Wednesday, 23 September 2015

En doce años solo se han abierto 332 de las más de 2.000 fosas comunes que hay en España

Entre 2000 y 2012 se han desenterrado solo 332 fosas comunes, con restos de 6.300 desaparecidos tras las ejecuciones de la guerra y la dictadura
El Gobierno cifra en 2.000 los enterramientos en el país y la ARMH estima que podrían ser el doble pero nunca se hizo "un estudio serio"
La reciente exhumación en Alcalá del Valle (Cádiz) ha permitido recuperar el cuerpo de Remedios (43 años), su hijo y la novia de éste, embarazada de 7 meses Juan Miguel Baquero
10/08/2015 - 21:14h




Fosa común exhumada en El Baldío, Alcalá del Valle (Cádiz). / ARMH


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MEMORIA



Rajoy completa una legislatura de olvido económico a las víctimas del franquismo


Un pendiente, un anillo, botas raídas por el tiempo. Proyectiles, huesos fracturados. Una ejecución múltiple. La fosa exhumada en El Baldío, una finca privada de Alcalá del Valle (Cádiz), deja al descubierto el terror fundacional del franquismo. Y una clave que salpica desde la primera guerra que provocó (y ganó) el fascismo en el mundo: España está sembrada con cientos de fosas sin abrir en las que reposan miles de víctimas.

El mapa de fosas del Gobierno de España cifra en 2.000 las sepulturas ilegales tras las ejecuciones en la Guerra Civil y la dictadura. Es el cálculo más optimista. Según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) el número puede alcanzar el doble. Como recuento global de intervenciones, solo aparece el de la Sociedad de Ciencias Aranzadi: 332 (del año 2000 a finales de 2012) con restos óseos recuperados de unos 6.300 desaparecidos que incluyen los 2.840 del cementerio de Málaga.

A ese ritmo –la media no llega a 30 fosas al año–, la sociedad española cerraría la cicatrizen décadas. La impresión de trabajo incesante sobre la tierra, de existir, no es más que un efecto. Un leve goteo que mantienen asociaciones de derechos humanos y familiares de desaparecidos forzados frente al abandono institucional a las víctimas del golpismo, a las más de 100.000 personas que yacen en cunetas.



Uno de los cuerpos enterrados en la fosa gaditana. / ARMH
España, solo superada por Camboya

La cifra coloca al país en segundo lugar de un macabro escalafón mundial que lidera Camboya con 1,5 millones de ejecuciones entre 1975 y 1979 a manos de los Jemeres Rojos del dictador Pol Pot. Pero "no hay un estudio serio sobre el número de fosas que hay en España", refiere el vicepresidente de la ARMH, Marco González. Varias comunidades autónomas han trabajado en su propia cartografía de la ignominia, "pero no están todas". El caso de El Baldío ni siquiera constaba en el mapa oficial andaluz.

Sirve de ejemplo la exhumación en la hacienda gaditana por la suma de voluntades que evidencia la desidia institucional. El trabajo arqueológico es posible por la intervención de la ARMH y la financiación aportada por el sindicato noruego de electricistas Eloigt y la Asociación de los Archivos de la Brigada Lincoln (ALBA) de Nueva York. Los propietarios del terreno facilitan la exhumación.



Proyectiles y restos óseos en El Baldío. / ARMH
Una joven testigo de la tragedia de El Baldío

El verano de 1936 se desgasta ahíto de sangre. En un cortijo de la serranía nororiental de Cádiz la vida transcurre. Cristobalina Rojas tiene 15 años. Trabaja en El Baldío, en mitad de una paz de mentira que estalla en pedazos el 18 de septiembre de 1936.

Ese día varias personas secuestran a dos trabajadores de El Baldío: Remedios Partida Morilla (43 años) y su hijo José Rodríguez Partida (20). También la novia de éste, Rosa –se desconoce su identidad completa–, que sube a menudo a la sierra. Está embarazada de siete meses. El grupo se detiene a la altura de la carretera de la finca. Unos disparos cicatrizan en la memoria de Cristobalina.

En el año 2012, la ARMH trabaja en la localización de la fosa donde yacen Remedios, Rosa y José. Difícil acotar la sepultura en campo abierto. Hasta que aparece un testimonio clave, definitivo: el de Cristobalina Rojas, aquella joven testigo.



