Requeté. Tarda muy poco en acudir a la casa sospechosa. Su llamada es atendida por Clara Vélaz, una joven de 22 años. "¡Que baje Alberto!», ordena el represor. Clara niega la presencia del muchacho pero Del Río no se quiere volver de vacío. Encañona a Clara y grita: "O sale Alberto o te pego un tiro aquí mismo». El joven baja precipitadamente de su cuarto y sus captores lo trasladan preso al Fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. Su familia de adopción conoce a través de unos y otros el lugar donde se encuentra detenido y allí se dirigen Clara y Balbino, su padre, para intentar saber algo más y si es posible verlo. El intento resulta baldío. Poco antes del cinco de agosto llega un aviso. Ese día Alberto va a ser puesto en libertad. Nuevamente, padre e hija se desplazan al monte Ezkaba en el taxi del obanés Arana con la idea de volverlo a traer al pueblo. En la puerta del penal la espera se hace larga. Recuerdan entonces que Arturo Beguiristain, cura natural de Obanos, es capellán en el Fuerte y deciden preguntar por él. El religioso accede a recibirles. Se presenta con un arma de gran calibre diciendo: "No esperéis a Alberto porque esto se va a limpiar de rojos». Dan la vuelta cabizbajos y, ya en la puerta, un muchacho de Artajona que esta haciendo guardia les reconoce y les dice: "No lo esperéis más. Esta mañana se los han llevado a la Bardena. Alberto me ha pedido un cigarrillo y yo le he dado todo el paquete sabiendo que era lo último que iba a fumar».
A día de hoy no se conoce todavía con exactitud el lugar donde Alberto Lorenzo Lamas fue asesinado. Es uno más entre la multitud de desaparecidos que fueron enterrados en tumbas y fosas comunes anónimas.
Lejos de arrepentirse, los delatores, que habían perdido un hijo en el frente, insistían en sus encuentros posteriores con la familia adoptiva de Alberto que este era el culpable de la muerte de su hijo, como si el voluntariado carlista tuviera que ver con la inocencia de un joven republicano asesinado por tener ideas distintas a las suyas.

El drama de los desplazados republicanos

Salieron con lo puesto y regresaron con menos

El sociólogo y doctor en Historia Contemporánea, Juan Carlos Collado, reconstruye y visibiliza las evacuaciones de población durante la Guerra Civil, el mecanismo solidario de la República y la ayuda de distintas organizaciones para auxiliar a los desplazados. Madrid se convirtió en una ciudad hospitalaria para los cientos de miles de huidos ante el avance de las tropas nacionales en 1936

Retirada de combatientes durante la guerra civil española.- FUNDACIÓN F. LARGO CABALLERO

TOLEDO12/04/2020 08:24 MARTA TOMÉ

"Mi tío tenía cuatro años, pero mi madre tenía 18 meses y llegó medio muerta a Madrid porque fue un viaje de días y días con calor, durmiendo en el campo y terminó muy malita", cuenta el sociólogo e historiador Juan Carlos Collado, hijo y sobrino de estos desplazados de El Casar de Escalona (Toledo).

Siete miembros de la familia Jiménez —padres, tíos e hijos— improvisaron su huida tras más de doce horas de bombardeos y de asesinatos de varios vecinos con la entrada de las tropas nacionales de Castejón, una decisión que también tomó más de un centenar de familias movidas por el instinto de supervivencia.

Aquel 16 de septiembre de 1936 comenzó un trayecto infernal por el miedo, la incertidumbre y esos pocos más de 90 interminables kilómetros a pie, buscando el resguardo de las higueras en el campo, junto a una mula que resistió los calores de septiembre y las largas caminatas sin saber si finalmente alcanzarían Madrid.

