Wednesday, 26 June 2013

ENTREVISTA CON VICENÇ NAVARRO

"El olvido histórico beneficia a las fuerzas conservadoras"

El catedrático reflexiona sobre la memoria histórica y sobre lo que, a su juicio, ha sido una "política del olvido" que ha promovido una versión distorsionada de nuestra historia

PÚBLICO Madrid 22/06/2013 08:32 Actualizado: 22/06/2013 08:32 La preocupación de Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, por la memoria histórica. En esta entrevista, el profesor profundiza en las heridas todavía abiertas de la Guerra Civil española y desvela algunos aspectos biográficos poco conocidos que han conformado su espíritu crítico.  
Usted ha sido muy crítico con el olvido histórico. ¿No cree que hubiera sido mejor no mirar al pasado?
No. Antes al contrario. La política del olvido ha sido un proyecto exitoso de reproducir y ha permitido promover la visión de España de los ganadores de la Guerra Civil. Le citaré un ejemplo. Me invitaron recientemente a dar una conferencia en Tortosa, la capital de la comarca del Baix Ebre. Y pude ver, una vez más, que la juventud sabía muy poco de lo que había ocurrido en aquella parte de Catalunya durante la II República y después. El Baix Ebre era —y continúa siendo— la Andalucía de Catalunya. Había una enorme concentración de la propiedad de las tierras, con las grandes familias terratenientes dominando la economía de la región. La República intentó cambiar esta situación a través de la Reforma Agraria, cambiándose las relaciones de propiedad. Ni que decir tiene que fue un proceso complejo, no libre de errores. Pero fue un intento serio de cambio en las relaciones de propiedad de la tierra.
"El golpe militar inició una represión brutal revirtiendo la propiedad a los terratenientes"
El golpe militar cambió todo esto, inició una represión brutal revirtiendo la propiedad a los terratenientes que, junto con la Iglesia y el Ejército, dirigieron tal represión, una de las más feroces que haya existido en España y en Europa. Hoy estos terratenientes y la Iglesia católica continúan ejerciendo un enorme poder. Como dijo un anciano militante socialista que estaba en el Salón de Actos donde dí la conferencia, "aquí mandan los de siempre". Pues bien, los estudiantes universitarios de aquellas tierras apenas sabían todo esto. Este olvido beneficia, sin lugar a dudas, a las fuerzas conservadoras.
¿Y cómo puede entenderse esta situación?
Por el miedo. No hay plena conciencia de la brutalidad que significó la dictadura en España. Según el experto en fascismo en Europa de la Columbia University, de Nueva York, en EEUU, el profesor Malekafis, por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil. Aquella dictadura fue un baño de sangre. El objetivo de la dictadura era eliminar, incluso físicamente, a cualquier voz crítica a aquella dictadura. Los que perdieron la guerra fueron brutalmente represaliados. Y la población tenía miedo, y muy en particular los que perdieron la guerra.
Usted ha hecho referencia en sus libros a esta experiencia, incluso a nivel personal
Sí. Mis padres eran maestros jóvenes e ilusionados con las reformas educativas que se estaban realizando en Catalunya y en el resto de España durante la II República. Hay una película española que se llama La lengua de las mariposas, que es la vida de mis padres en aquel momento histórico. Presenta la enorme ilusión de maestros que amaban a sus estudiantes y el enorme potencial de libertad que suponía la República para ellos. Cuando se estableció la dictadura, les expulsaron del Magisterio, represaliándoles. Mis padres nunca nos hablaron de su vida y experiencias, ni tampoco de donde estaban nuestros familiares, tíos y tías, que se exiliaron en Francia. No hablarnos a nosotros, sus hijos, era la manera de protegernos. Menos sabíamos, más seguros estábamos. Fue más tarde cuando al ir creciendo se nos fue informando poco a poco. Pero la generación represaliada de mis padres se calló para protegernos a nosotros.
"La generación represaliada de mis padres se calló para protegernos"
Incluso el año pasado, una lectora me escribió de Gironella, una bella localidad en el Berguedà, al pie de los Pirineos, donde mis padres eran maestros antes de ser expulsados, preguntándome si yo era hijo de los maestros de su madre, a quien le haría mucha ilusión conocerme. Mi hermano y yo fuimos a saludar a la que fue discípula de mis padres, y nos contó mucho sobre lo que mis padres habían hecho durante la II República en aquella población, y lo mucho que se les quería. Y de ello, mis hermanos y yo no sabíamos nada. Otro ejemplo. No descubrimos hasta mucho más tarde que mis tíos y tías, como miles de españoles, incluyendo catalanes, habían sido detenidos y miembros del maquis antinazi en Francia, siendo uno de ellos apresado en un campo de concentración nazi. De nuevo, hasta al cabo de muchos años no supimos nada de ello. Esta es la historia de la generación que siguió a la de mis padres. Hemos estado descubriendo sus vidas paso a paso. Esta experiencia no la han tenido los herederos de los que ganaron la guerra. Y se les nota.