Un anillo, en la mano de una de las víctimas. / ARMH

La fosa aparece "rápido, a un palmo de profundidad, casi en superficie", cuenta a eldiario.es el arqueólogo del proyecto de exhumación, René Pacheco. "En el vientre de una de las dos mujeres hay restos de cartílagos fosilizados que podrían pertenecer a un feto. Es el mismo esqueleto en el que aparecen una peineta, un peine y un anillo".

El estudio forense determinará si Rosa fue ejecutada en avanzado estado de gestación. La tierra, además, deparó un encuentro inesperado. Un cuarto cuerpo. "No sabemos de quién, aunque los testimonios orales apuntan a un ATS (enfermero) que estaba en el cortijo y del que no sabemos su nombre", apunta. Con ayuda de la antropología, la asociación espera "cerrar el círculo sobre esta persona".
"Asesinados con armas de fuego"

Los esqueletos aparecen "bien conservados y con evidencias clarísimas de la causa de la muerte, con orificios y balas asociadas a la escena histórica del asesinato", relata el arqueólogo. Está claro, concluye, "que fueron asesinados con armas de fuego". Con estas pruebas, la ARMH ha interpuesto denuncia ante el cuartel de la Guardia Civil de Alcalá del Valle. "Como siempre que aparecen restos humanos con signos de violencia", subraya Marco González.



"Clase de historia" a pie de fosa por el arqueólogo René Pacheco. / ARMH

En El Baldío aparece "la policía judicial y forense. No sabemos qué hará el juzgado, pero en el 90% de los casos suelen llegar como sobreseídos". Los restos óseos han sido trasladados al laboratorio que la ARMH tiene en Ponferrada (León) para practicar un estudio antropológico. El resultado será cotejado con muestras de ADN tomadas a familiares.

"Todo esto", denuncia la asociación memorialista, "es un trabajo de la sociedad civil y muchos voluntarios". Y deben ser, dicen, "las administraciones quienes se hagan cargo". Casi ocho décadas después del alzamiento golpista, España desoye el mandato de Naciones Unidas de derogar la ley de Amnistía e investigar los crímenes del franquismo. Tampoco atiende el requerimiento, a un océano de distancia, de la denominada Querella Argentina.

Saturday, 12 September 2015

sounds /sonidos ...... ʹAl Albaʹ la música que nos acompaña


ʹAl Albaʹ la música que nos acompaña







@Folcki 21 agosto, 2015 ʹAl Albaʹ la música que nos acompaña


Isabel Genovés Estrada*. LQSomos. Agosto 2015

A lo largo de nuestra vida nos acompaña una variada banda musical. Con el tiempo somos selectivos con la música que nos gusta, pero lo cierto es que nos son familiares muchos tipos de música. Se lo debemos a nuestros abuelos, padres, tíos, amigos, a la radio, la televisión, al cine, las fiestas de los pueblos, a nuestra propia experimentación…
Nos rodeamos de géneros musicales distintos como el soul, el flamenco, las baladas, el heavy, la ópera, el jazz, electrónica, pop, rock, rap, reggaetón, country, rumba, etcétera. Luego están las canciones que nos marcan por un motivo, los curiosos ojos de Hipatia les acercan una canción que se convirtió en el himno de toda una generación, ʹAl Albaʹ, compuesta por Luis Eduardo Aute en 1975.



En 1975 el régimen franquista veía peligrar su continuidad, el dictador Franco tenía mala salud, y aquellos que lo sustentaban querían garantizar su prolongación en el tiempo sin él. Para ello se dieron prisa en crear nuevas leyes y aprobarlas, para seguir reprimiendo las libertades que pedía la sociedad. Pero en septiembre de ese mismo año las tensiones en la sociedad española eran más que patentes. Se condenó a once miembros de ETA y del FRAP a la pena de muerte… Las protestas vinieron desde dentro del país y desde fuera también.