"La mayoría abandonó su casa con lo puesto y solo algunos cogieron algo de dinero porque pensaban que podrían regresar en unos días", explica el autor de Los evacuados de la Guerra Civil. Evacuados de la provincia de Toledo, de Almud Ediciones, un libro de reciente aparición que desentraña un capítulo muy doloroso de la Guerra Civil pocas veces visibilizado.la República cambió el signo, fue precursora y "se volcó en los huidos"

El autor llevaba varios años investigando los flujos migratorios para su tesis, que se repiten en todos los conflictos y comparten muchas similitudes a pesar de la distancia temporal de distintas guerras. Sin embargo, la República cambió el signo, fue precursora y "se volcó en los huidos" creando organismos orientados a desarrollar toda la labor asistencial, elaborando una profusa legislación, muy avanzada en lo social a efectos de prestaciones y ayudas, y "una infraestructura humanitaria destacada para la época".

Este libro se adentra en el análisis "de los flujos migratorios internos" que se desencadenaron en España desde el principio de la guerra y provocaron un éxodo que las fuentes documentales cifran entre dos y cuatro millones de evacuados, aunque el autor cree que las cifras oficiales "están infladas". Collado ha dado forma a un completo análisis con un estudio que parte de las evacuaciones de más de un centenar de pueblos de Toledo, el papel hospitalario de Madrid como ciudad acogedora, el día a día en las zonas de retaguardia y las vivencias de más de una decena de testimonios que dan vida a este estudio.

Amparo, con 13 años, se encontró con la necesidad de huir de un día para otro tras la incursión de las tropas de Castejón en Talavera de la Reina. "Venía la gente de Extremadura huyendo de los moros y traían mucho miedo". "Pronto se corrió la voz de que violaban a las mujeres y robaban en las casas", recordaba María Luisa, con 12 años entonces."Pronto se corrió la voz de que violaban a las mujeres y robaban en las casas", recordaba María Luisa

Los primeros días de septiembre fueron convulsos, pero Amparo nunca imaginó que tendría que escapar el 3 de septiembre a primera hora de la mañana, tres horas más tarde de los bombardeos en el aeródromo. "Mi abuela me dijo: 'Amparo, levántate…' Salí al corral, como todos, y se sentían los cañonazos, pim, pam, pim, pam… Mi abuela no paraba de repetir: '¡Ay, dios mío, que ya vienen, que ya vienen!'". La familia cogió el tren de las diez, el segundo de los tres que circularon ese día en dirección a Madrid, a pesar de las reticencias de la abuela, que no quiso dejar abandonada la panadería por si en un par de días volvía la normalidad. Llegaron a Madrid a las cinco de la tarde y vendieron la mula.
La capital hizo de alcázar

Las cifras de evacuados no están claras y bailan según la documentación consultada, pero el autor calcula que el número osciló entre los 250.000 y los 400.000 evacuados en una ciudad que contaba ya con casi un millón de habitantes y se vio superada por las circunstancias con rapidez durante el otoño del 36 por el conflicto en sí, las victorias sobre el terreno del ejército nacional y el desabastecimiento provocado por el corte de algunas comunicaciones.

En esta situación, el gobierno republicano puso en marcha las campañas de evacuación para que los refugiados se instalaran en la retaguardia, en zonas republicanas aparentemente seguras. Los evacuados fueron saliendo de Madrid, como la familia Jiménez, que tras pasar tiempo en un piso familiar cerca de Atocha se trasladó al Romeral.

El asedio forzó también la salida de madrileños, aunque resulta imposible calcular este éxodo en cifras por las escasas fuentes documentales que existen. Además, hay que contar con la resistencia de muchos refugiados que buscaron el apoyo familiar para quedarse en la capital a pesar de su delicada situación. La solidaridad marcó el inicio de las evacuaciones, consiguió crear organismos y oficinas de atención, distintas disposiciones, un presupuesto específico "destinado a la atención pública" y una red de organizaciones de asistencia nacionales e internacionales, como las suizas, "con una gran experiencia en abastecimiento, evacuaciones, hospitales y medicinas". Una práctica "que se aplicó más tarde en la Segunda Guerra Mundial"."Nos fuimos a la casa de un señor que tenía un bar en la plaza y mis padres y mi hermana inválida se marcharon a casa del alcalde"