¿Qué quiere decir cuando dice "y se les nota"?
Porque cuando escriben sobre la experiencia de los vencidos, incluso los que intentan ser favorables y tener simpatía por los perdedores, lo hacen de una manera que, sin quererlo, es condescendiente.
¿Por ejemplo?
El libro de Javier Cercas —hijo de lo que en España se llama "los nacionales"— Soldados de Salamina narra el relato de un combatiente republicano, su vida, y el olvido que su existencia ha tenido en España. Aplaudí su intento. Es vergonzoso y traduce la baja calidad de la cultura democrática que tales combatientes no hayan sido reconocidos. Y es también vergonzoso que en uno de los contadísimos actos realizados, que tuvo lugar en las Cortes Españolas, el presidente de tal institución, el Sr. Bono, les prohibió ondear la bandera republicana. Aplaudo, pues, el intento de recuperar la historia. Pero en la manera como Cercas lo hace, hace un flaco favor a su intento. Presenta a la figura central de su libro, un luchador republicano, que luchó en España contra el fascismo y en Francia contra el nazismo, como hicieron miles y miles de españoles —incluyendo familiares míos—. Y le presenta como olvidado, terminando los días en una casa de ancianos, todavía lleno de vida, lo cual expresa Cercas en la frase en la que se refiere a cómo les toca el trasero a las monjas, bromeando con ellas. Ésta es su imagen de estar "lleno de vida". Francamente, no me imagino a ninguno de mis familiares tocándoles el trasero a las monjas.
Me parece una enorme frivolidad y una falta de respeto al luchador antiascista y también, por cierto, a las monjas. Pero lo que es más llamativo es que el punto central del libro se sitúa cuando tal luchador republicano tiene frente a su fusil al fascista Sánchez Mazas y, en lugar de dispararle, le perdona la vida. Y esto se presenta como el principio de la reconciliación en España. Muchos artículos han alabado tal descripción. Me alegró ver que el hijo de tal luchador, cuya historia se basaba en un personaje real, protestara de cómo se había presentado a su padre, diciendo que le pareció errónea la descripción del comportamiento de su padre, pues seguro que en la vida real le habría disparado, como habría hecho cualquier luchador republicano. Señalar este hecho inmediatamente genera la crítica de que los perdedores estamos pidiendo venganza o revancha. Y dejar de pedir justicia se ve como un acto de reconciliación digno de aplauso.
Usted ha sido también crítico con el libro Pa Negre y su película.
"La bandera española es la que enarbolaron los golpistas añadiéndole el símbolo fascista"
Quisiera hacer aquí una aclaración, diferenciando la parte teatral y artística de la película —que me pareció excelente, digna de más de un Oscar— y el contenido y sujeto de la misma, basado en un libro con cuya tesis estoy en desacuerdo. Refleja el punto de vista tan extendido de que en la Guerra Civil no había ni buenos ni malos, lo cual se promueve por los que antes consideraban a los vencedores como los buenos y ahora, en su reflexión y revisión histórica, llegan a admitir que también eran malos. Todo antes de llegar a la conclusión, históricamente válida, de que sí que había buenos —los que perdieron la guerra— y malos —los que la ganaron—. Esta obviedad es todavía hoy negada en España. El hecho de que los republicanos hicieran barbaridades —aunque en número mucho menor que los fascistas— no niega la bondad de su causa. Los aliados bombardearon Dresden, lo cual merece una condena. Pero ello no niega que la causa de los aliados —los vencedores de la II Guerra Mundial— era justa y la de los fascistas y nazis era injusta. Esta realidad todavía no ha calado en España, donde los malos ganaron y los buenos perdieron la guerra. Todavía hoy la bandera republicana continúa prohibida en España, mientras que la bandera española es la que enarbolaron los golpistas añadiéndole el símbolo fascista. El hecho de que éste haya desaparecido, no hace a la bandera llamada española más aceptable que la republicana, la bandera que significa las aspiraciones para la libertad, justicia y democracia en España.