Los últimos consejos de guerra dictaron las once ejecuciones para el 27 de septiembre. Hubo muchas presiones internacionales para que se conmutara las penas de muerte por cadena perpetua. Hasta el Papa Pablo VI pidió clemencia, pero Franco lo desoyó, al igual que otros líderes internacionales. La presión fue tan fuerte que al final cedió, solo en parte, el viernes 26 de septiembre el Consejo de Ministros conmutó la pena de muerte por cadena perpetua a seis de los once condenados a muerte. Los cinco restantes fueron fusilados al día siguiente, en Barcelona, Madrid y Burgos, y no al alba. Los ajusticiados fueron: Ángel Otaegui y Juan Paredes (de ETA político-militar) y José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena (del FRAP).



Fue en los días anteriores a las ejecuciones, cuando Luis Eduardo Aute compuso la canción Al Alba. Para que pasara la censura del régimen el cantautor escribió varias canciones reivindicativas, que los censores rechazaron, pero Al Alba pasó desapercibida como una canción de amor. Por suerte no fueron capaces de detectar que era un alegato en contra de la pena de muerte y un canto a la libertad. Era una denuncia que se disfrazó como una canción de desamor. Se ve que los censores se saltaron la clase de metáforas, una suerte para todos. Ese mismo año se pudo oír la canción con la voz de Rosa León. Aute no la incluyó en su discografía hasta tres años después, en su disco Albanta publicado en el sello Ariola. Con posteridad ha sido cantada por diversos autores.

Lo que nos espanta y espantó en ese momento fue que no le temblara la mano a Franco para seguir firmando penas de muerte. Fueron las últimas muertes de un régimen agonizante al igual que el dictador que moría el 20 de noviembre del mismo año. Reprimiendo hasta al final a la sociedad española, que ya reclamaba esas libertades que le eran negadas.

* En “Los ojos de Hipatia”

Letra de Al Alba:

Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
¿no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza?,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Tuesday, 8 September 2015

En el 40 aniversario de los últimos fusilamientos del franquismo, Carlos Fonseca, autor de 'Trece rosas rojas', recoge en un libro el testimonio de sus protagonistas


Los fusilamientos del franquismo

Xosé Humberto Baena entró en 1975, con 25 años, en el FRAP. Poco...
Xosé Humberto Baena entró en 1975, con 25 años, en el FRAP. Poco después de huir con su novia a Madrid, fue detenido, acusado del asesinato del policía Lucio Rodríguez Martínez, y ejecutado.

En el 40 aniversario de los últimos fusilamientos del franquismo, Carlos Fonseca, autor de 'Trece rosas rojas', recoge en un libro el testimonio de sus protagonistas

También incluye documentación inédita, así como la declaración de sus familiares

Adelanto inédito de su contenido
CARLOS FONSECAActualizado:08/09/2015 04:02 horas

"Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos para ver la muerte de frente. Siento mucho tener que dejaros. Lo siento por vosotros, que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero, no por mí. Pero tenéis que consolaros pensando que tenéis muchos hijos, que todo el pueblo es vuestro hijo. Al menos yo así os lo pido...".

Xosé Humberto Baena sabía que lo iban a matar, que no habría ningún gesto de clemencia, y así lo dejó escrito en su carta de despedida la tarde del viernes 26 de septiembre de 1975. La justicia militar era rigurosa en las formas y a las ocho de la mañana del sábado 27 se cumplía el plazo de 12 horas que debía discurrir desde que le comunicaron el enterado del Gobierno antes de pasarlo por las armas. Él fue uno de los cinco últimos ajusticiados del franquismo, de cuya muerte se cumplen 40 años este mes.

Don Fernando, su padre, había apurado la jornada de trabajo en la fábrica de madera Viuda de Urbano Pérez de Vigo y de allí había marchado a casa de sus hermanas a recoger los billetes de tren que cada semana le reservaban para viajar a la capital a ver al hijo. "Sobre las ocho y media de la tarde recibí una llamada telefónica del abogado de Madrid diciendo que si quería ver a mi hijo con vida tenía que estar en la cárcel de Carabanchel antes de las seis de la mañana -escribió en su diario-. En el tren llegaba a Madrid a las nueve, de modo que perdí el billete, pedí algo de dinero, alquilé un coche y carretera adelante toda la noche sin parar, acompañado de mi hijo Fernando". A las seis y media de la madrugada, perdida ya casi la esperanza, don Fernando pudo abrazar a su hijo. "Hablamos y el tiempo se pasó volando -recuerda-. Después me dijeron que estuvimos media hora juntos". Un tiempo demasiado escaso para una despedida definitiva.