El escritor y novelista Eduardo Zamacois ofreció como testigo el mejor relato de la llegada de los evacuados de Andalucía, Toledo, Extremadura y de otras muchas zonas. "Sus cuerpos escuálidos, sus ropas destrozadas, sus pies heridos, la palidez de sus semblantes y la angustia de sus ojos extrañamente abiertos daban fe de cuán dolorosa había sido su peregrinación en compañía del miedo, del insomnio, de la lluvia y del hambre".

Amparo y su familia se instalaron durante unos días en casa de una tía paterna en el número 4 de la calle Bretón y después buscaron cobijo por la zona de Sevilla. Los lazos familiares fueron fundamentales para los huidos, pero su llegada masiva a Madrid en los primeros meses obligó a improvisar sótanos de edificios, galerías del metro y acampadas al aire libre. Madrid se vio dividida entre su espíritu solidario y la necesidad de traslado, al menos, de medio millón de personas, como consta en los escritos del Frente Popular, a la retaguardia.

En la primavera de 1937, muchos refugiados acogidos comenzaron a marcharse en autocares y camiones en dirección a Alicante, Valencia, Cartagena fundamentalmente, pero los números no salieron porque en tres meses solo se fueron unas 10.000 personas, a razón de un centenar de evacuados diarios como máximo. La familia de Amparo de la Puerta se marchó a Alicante y allí llevaron una vida lo más normalizada posible, incluso la joven pudo estudiar un tiempo, pero la guerra no cesó y tampoco pudo olvidar el bombardeo que se lanzó sobre la ciudad el 25 de mayo de 1938. Quedaban tres cuartos de hora para mediodía y Amparo guardaba cola en el mercado cuando un feroz ataque desde el aire barrió parte de la ciudad y causó 300 muertos en pocos minutos.

Mientras tanto, Madrid seguía resistiendo. Las organizaciones de ayuda humanitaria como Cruz Roja y Ayuda Suiza fueron muy dinámicas, aunque hubo que implementar férreos controles para asegurar que los evacuados no retornasen. Aun así, volvían con frecuencia.La ciudad sufría y se fue intensificando con el frío, el hambre y los bombardeos. Pablo Nuñez, uno de los evacuados, relató lo ocurrido la tarde en la que se produjo un bombardeo a la salida de una sesión de cine en el que su amigo "perdió una pierna".
Niños refugiados en el Metro de Madrid durante la guerra civil.- FUNDACIÓN F. LARGO CABALLERO

Permanecer en Madrid no fue fácil, pero tampoco en otros pueblos de la retaguardia. Pilar Cardeña estuvo varios días sin ver a su familia cuando llegó a Orce, en Almería. "Nos llevaron al Ayuntamiento y a mi hermano y a mí nos dieron pan y manteca de cerdo. Nos fuimos a la casa de un señor que tenía un bar en la plaza y mis padres y mi hermana inválida se marcharon a casa del alcalde".

El libro también ofrece un repaso sobre el impacto de la población refugiada en Levante y Catalunya, con especial atención a los niños. Todavía recuerda el testimonio de Luisa siendo una niña en Benetúser, Valencia: "Decían, a ti te cojo, a ti te cojo, a ti te cojo. Y escogían a los que querían. A mí me cogió la hermana del alcalde y a mis hermanas unos carniceros". Pasaron separadas toda la guerra. El libro demuestra "que lo ocurrido en la Guerra Civil sigue ocurriendo en todos los conflictos", también que las evacuaciones se extienden por el espíritu de supervivencia y el miedo generalizado de la población.

Sin embargo, Collado pone el acento en el futuro papel de Europa y espera que no cierre los ojos y actúe, al menos, con la solidaridad que demostró la República. La vuelta de los refugiados a sus hogares no fue fácil. El testimonio de la madrileña Josefina De Silva de su vivencia en un viejo tren de Murcia lo confirma.