Friday, 21 June 2013

Material for the Doctorate on Jess Franco ( comments on a location and on our Spain , our political system censure and neoliberal tempters been eluded )



Fragmento del documental "Llámale Jess" (2000) de Manel Mayol y Carles Prats. Jesus Franco es uno de los mayores nombres del cine B mundial. Con mas de 180 trabajos y un gran numero de seudonimos, es dificil catalogar su trabajo pese a la existencia de estudios y retrospectivas tanto en europa como en america. A traves de una serie de entrevistas con el trataremos de conocer mejor su obra, su idea del cine y a su persona.

You Hated Spain / Odiaste España ( Ted Huges poem for Sylvia Plath ,Birthday Letters, Faber and Faber / 'Cartas de cumpleaños' Editorial Lumen

You Hated Spain    Ted Hughes

Spain frightened you.
Spain.
Where I felt at home.
The blood-raw light,
The oiled anchovy faces, the African                
Black edges to everything, frightened you.
Your schooling had somehow neglected Spain.
The wrought-iron grille, death and the Arab drum.
You did not know the language, your soul was empty
Of the signs, and the welding light                
Made your blood shrivel.
Bosch Held out a spidery hand and you took it
Timidly, a bobby-sox American.
You saw right down to the Goya funeral grin
And recognized it, and recoiled                    
As your poems winced into chill, as your panic
Clutched back towards college America.
So we sat as tourists at the bullfight
Watching bewildered bulls awkwardly butchered,
Seeing the grey-faced matador, at the barrier            
Just below us, straightening his bent sword
And vomiting with fear. And the horn
That hid itself inside the blowfly belly
Of the toppled picador punctured
What was waiting for you. Spain                
Was the land of your dreams: the dust-red cadaver
You dared not wake with, the puckering amputations
No literature course had glamorized.
The juju land behind your African lips.
Spain was what you tried to wake up from            
And could not. I see you, in moonlight,
Walking the empty wharf at Alicante
Like a soul waiting for the ferry,
A new soul, still not understanding,
Thinking it is still your honeymoon                
In the happy world, with your whole life waiting,
Happy, and all your poems still to be found.



Odiaste España

España te asustó. Esa España
donde me sentí como en casa. La luz de cruda sangre,
las oliváceas y salitrosas caras, los negros
confines africanos de todo te asustaron.
En tus estudios de algún modo se había obviado España.
Las rejas de hierro forjado, la muerte y los tambores árabes.
No conocías el idioma, tu alma estaba vacía
de señales y la luz abrasadora
te secó la sangre. El Bosco
te extendió su arácnida mano y tímidamente
la tomaste, tú, una adolescente americana.
Miraste fijamente hacia el rictus funeral de Goya
y lo reconociste y diste un paso atrás
mientras tus poemas se encogían de frío y tu pánico
se aferraba a la América universitaria.
Vimos como turistas una corrida
observando la torpe carnicería de los toros aturdidos,
mirando al matador de rostro gris, detrás de la barrera,
justo debajo de nosotros, preparando el estoque
y vomitando miedo. Y el cuerno
que se hundió en la barriga de moscón
del picador derribado perforó
lo que te esperaba. España
era el país de tus sueños, el cadáver de polvo rojizo
con el que no te atrevías a despertar, los muñones
que ningún curso de literatura había embellecido.
La tierra de embrujos tras tus labios africanos.
España era lo que intentabas despertar
y no podías. Te veo, a la luz de la luna,
paseando por el muelle vacío de Alicante
como un alma esperando el barco,
un alma nueva, que aún no comprende,
pensando todavía que está en su luna de miel
y en el mundo feliz, la vida entera aún por llegar,
feliz, y todos tus poemas aún por descubrir.