Xosé Humberto Baena, con gafas, se apoya en un coche junto a su hermana Flor y un primo.

Las cosas se habían empezado a torcer para la familia Baena cinco años antes, en 1970, cuando la Policía detuvo a Xosé por participar en una sentada en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago, en la que acababa de matricularse con 19 años. Pasó varios meses en la cárcel de A Coruña, y aunque al final fue absuelto por el tribunal que lo juzgó, su vida no fue igual desde entonces. Tras cumplir el servicio militar en el cuartel de Hoyo de Manzanares (Madrid) volvió a Vigo y comenzó a trabajar como peón de fundición en Fumensa.

Para entonces su compromiso político contra la dictadura ya era firme. Participaba en protestas, repartía propaganda, hacía labores de proselitismo para crear comités de trabajadores que defendieran sus derechos al margen del sindicato vertical, y en 1975 se incorporó al recién creado Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), auspiciado por el PCE (marxista-leninista), una escisión del PCE de Santiago Carrillo, para hacer frente al régimen con las armas en la mano. Cuando en mayo de 1975 huyó a Madrid con su novia, María Pilar Alonso, Maruxa, para no ser detenido, sabía que no volvería en mucho tiempo. Ella fue detenida un mes después tras participar en un salto, y Xosé a finales de julio, acusado del asesinato días antes del policía armado Lucio Rodríguez Martínez y del homicidio frustrado de otro fechas después.

Para cuando la pareja llegó a la capital ya llevaba un año en ella otro joven gallego de 21 años, José Luis Sánchez-Bravo. Aquí se había ennoviado y contraído matrimonio con una chica de su misma edad, Silvia Carretero, con la que compartía militancia política. Un día, cuando la acompañaba al trabajo en la oficinas de un dispensario de la Seguridad Social, la casualidad quiso que se cruzaran con un guardia civil que estacionaba su vehículo en las proximidades de su domicilio en el barrio madrileño de Batán.



José Luis Sánchez Bravo en una fotografía tomada en el verano de 1975 en Mazarrón (Murcia), unos días antes de ser detenido por la policía.

Entonces no lo sabía, pero aquel hombre de aspecto corriente era teniente, tenía 49 años, estaba destinado en la Agrupación de Tráfico de la Benemérita en la calle Sotomayor, vivía con su mujer y su suegra en una vivienda de protección oficial de la vecina calle Villavaliente, en el número 1 para más señas, y se llamaba Antonio Pose Rodríguez. Un hombre de hábitos fijos que José Luis eligió como objetivo para los recién constituidos grupos de combate y autodefensa del FRAP. El 16 de agosto fue asesinado a tiros por su compañero Ramón García Sanz.

A diferencia de Xosé, José Luis Sánchez-Bravo pasó la noche del 26 de septiembre acompañado de su madre, sus hermanos y su mujer, embarazada de tres meses, a la que trasladaron desde la prisión de Yeserías para que estuvieran juntos las últimas horas. Ramón, en la celda contigua, barruntaba su soledad con la mirada perdida en un horizonte situado a tres metros, los que distaban hasta la pared. Su hermano Santiago estaba ingresado en un hospital de Zaragoza y no pudo viajar a la capital. "Fueron horas terribles -cuenta Victoria Sánchez-Bravo, hermana de José Luis-. Como Baena era también gallego, estuvimos cantando canciones populares de la tierra. Cuando llegó Silvia, su mujer, los dejé solos. Se besaban entre las rejas y hablaban en voz baja, mientras mi hermano la acariciaba la barriga".
'Txiki' Y Otaegui

En la cárcel Modelo de Barcelona, Jon Paredes Manot, Txiki, de 21 años, no dejó de hablar en toda la noche. "Estuvimos con él sus abogados, Marc Palmes y Marga Oranich, y yo -cuenta su hermano Mikel Paredes, un año mayor-. No dejaba de contar historias, e incluso algún chiste. No entiendo cómo podía estar tan entero. Creo que en el fondo tenía la esperanza de que lo indultaran, aunque dijese que no esperaba nada. Fueron horas de una impotencia total, de ver cómo pasaba el tiempo sabiendo que lo iban a matar y no poder hacer nada".