"Yo, que acababa de pasar una guerra, de descubrir la suciedad, la miseria y los parásitos, no había visto jamás gentes como aquéllas, caras tan tiznadas y cuerpos tan pestilentes, que llevaban encima más mugre que carne. La guerra que yo había vivido era una guerra de color de rosa, un caprichoso juego de salón, al lado de lo que debió haber sido para quienes, desde los distintos lugares de la región, venían a incorporarse al tren que iba recogiendo los despojos humanos que aún tenían vida".

Amparo tuvo que esperar quince o veinte días tras el final de la guerra para regresar a Talavera de la Reina junto a su familia en uno de esos destartalados trenes de mercancías abarrotado de desplazados. El hacinamiento y las penurias marcaron el trayecto. La llegada se complicó a pesar del salvaconducto. En Talavera comprobaron que les habían incautado la panadería y la casa. A esta situación se añadió la rápida detención del padre tras las denuncias de un vecino por pertenecer a Izquierda Republicana, y tuvo que pasar en la cárcel seis largos años. No recordaba un buen recibimiento porque no dejaban de ser "hijos de un rojo". Esta familia se marchó con lo puesto y volvió tres años más tarde también con lo puesto. 

La II República. ¡Gran ocasión perdida!


Por estas fechas, en el año 1981, dentro de una serie de charlas-coloquios, la Agrupación Local de Las Palmas de Gran Canaria, del Partido Socialista Canario -PSOE-, organizó una con el titulo anteriormente reseñado.
No hubo ninguna duda en la elección del ponente, cuando propuse a Felo Monzón Grau-Bassas, pues había vivido como secretario general provincial de Juventudes Socialistas plenamente esa época, primero para lograr la consecución del  modelo de Estado republicano y posteriormente en la lucha para su preservación, habiéndole costado como a tantos otros compañeros encarcelamiento y represión.
Igual que los demás compañeros veteranos socialistas republicanos de aquel entonces, Felo era un militante integro y coherente  con sus principios y convicciones socialistas (ojala se pudiera decir lo mismo de muchos dirigentes actuales). Tuve lo fortuna de conocerles y compartir militancia con ellos, siendo mi principal referente Felo, que fue como director de la Escuela Lujan Pérez pintor y maestro de pintores y en su pintura comprometida, denunciaba la realidad social de la época y plasmaba extraordinariamente el indigenismo.
Su charla fue muy interesante e instructiva. Empezó exponiendo la situación que se vivía en España, de atraso y miseria con una gran pobreza, altos índices de analfabetismo, trabajadores sin apenas derechos y las mujeres muy discriminadas. Tanta injusticia provenía de aquella derecha española gobernante y sus poderes fácticos, donde la Iglesia Católica jugó un lamentable papel de complicidad con la represión de la Monarquía.
la llegada de la II Republica, fue motivo de esperanza y un revulsivo en las capas populares, que habían sido sometidas a una gran opresión. Por eso y en alguna medida se contemplaba como algo normal, el comportamiento de venganza de determinadas organizaciones políticas y sindicales de izquierda y grupos incontrolados.     
Sin embargo el análisis que hacían con este tipo de comportamientos los veteranos socialistas republicanos, era de desacuerdo, máxime porque le estaban haciendo el juego (como así se demostró) a la derecha y a sus poderes fácticos, para argumentar una sublevación y golpe de estado de militares facciosos, contra la República legalmente establecida.
Peor aún, fue cuando durante el transcurso de la Guerra Civil (en realidad de España, ya que fue atacada por dos potencias extranjeras: Alemania e Italia, gobernadas por el régimen nazi de Hitler y fascista de Mussolini respectivamente), tanto los anarquistas como los nacionalistas iban a lo suyo: los primeros a implantar en los municipios que controlaban su modelo de sociedad y los segundos (fundamentalmente los catalanes), a tratar de lograr la independencia de sus territorios, en vez de aunar esfuerzos para conjuntamente ganar la guerra y preservar la República. Se complicó bastante la situación con la división y enfrentamientos producidos entre las diversas “familias” del PSOE.