Wednesday, 12 June 2013

Unamuno: "Justo es que España pierda Cataluña"

“Me preparé por lo menos las bases de la reunión de la nación española y la catalana ya que Cataluña [sic] ha de acabar, y muy pronto, por separarse del todo del Reino de España y constituirse en Estado absolutamente independiente”, se lee en veloz caligrafía que Miguel de Unamuno (1864-1936) tiró sobre las cuartillas amarillentas la Nochebuena de 1918, destinadas a su amigo Manuel Azaña (1880-1940).


En la primera de una suculenta colección de cartas, que recorren las paradas políticas de España durante la primera mitad del siglo XX, que ha llegado hasta la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura por donación del coleccionista Santiago Vivanco, Unamuno pide a Azaña la suplencia de una conferencia en el Ateneo de Madrid. Por esas fechas el prestigio de Unamuno y el volumen de sus ensayos hacen que la Residencia de Estudiantes culmine la edición de sus Ensayos en siete volúmenes. Después de navegar por las explicaciones sobre su ausencia, le apunta que su conferencia “cursaría sobre la soberanía catalana” y el uso “de la lengua con consideraciones sobre el conflicto de dos culturas”. “La fórmula, como dicen los políticos, es sencillísima y en pocas palabras la expondría yo”, continúa sin ningún amago.

"No puede haber dos ciudadanías", dijo Unamuno en el Congreso en 1931
Su explicación “sencillísima”: “En tiempos de Felipe IV se perdió Portugal conservando Cataluña, en tiempo de nuestro Habsburgo de hoy, Alfonso XIII, siendo su canciller Canalejas, se pensó en conquistar Portugal y del triunfo, descontado en el Palacio de Oriente, de Alemania se esperaba la anexión de Portugal y la formación del Imperio Ibérico, vulgarizándose España; justo es, pues, que al ser ésta derrotada con Alemania –la mentalidad neutral que dijo Romanones (el político que ve más claro y obra más turbio) era una alianza clandestina con aquel a quien se creía vencedor futuro– justo es, pues, que España pierda ahora Cataluña. Y la perderá, no me cabe la menor duda que la perderá. La federación no es más que una hoja de parra. ¡Cuánto me gustaría hablar de todo esto ahí!”.

Conocíamos a ese Unamuno dueño de una prosa resuelta, en la que cabe el símil y el barniz irónico, el juego de palabras y el cultismo, capaz de derribar, también en oratoria ante la bancada, a los diputados de la República. El diario de sesiones del Congreso de los Diputados, del 22 de octubre de 1931, recoge una de las más famosas alocuciones del autor de La agonía del cristianismo (1925) y San Manuel Bueno, mártir (1933), sobre el uso del catalán y el castellano en las escuelas de Catalunya: “Para mí todo ciudadano español radicado en Cataluña, donde trabaja, donde vive, donde cría su familia, es no sólo ciudadano español, sino ciudadano catalán, tan catalanes como los otros. No hay dos ciudadanías, no puede haber dos ciudadanías”. En su discurso defiende la oficialidad del castellano y reniega de la imposición del catalán a todos sus ciudadanos.

Entre las cartas donadas aparece una de Valle-Inclán a Azaña en 1923
Un cristiano rebelde
Unamuno, fiel al ideario liberal, inquisitivo, polémico y opinante a contrapelo, que se declaraba cristiano pero abominaba de la teología católica o protestante, era un defensor de la lengua catalana y reconocía en Juan Maragall a uno de los hombres que “más profunda huella” dejaron en él. Sin embargo, se desconocía esta vehemencia en sus argumentos y conclusiones. Estas cartas se han conservado gracias al impulso coleccionista de Vivanco (Logroño, 1973), director general de Bodegas Dinastía Vivanco y director de la Fundación Vivanco, que reconocía a este periódico desconocer el contenido de la misiva debido a la urgente caligrafía con la que escribía Unamuno.

El 16 de marzo de 1922, Unamuno vuelve a escribir a Azaña, con toda confianza, más breve y más sarcástico: “Ahora ando ocupado en inventar una careta protectora contra la nube de los gases de aspirantes de la marea jesuítico-episcopal –y palaciega– con la que nos amargan. La estupidez –no otra cosa– borbónico-habsburgiana va en aumento”. Escribe un año y medio antes del levantamiento militar de Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923.