Txiki había llegado a Zarauz con su familia desde Zalamea de la Serena siendo un niño y con 17 años ingresó en ETA. La localidad guipuzcoana, en otro tiempo residencia veraniega de la reina Isabel II y de la alta burguesía de finales del siglo XIX, mantenía entre sus ilustres moradores estivales a la infanta Pilar de Borbón, hermana del entonces príncipe Juan Carlos, y su marido, el empresario Luis Gómez-Acebo, a quien ETA planeó secuestrar para canjear su libertad por la de un grupo de presos de la organización. Txiki se encargó de vigilar al objetivo, pero la Policía echó por tierra la operación y tuvo que huir a Francia. Allí, coincidiendo con la escisión entre milis y poli-milis, se incorporó a principios de 1975 a los comandos Bereziak (especiales) de estos últimos, encargados de las acciones armadas, a las órdenes de Pedro Ignacio Pérez Beotegui, Wilson. Con él fue precisamente detenido unos meses más tarde en la ciudad condal, cuando vigilaban una sucursal bancaria que pensaban atracar fechas después para recabar fondos para la organización, que preparaba una espectacular fuga de medio centenar de militantes de la prisión de Segovia, finalmente frustrada.

Su compañero de militancia en ETA, Ángel Otaegui, pasaba sus últimas horas acompañado de su madre en la prisión de Burgos. "Nos avisaron a 20.30 horas de la tarde del día anterior de que a las 8.30 horas de la mañana lo iban a matar, y que si su madre quería verlo tenía que ir esa noche a la cárcel -cuenta Mercedes Otaegui, su tía-. Le dimos varios calmantes para que viajara más tranquilla y nos fuimos para allá acompañados de amigos y vecinos del pueblo, pero sólo pudo estar con él su madre, mi hermana. El resto esperamos en la puerta hasta que salió del recinto cuando llegó la hora de fusilarlo".

La familia no sabía que Ángel militaba en ETA hasta que la Policía fue a buscarlo a casa. Fue en noviembre de 1974, y le acusaron de haber colaborado en el asesinato del cabo de la Guardia Civil Gregorio Posadas el 3 de abril anterior. Él alegó en el juicio que se había limitado a identificar al agente ante los miembros del comando, pero que no sabía que fueran a matarlo. Su compañero José Antonio Garmendia, a quien la Policía acusaba de ser uno de los autores de los disparos, había resultado gravemente herido de un disparo en la cabeza durante su detención y estaba impedido. Su abogado, Juan María Bandrés, consiguió convencer al tribunal de que ajusticiar a un hombre disminuido mental era un crimen.

"Cuando salieron de la cárcel camino del campo de tiro de El Palancar aún no sabíamos con certeza que iban a fusilarlos -recuerda el periodista Miguel Ángel Aguilar, entonces redactor jefe de la revista Posible-. Pensábamos que los iban a ajusticiar en algún cuartel cercano a la cárcel de Carabanchel, tal vez en el de Cuatro Vientos, hasta que los abogados nos comunicaron que serían fusilados en Hoyo de Manzanares. Partimos tras la comitiva de coches policiales que custodiaban los furgones en el que iban los condenados a muerte, pero no llegamos a tiempo de presenciar las ejecuciones. Nos detuvieron en varios controles y sólo pudimos escuchar las descargas".

"Escuché los primeros disparos -dice Victoria Sánchez-Bravo, que sólo pudo llegar hasta una zona sin visibilidad pero suficientemente próxima al lugar de las ejecuciones para poder oír las detonaciones-, pero no sabía si el que acababan de fusilar era mi hermano u otro. Después los segundos, y los terceros. Se hizo un silencio muy grande y vimos bajar riéndose a los miembros de los pelotones de fusilamiento, como si vinieran de celebrar algo".

En Burgos, los ocho agentes de la Policía Armada que componían el pelotón de fusilamiento encargado de pasar por las armas a Ángel Otaegui habían sido citados a las ocho de la mañana en el recinto penitenciario. Allí, a las 8.35, según consta en el acta levantada tras la ejecución, fue fusilado el militante de ETA. "Varios militares nos dijeron que no podíamos permanecer allí toda la noche y nos fuimos a un bar de Villafría (un barrio de Burgos) -recuerda Mercedes Otaegui, su tía-. Íbamos y veníamos de la cárcel cada poco y escuchábamos la radio por si entre tanto decían algo, hasta que una de las veces nos comunicaron que ya le habían fusilado en el mismo patio de la prisión".