Quienes eran conscientes de la gravedad y actuaron en consecuencia y con lealtad a la Republica fueron los comunistas. Por eso no era de extrañar que Juan Negrín se apoyara en ellos, cuando se hizo cargo en mayo de 1937 de la Presidencia del Gobierno, aunque eso injustamente le ha venido hasta recientemente pasando factura, incluso en el seno de su propio partido, cuando el PSOE le expulsó en el año 1946 junto a otros 35 significativos dirigentes.
Esa medida arbitraria fue corregida en el XXXVII Congreso Federal del PSOE, celebrado en julio de 2008 al serles devueltos simbólicamente los carnets, a través de sus familiares.
Con el tiempo y gracias al riguroso trabajo de prestigiosos historiadores como: Gabriel Jackson, Ángel Viñas, Enrique Moradiellos, Juan Marichal, Helen Graham, Ricardo Miralles, Paúl Preston y otros, ha quedado demostrado que Juan Negrín, nunca fue rehén de los comunistas y con relación al celebre oro de Moscú, no le quedaba otro remedio por la traición de Gran Bretaña y Francia hacia la República, que con el acuerdo del Consejo de Ministros, enviarlo a Rusia para cubrir los gastos de armamento y suministros necesarios y perentorios del pueblo español. Aparte del peligro que representaba, que cayera en manos del   bando faccioso sublevado.
Durante el régimen anterior y hasta bien entrada la democracia (aun continua por mediación de algunos nostálgicos del franquismo), Juan Negrín fue el político más denostado, acusándosele también de haber prolongado la guerra innecesariamente. La realidad, es que él tenía una visión muy amplia de la situación por la que atravesaba Europa, no en vano, su carrera de fisiología la había desarrollado en la Universidad alemana de Leipzig, una de las más importantes y prestigiosas de aquel entonces, habiendo obtenido el  doctorado con tan sólo 20 años.
Se relacionaba a nivel profesional con sobresalientes científicos y posteriormente en su faceta política, con políticos de talla internacional. Le ayudaba el dominio de varios idiomas, entre otros: inglés, francés, alemán, italiano y ruso. Por eso no  debería extrañar, su idea de prolongar la guerra y es que la rendición ante el sanguinario Franco, no garantizaba como posteriormente se demostró que no hubiera represalias.
No cabe la menor duda, de que si la determinación de Juan Negrín de prolongar la Guerra en España para unirla a la Mundial, se hubiera hecho realidad, de ahí su celebre frase: “resistir es vencer”, ahora estaríamos hablando de él, como un gran hombre de Estado, en la línea de Wiston Churchill y Charles de Gaulle.  
Los compañeros veteranos socialistas republicanos de Canarias le profesaban admiración y respeto. Gran parte de la charla-coloquio reseñada, se pasó hablando de su figura y obra y fundamentalmente de la ilusión que les había despertado la II Republica y los avances producidos durante su escaso tiempo de implantación. De ahí la consideración de gran oportunidad perdida, exponían todo sin rencor y abogando por la reconciliación, pero eso si, les preocupaba como se demostró el 23 de febrero de 1981, la reacción de los fascistas.
En la actualidad estamos viviendo en nuestro país una regresión, protagonizada por la derecha reaccionaria y la ultraderecha que si no se para, podría llevarnos a situaciones de comienzos del siglo pasado, con perdida de libertad y de justicia social. La casta política y las instituciones muy desprestigiadas, entre estas la Monarquía, imputada en presuntos casos de corrupción. El Pueblo Español después de un debate sosegado y constructivo, debería ser consultado para que se exprese libremente sobre que clase de Estado desea: el actual monárquico, o que se produzca un cambio más democrático y justo a otro republicano. 

Antonio Aguado
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