La referencia en la carta a la figura de Alfonso XIII es premonitoria del papel decisivo que ocupó el monarca en la gestación del golpe de Estado. La mayoría de los historiadores considera al rey como un obstáculo para la posible conversión del régimen en una democracia representativa. Desde el comienzo de su reinado contribuyó decididamente, recuerda la historiadora Carolyn Boyd, “a propiciar la debilidad del poder civil y la predisposición militar a intervenir en la política”.

Desde luego, no había imaginado que la dictadura militar que inauguraba no era la salvaguarda de la Corona, sino el principio de la liquidación de la monarquía constitucional. De ahí que, meses más tarde del golpe, Unamuno escribiese que más que un golpe, Primo de Rivera había dado un “soplo” de Estado, dada la escasa resistencia que tuvo su acción, a la que no se enfrentó ni el resto del Ejército, que el rey apoyó inmediatamente y ante la que los partidos reaccionaron de forma pasiva.

Como escribió Arturo Barea (1897-1957), autor de La forja de un rebelde (1941): “El hombre de la calle se quedó mirando atónito lo que pasaba, como la gallina hipnotizada se queda mirando el trozo de tiza; y cuando trató de recobrar su equilibrio, los acontecimientos le habían sobrepasado: el Gobierno había dimitido, algunos de sus miembros habían huido al extranjero, el rey había dado su aprobación al hecho consumado y España tenía un nuevo Gobierno llamado El Directorio”.

Indalecio Prieto critica la censura de prensa del Gobierno de Alcalá-Zamora
La rabia de Valle-Inclán
Precisamente, entre las cartas donadas aparece también una que Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) escribe a Manuel Azaña, el 16 de noviembre de 1923, desde la Puebla de Caramiñal, entrando a definir con saña a los ocho generales y un contralmirante encargados del Directorio… y algo más: “En la cuestión política estoy muy desorientado. A mí estos del Directorio me parecen unos sargentos avinados. La contestación a los presidentes de las cámaras es una flor del más puro rufianismo. Pero la prensa de la calle de Larra está tocando al último extremo de la idiotez canalla. Creo que ha llegado el momento de negarle el saludo a esos sacristanes. Todas sus adulaciones son a cuento de que el Directorio falle el pleito que se traen con ABC. Han resultado más cínicos y más idiotas que Don Torcuato. Porque muy idiota hay que ser para no alcanzar que esta gente militar –¿gente?– son unos asnos con piel de león. Es tan ridículo todo lo que está pasando. Indudablemente los presidentes de las cámaras, no esperaban que el Chulo de Palacio tornase en cuenta su escrito, y acaso sólo buscaban acentuar el perjurio con vistas al extranjero, donde no ha de mirarse con buenos ojos un poder irresponsable. Ya me canso. Mis recuerdos a todos los amigos”.

Desterrado pero no silenciado
En 1924, la dictadura respondía a las críticas de Unamuno mandándolo al destierro, en Fuerteventura, y cesándolo como catedrático y vicerrector de la Universidad de Salamanca. El filósofo había denunciado que el Directorio militar ya no era un “interregno” o una “tregua”. Veía Unamuno muy claro el objetivo del “pronunciamiento de generales camineros”: “No se trataba de llevar a cabo una revolución saneadora desde el poder, se trataba de evitar la revolución que se veía venir desde abajo”.

Y en la sombra muda, Manuel Azaña, el hombre de confianza, la referencia intelectual que asumió el riesgo de convertir en medidas legislativas el ideario reformista: impulsar la reforma agraria, implantar un sistema educativo nacional extenso, científico y laico, separar la Iglesia del Estado, reducir las dimensiones del Ejército… Arriesgó a pasar aquellas ideas a la acción política y se encontró con un estrepitoso fracaso.

En parte, auspiciado por los problemas de relación con Niceto Alcalá-Zamora (1877-1949), presidente de la República cuando Indalecio Prieto escribe, el 10 de enero de 1935, desde París a Azaña, en su domicilio de Serrano: “De cuantos actos políticos ha realizado don Niceto desde que se posesionó de la presidencia de la República, el más grave de todos es este de ahora al acaudillar, nada menos que desde su alto puesto, la reforma constitucional. Es algo a todas luces intolerable y, además, reviste caracteres de verdadera alevosía. Porque si en cualquier momento no se está en condiciones de polemizar con el presidente de la República, ahora, con la censura de prensa y con algunos periódicos sin poder publicarse, ni siquiera cabe contradecir sus ideas, esas que él dice nacidas de su experiencia y que son simplemente la ratificación de sus puntos de vista ya conocidos y reiteradamente expuestos en los debates de las Cortes constituyentes”.