Justo a la misma hora Jon Paredes Manot, Txiki, era fusilado en una zona boscosa habilitada para la ocasión en las proximidades del cementerio de Sandanyola. Su hermano Mikel fue testigo directo. "Lo ataron a una especie de trípode metálico colocado en un montículo. Me situé detrás del pelotón, a unos seis metros de distancia de donde estaba, levanté la mano y le hice la señal de la victoria -recuerda Mikel 40 años después-. Cuando se dio cuenta de que estaba allí, echó una sonrisa tremenda y empezó a cantar el Eusko Gudariak. Sonó una descarga y después continuaron disparando tiro a tiro hasta que le dieron el de gracia. Me puse a gritar como un loco y de no ser por los abogados, que estaban conmigo, no sé lo que habría sido capaz de hacer".




"Mañana cuando me maten", de Carlos Fonseca, se publica en La Esfera de los Libros mañana 7 de septiembre.

Saturday, 5 September 2015

El gran negocio de Franco con la guerra


El gran negocio de Franco con la guerra

El historiador Ángel Viñas desvela en su próximo libro el origen turbio de la fortuna del dictador

Una, grande y rica
TEREIXA CONSTENLA Madrid 5 SEP 2015 - 23:38 CEST



De derecha a izquierda: Francisco Franco, Carmen Polo de Franco y Pilar Primo de Rivera, en un acto de la sección femenina en El Escorial, en 1944.

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Franco hizo fortuna con la Guerra Civil. En su próximo libro, el historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941) desvela aspectos desconocidos sobre el origen del patrimonio del dictador, fallecido hace 40 años, que desmontan el mito de su desapego hacia el dinero. Al margen de sus honorarios oficiales, Franco se enriqueció por vías que hoy acabarían ante los tribunales, como la venta de café donado en 1939 por Brasil o una “gratificación mensual” que le pagó la compañía Telefónica.

En La otra cara del Caudillo (Crítica), que se publicará el 22 de septiembre, Viñas desvela que el dictador ingresó en 1940 en una de sus cuentas 7,5 millones de pesetas, que equivalen “más o menos a 85,6 millones de euros de 2010”, por la venta de café que había donado el dictador brasileño Getúlio Vargas. “No veo la razón por la cual Vargas pudiese hacer un donativo a Franco a título personal, de dictador a dictador. Probablemente supondría que su homólogo no iba a beberse el café que pudiera obtenerse con 600 toneladas de granos. Entiendo, pues, que lo más probable es que fuese hecho implícitamente bien al pueblo o al Estado españoles”, sostiene el historiador en la obra. El café era uno de los productos que más escaseaban durante la posguerra y, por tanto, uno de los más demandados en los circuitos ilegales del estraperlo.


Dinero sospechoso

Café. En 1940 Franco tenía en una de sus cuentas 7,5 millones de pesetas (85,6 millones de euros de hoy) por la venta de café donado por el dictador Getúlio Vargas.

Donativo. El dictador recibía un “donativo mensual” de 10.000 pesetas (11.000 euros de hoy) de parte de la Compañía Telefónica Nacional.

Saldo. En agosto de 1940 disponía de 34,30 millones de pesetas en sus cuentas.

Bajo la dirección de Francisco Franco Salgado-Araújo, primo y responsable de la Secretaría de Estado de Franco, el café brasileño se entregó a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, organismo estatal que dependía del Ministerio de Industria y Comercio, para que lo distribuyese a los gobiernos civiles, que se encargaron de venderlo en sus provincias según el precio público marcado por la administración (12,48 pesetas por kilo). Viñas descubrió el importe total de la venta en un documento del archivo del Palacio Real, donde consta que la recaudación total ascendió a 7,5 millones de pesetas, “exactamente el importe que figura en la relación de cuentas del Caudillo cerrada a 31 de agosto de 1940”.


¿De dónde tanto dinero?