Para entonces nadie quería a Alcalá-Zamora en su puesto. En particular, la izquierda, que no le perdonaba haberle retirado la confianza en 1933, lo que significó la caída del Gobierno de Azaña y la ruptura de la coalición entre socialistas y republicanos. Las buenas migas que ya se cocían en esta carta no pudieron mojarse cuando Azaña fue elegido presidente de la República, el 10 de mayo de 1936: en contra de lo que había previsto, no podría nombrar a Prieto presidente del Gobierno ante la negativa de la UGT de Largo Caballero. El Gobierno republicano quedaba debilitado y visto para sentencia (militar).

Wednesday, 5 June 2013

La República y las mujeres


La República y las mujeres
Los ojos de Hipatia jun 5th, 2013 4 Comentarios

En esta ocasión, desde la curiosa mirada de Hipatia queremos ofrecerles a grandes rasgos los avances que llegaron con la implantación de la Segunda República Española, porque, sencillamente, forma parte de nuestra historia y, en los tiempos que corren de graves recortes creemos conveniente recordar las conquistas que se alcanzaron en el pasado. Además, de observar el machismo que continúa latente en la sociedad y que, desgraciadamente, queda reflejado en los asesinatos de las últimas semanas.

Las mujeres españolas habían tenido un papel pasivo y discriminado en la sociedad, su lugar se circunscribía al de esposa y madre, dependiente siempre del hombre ya fuese el padre o el marido, e inclusive, si quedaba viuda del hijo. Sin embargo, el primer tercio del siglo XX supuso la irrupción de la mujer en la pública gracias a su incorporación de forma masiva al trabajo remunerado, contribuyendo con ello al proceso de modernización de la economía española. De hecho, fue a partir de los años veinte cuando el feminismo español comenzó a añadir demandas políticas a las reivindicaciones sociales al participar en organizaciones sindicales y obreras. En 1918 en Madrid se crea la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), formada por mujeres de clase media, maestras, escritoras, y universitarias que planteaban ya claramente la demanda del sufragio femenino. Las mujeres empiezan a participar en la enseñanza superior, en la creación de la ciencia, en la cultura, en la vida política y en profesiones hasta entonces vedadas a su sexo. Aunque, es de señalar, que aún quedaba un largo camino por recorrer, en 1930 el 44,4% de mujeres eran analfabetas en España.


Con la llegada de la II República, abril de 1931, la corriente de pensamiento democrático llevó a una revisión de las leyes discriminatorias y a la concesión del sufragio femenino. Aunque la opinión general, tanto de izquierda como de derecha, creyese que la mayoría de las mujeres, influenciadas por la Iglesia católica, fuesen profundamente conservadoras, por lo que su participación electoral devendría inevitablemente en un fortalecimiento de las fuerzas de derecha. Fue Clara Campoamor (1888-1972), diputada y miembro del Partido Radical, quien asumió una apasionada defensa del derecho de sufragio femenino. Argumentó en las Cortes constituyentes que los derechos del individuo exigían un tratamiento legal igualitario para hombres y mujeres y que, por ello, los principios democráticos debían garantizar la redacción de una Constitución republicana basada en la igualdad y en la eliminación de cualquier discriminación por razón de sexo. Al final triunfaron las tesis sufragistas por 161 votos a favor y 121 en contra. En los votos favorables se mezclaron diputados de todos los orígenes, movidos por muy distintos objetivos. Votaron «sí» los socialistas, con alguna excepción, por coherencia con sus planteamientos ideológicos, algunos pequeños grupos republicanos, y los partidos de derecha. Estos últimos no lo hicieron por convencimiento ideológico, sino llevados por la idea, que se demostró errónea, de que el voto femenino sería masivamente conservador.

La Constitución republicana no sólo concedió el sufragio a las mujeres, gracias a la implantación de esta nueva legislación se eliminaron los privilegios reconocidos hasta ese momento exclusivamente a los hombres, se reguló el acceso de las mujeres a cargos públicos, se concedió el derecho de voto a las españolas, se reconocieron derechos a la mujer en la familia y en el matrimonio, como el matrimonio civil, el derecho de las mujeres a tener la patria potestad de los hijos, se suprimió el delito de adulterio aplicado sólo a la mujer y se permitió legalmente el divorcio por mutuo acuerdo (ley del divorcio de 1932). Asimismo, se obligó al Estado a regular el trabajo femenino y a proteger la maternidad, con ello, se prohibieron las cláusulas de despido por contraer matrimonio o por maternidad, se estableció el Seguro Obligatorio de Maternidad y se aprobó la equiparación salarial para ambos sexos. El régimen republicano estaba poniendo a España en el terreno legal a la altura de los países más evolucionados en lo referente a la igualdad entre los hombres y las mujeres. De hecho, se puede afirmar que la Segunda República dio a las mujeres la oportunidad, hasta el momento inimaginable, de una presencia en la vida social y política.

Durante la campaña electoral de 1933 se intentó manipular el voto femenino tanto por parte de la derecha como por la izquierda, así se utilizaron lemas como: «Que no pese sobre la mujer la derrota de la derecha» o «Madres, que vuestros hijos no piensen que su falta de libertad se debe a que sus madres no consiguieron liberarlos». El objetivo claro era una burda manipulación, un claro chantaje, hacia las mujeres de uno u otros bandos. Feministas y republicanas se negaron a dar consignas de voto: el derecho al sufragio era una victoria, y se interesaron por la política interior con tareas a largo plazo tales como salud, enseñanza o la paz internacional. A estas mujeres se deben las primeras denuncias contra el nazismo y los campos de concentración. El estallido de la guerra civil y sus tres cruentos años no paralizaron los progresos culturales y legislativos, se legalizaron las uniones libres, las mujeres se incorporaron a la industria de la guerra y, en el 36, la ministra de Salud, Federica Montseny, consiguió la legalización del aborto.

Por otra parte, la historia de las milicianas es también digna de mención, muchas muertas en combate. En el verano de 1936 las mujeres participaron en las milicias igual que los hombres, pero ya en otoño fueron enviadas a retaguardia. La Unión de Muchachas defendió Madrid durante los tres años de sitio, luchando también por la emancipación de las mujeres; Mujeres Libres, anarquistas, organizaron la retaguardia en Cataluña; y la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), bajo la dirección de Pasionaria, organizó a las mujeres en las fábricas, siendo denominador común de todas que lo público y lo privado era indisociable. Evidentemente, fue notable la labor de estas mujeres durante el transcurso de la guerra, de ahí, que muchas de ellas fuesen encarceladas o enviadas al exilio, quienes desde diferentes puntos del planeta mantuvieron ese espíritu de lucha ligado a la resistencia, como María Zambrano o la misma Pasionaria.

La República, en tan corto período, supuso un avance espectacular para la mujer, especialmente, en el plano legal. En pocos años el régimen republicano conquistó grandes avances para la mujer, ésta dejaba de estar relegada en la esfera de lo privado para participar también el ámbito público, no obstante, el franquismo eclipsó todas estas nuevas medidas y volviendo a instaurar un régimen fuertemente patriarcal y machista donde se instauraría de nuevo la figura del perfecto ángel del hogar.

No quisiera cerrar antes este artículo sin recordar algunos nombres claves en nuestra historia: Margarita Nelken, Victoria Kent, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, Matilde Landa, Matilde Huici, María Lejárraga, Matilde de la Torre, Federica Montseny (primera Ministra de nuestra historia en el ámbito de la sanidad y la asistencia social) o Mercedes Maestre (Subsecretaria de Sanidad). Sin olvidarme de aquellas Trece mujeres… Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa. Y evidentemente, no pueden faltar en esta lista, mi bisabuela… una gran iaia, Antonia Conesa Alburquerque.

Por ellas, y por las generaciones futuras, nuestra lucha aún no ha terminado.

Enlaces de interés:

Julia Conesa, que mi nombre no se borre de la historia

Las 17 rosas de Guillena

Las Trece Rosas Rojas

Ana Aguado:“El franquismo fue un régimen fuertemente patriarcal que radicalizó los modelos de feminidad doméstica”

Clara Campoamor, una mujer, un voto

Federica Montseny, la pasionaria anarquista

Dolores Ibárruri, Pasionaria

Por Arantxa Carceller