El extracto de las cuentas de Franco correspondientes a esa fecha fue difundido por la revista Tiempo en 2010, aunque no se aclaraba el origen de esos 7,5 millones. En ellas se observan salidas de dinero, que el dictador destinaba arbitrariamente a distintas obras o personas, como la reconstrucción del castillo de la Mota o la ampliación de un colegio religioso de las Adoratrices de Valladolid. Lo más sorprendente se encuentra en el capítulo de ingresos, donde consta un “donativo mensual” de 10.000 pesetas de la Compañía Telefónica Nacional, cuyo accionista principal era entonces la empresa estadounidense ITT. La cantidad equivaldría a 11.000 euros actuales, según Viñas. “Políticamente el caso es significativo. Desde antes de la Guerra Civil el Gobierno había tenido relaciones no siempre armoniosas con la ITT. Durante el conflicto, la Compañía Telefónica aseguró el servicio en las dos zonas en que quedó dividido el país, aunque el presidente de la ITT, el conocido y temido coronel Sosthenes Behn, anticomunista furibundo, no tardó en declararse a favor de los sublevados. Terminado el conflicto Franco bloqueó los esfuerzos de la ITT por reanudar sus operaciones en España”, se recoge en la obra.


El todoterreno de Hitler

Desde que comenzó la guerra, Franco recibió regalos por admiración de quienes simpatizaban con su “cruzada militar” contra los republicanos y por interés de quienes deseaban buenas relaciones con España. Hitler, a pesar de que le despreciaba, le regaló en enero de 1940, nueve meses después del final de la guerra española, un todoterreno de la marca Daimler-Benz valorado en 33.597,50 marcos de entonces, “casi unos 400.000 euros hoy”, según recoge Ángel Viñas en La otra cara del Caudillo.

En el libro se recuerdan otros jugosos obsequios que agrandaron el patrimonio familiar de Franco como el Pazo de Meirás, antigua residencia de la escritora Emilia Pardo Bazán, comprado en 400.000 pesetas, reunidas por numerosas aportaciones forzosas y algunas voluntarias como la del empresario Pedro Barrié de la Maza. Y también una donación menos conocida realizada por Teresa Amteller Cros el 17 de octubre de 1936, que ofreció su finca en Santa Elena de Agell “en cuanto la provincia de Barcelona fuese liberada”.

Viñas no ha logrado averiguar cuándo Telefónica comienza a pagar al dictador ni durante cuánto tiempo lo hace, pero considera “totalmente improbable que actuara al margen de la ITT en este delicado asunto”. “Como es notorio, la nacionalización se retrasó”, añade.

El 31 de agosto de 1940, Franco disponía de 34,30 millones de pesetas en varias cuentas, nutridas en buena parte con aportaciones de simpatizantes de su causa tras la suscripción nacional abierta para financiar la guerra. Aunque Ángel Viñas puntualiza que Franco realizó también donativos y obras con este dinero, barrunta otra finalidad última: “Mis sospechas apuntan hacia la posibilidad de que se quedara con la mayor parte de los fondos acumulados”. En un par de años, afirma, “consiguió una fortuna nada despreciable, en parte gracias a mecanismos hasta ahora no aclarados”.

Su millonario saldo bancario en 1940 resulta sorprendente teniendo en cuenta que su nómina mensual en 1935 era de 2.493 pesetas (desvelada en marzo por EL PAÍS) y que en 1940, ya como Jefe del Estado, percibió 50.000 pesetas en concepto de salario anual. “En cualquier caso, ni ahorrando todos sus emolumentos como jefe del Estado y como capitán general, más la gratificación de Telefónica, es posible que Franco pudiera acumular los saldos bancarios de que disponía en agosto de 1940”, afirma Viñas. “Esta, verosímilmente, no pudo ser otra que la reasignación de donativos”, agrega. “La otra vía de enriquecimiento posible es que Franco se hubiese apropiado de parte de la dotación de la presidencia de Gobierno o de la Jefatura del Estado a partir de 1937. Fuese cuál fuese el origen, me parece inmoral”, explica el autor por teléfono.

A pesar de que en las últimas décadas se ha avanzado notablemente en la investigación histórica sobre la guerra y la dictadura, las finanzas de Franco permanecen aún entre sombras con excepciones como la de Mariano Sánchez Soler en su libro Los Franco S. A.(Oberon, 2003) o el reportaje de Javier Otero en Tiempo.